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Henrique Harguindey Banet in memoriam

Esta semana ha fallecido Henrique Harguindey Banet (Lugo, 1946 – Cangas do Morrazo, 2024), una figura fundamental para el teatro gallego. Activista de la lengua y la cultura gallegas desde pequeño, tal y como relata en su biografía que se puede leer en su página web www.palabrasdesconxeladas.gal.

Siempre que iba al teatro en Cangas me lo encontraba a él y a Maruxa Barrio, su mujer. La última vez que lo vi en persona fue en el estreno de ‘As gardiás, ou o nó do tecelán’ de Nasser Djemaï de Teatro de Ningures, que él mismo había traducido del francés. Así como había traducido piezas contemporáneas de Wajdi Mouawad o Bernard-Marie Koltès y un montón de obras clásicas de Molière, Ionesco, Labiche etc., empezando, tal vez, con la publicación en 1981, en los Cadernos da Escola Dramática de Galega, dirigidos por Francisco Pillado Maior y coordinados por Manuel Lourenzo, de ‘O estraño cabaleiro’ de Michel de Ghelderode y luego, en 1989, en estos cuadernos míticos, del ‘Ubú Rei’ de Alfred Jarry. Digo míticos porque, en aquella época de los años 80, apenas se publicaban textos teatrales en lengua gallega y aquellos Cadernos da Escola Dramática Galega, desde 1978, a lo largo de sus 105 números hasta 1994, fueron una fuente muy relevante.

Henrique Harguindey era conocido y apreciado más allá de Galicia, de hecho, ya en las primeras veces que fui al Premi Born de Teatre del Cercle Artístic de Ciutadella de Menorca, Josefina Salord Ripoll, coordinadora científica del Institut Menorquí d’Estudis (IME) entre 2013 y 2020, me hablaba de él con una gran sonrisa y con mucho cariño. Galicia no es sólo un lugar, sobre todo es una cultura, una lengua e incluso una forma de ser y pensar. Quien quiera conocerla no lo hará a través del turismo, sino a través de personas tan cultas y arraigadas como Harguindey. De eso me di cuenta no sólo hablando con Fina Salord, sino viendo cómo se le iluminaba el rostro y cómo le brillaban los ojos al recordar a Henrique.

En esa construcción de quiénes somos, Harguindey fue un trabajador incansable, recopilando junto a Maruxa Barrio, su mujer, cuentos populares y generando materiales pedagógicos y lúdicos para que los niños crecieran en nuestra lengua: “Partimos de una necesidad vivida, proporcionar a nuestro hijo, entonces en la etapa de su primera lengua, un conjunto de cantos y enredos en lengua gallega, sin los cuales se habría visto obligado a no tener otra alternativa que el “material” en español, propagado principalmente por la televisión, a través de retransmisiones infantiles y dibujos animados, la mayoría de las veces cursis y alienantes. Se trataba, por tanto, de no aislar una parte importante del desarrollo del niño, la lúdica, de su expresión lingüística en aquella época”, como explican Maruxa y él en la introducción del libro ‘Lerias e enredos para os máis pequenos’, publicado por la Editorial Galaxia en 1983.

Che Mariño, presidenta de Xiria y tesorera de la Asociación Cultural Entre Bambalinas que edita la ‘erregueté’, le conocía desde pequeña, porque Henrique y el padre de Che eran militantes de izquierda durante el franquismo. Me cuenta que Henrique era un hombre muy culto al que se le podía preguntar cualquier cosa. En gran medida, la conciencia política de mi amiga Che se debe al padre, que perteneció a comisiones de pescadores en tiempos de Franco. En el desván de su casa escondían a personas que escapaban de la persecución del franquismo, muchas de ellas eran amigos de Harguindey, militante de Esquerda Galega.
Me cuenta que Henrique fue profesor en el Instituto María Soliño de Cangas y que fue uno de los fundadores y miembro número uno de la asociación cultural Xiria, organizadora de numerosas actividades en los años ochenta y noventa, impulsora de la Mostra Internacional de Teatro Cómico y Festivo (MITCF).

Mucho antes, en 1963, Harguindey también había sido uno de los fundadores, en A Coruña,
del Grupo Cultural O Facho, que surgió como un grupo de defensores de la lengua gallega y que permitió el primer desarrollo político organizado contra la Dictadura. O Facho impartió cursos de lengua gallega, tuvo un grupo de teatro dirigido por Manuel Lourenzo, hizo el primer certamen de cómic de Galicia y, en 1968, instituyó un premio de literatura infantil y juvenil.

Che Mariño me recuerda que Harguindey también fue uno de los impulsores de la “Comedia Bárbara. Maratón de lectura Valle-Inclán en gallego» en 1998, ante la decisión de Manuel Guede Oliva de que el Centro Dramático Galego (CDG), institución de la que entonces era director, produjera un espectáculo en castellano. Así, bajo el lema general de “Comedia Bárbara”, presentaron una maratón que incluyó la lectura pública de la traducción al gallego de los cuatro textos de Valle-Inclán que el CDG había elegido para su montaje: ‘A testa do Bautista’, traducida por Manuel Rivas y Dolores Vilavedra; ‘O enmeigado’, traducido por Henrique Harguindey y Xosé Manuel Pazos Varela; ‘As galas do defunto’, traducida por X. L. Méndez Ferrín; y ‘Ligazón’, traducido por Manuel Lourenzo. Esa lectura se estrenó en el Casino de Santiago, coincidiendo con el estreno de la producción en español del CDG, y luego tuvo lugar en las distintas ciudades y localidades en paralelo a la gira del espectáculo.

Harguindey ha apoyado la ‘erregueté’ desde sus inicios, incluso antes de que se llamara ‘Revista Galega de Teatro’ y colaboró en multitud de ocasiones, la última fue en el número 105 de 2023, con el artículo: «Xiria e teatro! Outros 40 máis!”, en el que tenemos el privilegio de leer la historia de la MITCF de Cangas de la mano de uno de sus primeros artífices.

En los últimos tiempos, me cuenta Che Mariño, Henrique discutía mucho con el Servicio Gallego de Salud (SERGAS), porque no le entregaba los informes en gallego. Sin embargo, dice Che: “Nunca le escuché decir una mala palabra a nadie. Siempre cariñoso”. Y yo le respondo que sí, que también me impresionó mucho su talante siempre cordial y cómo pasaba desapercibido, pero que me sorprendía que una persona tan activa y con tanta conciencia política no tuviera ningún rifirrafe. Y Che dice: “Todos decían que no triunfaba porque era demasiado bueno para ser político. […] Estaba muy preocupado por el idioma, esa fue una de sus grandes luchas. […] En las reuniones siempre tenía ideas y propuestas y luego, sin hacer ruido, aparecía con el trabajo hecho”.

¡Le echaremos mucho de menos!


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