Himmelweg. (Camino del Cielo). CDN.
HIMMELWEG. (CAMINO DEL CIELO)
T. María Guerrero. CDN.
Autor: Juan Mayorga.
Director: Antoni Simón.
Intérpretes: Alberto Jiménez, Pere Ponce y José Pedro Carrión, entre otros.
EL ROSTRO DEL INFIERNO.
No es posible rehacer una vida con tan sólo una aguja y un dedal; aunque la vida que queramos reconstruir sea el reflejo que, en una mano anónima, constituye una de sus muchas líneas. No se puede soñar en futuro con el ruido de los trenes como único hilo musical… Un hilo musical que avanza a través del camino del cielo, directo al infierno de un campo de exterminio; al infierno del horror, del miedo y de la indiferencia. No es posible; no se debe olvidar un infierno tan cercano, de raíces tan profundas y dolorosas.
A ese no olvido nos invita el CDN, dispuesto a agujerear nuestra impasividad, introduciéndonos en la conciencia de un delegado de la Cruz Roja (Alberto Jiménez), un hombre que, tras llevar a cabo una visita a un campo de exterminio, que tras cerrar los ojos al espanto que otros ojos le gritaban, emitió un informe favorable.
En ese campo, los novios soñaban con un mañana; los niños jugaban con una peonza, con muñecas y “su alcalde” se mostraba orgulloso de un reloj que tras siglos de existencia continuaba marcando eternamente las seis… A las seis llegaban los trenes; a las seis se abrían las compuertas de Himmelweg; a las seis, un humo espeso y de olor intenso envolvía la atmósfera de esa ciudad, de ese campo, de esa ironía, de esa ilusión tan falsa como el mismo informe, como el mismo discurso que el alcalde judío de ese campo (José Pedro Carrión) clavó en la memoria de un hombre dispuesto a ayudar… Y tan cobarde…
Juan Mayorga no ha escrito una obra de teatro histórica. Basándose en un hecho real, ha imaginado con su sensibilidad. Ha mirado a su alrededor, ha buscado tres ejes de un montaje que, en las certeras manos de Antoni Simón, brilla con luz propia.
Alberto Jiménez, José Pedro Carrión y Pere Ponce, en el rol del comandante nazi, interpretan las tres miradas, las tres voces, los seis ojos a partir de los que la verdad se vestirá con el traje transparente de la mentira más dolorosa e insultante.
“Una barraca de feria” así lo ha descrito el director catalán. Un círculo vicioso, donde nadie quiere ver la realidad, sino el esperpento que, por la vida, ha sido diseñado para engañar a un mundo que ansía ese engaño.
Los supervivientes de un holocausto, esperan a que el telón se alce para recitar su texto, para saludar a un señor amable y generoso… Un hombre normal… Un delegado de La Cruz Roja que, cuarenta años después, regresa a Himmelweg para enfrentarse a los mismos personajes: Al hombre sentado en una silla, a la niña helada junto a una bañerita en la que nada su muñeca, a los novios que se acarician junto a un columpio, a unos niños que hablan de amor y deseo, apoyados en las compuertas del infierno… Las que jamás se abrieron, las que él no abrió por temor a descubrir lo que ya sabía. El nuevo montaje del Centro Dramático Nacional sigue fielmente las directrices expuestas por su nueva dirección, encabezada por Gerardo Vera.
Teatro comprometido, joven y con unos parámetros renovadores que, sin embargo, pretende recuperar la vocación, el papel de un teatro reflexivo y espejo de una sociedad que ha de dejar a un lado su indiferencia y su cómodo sillón, para levantarse y ser capaz de ver y capaz de “verse”.
“Himmelweg” nos habla de los seres humanos, de la cobardía que nos aprisiona, del sentimiento de inferioridad que nos hace creer que nada vale nada, de la esperanza y del paso de un tiempo impermeable e invisible.
“Himmelweg” ha contado con unos intérpretes impecables; al magnífico Alberto Jiménez, el delegado de la Cruz Roja, que nos abre las puertas de ese camino, se unen Pere Ponce y un insuperable José Pedro Carrión. La ternura, la impotencia, la esperanza, el dolor interminable, el afán por salvar a sus compañeros y a su hija Rebeca… El peso de tal responsabilidad… Son tan bien reflejados en Carrión… Su trabajo es tan minucioso, tan perfecto, que no podemos por menos que felicitar al equipo del CDN y, por ende, a Antoni Simón.
El mundo de “Himmelweg” se abre al espectador con unas fotografías sin rostro, con la soledad de los remordimientos, con el túnel, sin final, del miedo, con una figura sin nombre, sin vida, con las sombras de un recuerdo, abrazadas a un tren… “Himmelweg” nos pregunta, nos suplica el perdón, la compasión, la piedad… Al fin y al cabo ¿Quién, alguna vez, no ha cerrado los ojos para entrar en el infierno, para sentarse en sus rodillas, para reír con su risa cínica… Quién no ha intentado salir años después, quién no ha intentado coser las heridas ocasionadas por tal ceguera, quién no ha intentado mirar su pasado de otro modo…? Al fin y al cabo esa mirada es de todos, como de todos es el infierno… Y en todos vive la posibilidad de un cielo luminoso que merezca el nombre de “Himmelweg”.