Historia de una Escalera/Buero Vallejo
Por el Dolor, la Alegría
Obra: Historia de una escalera
Autor: Antonio Buero Vallejo
Director: Juan Carlos Pérez de la Fuente
Intérpretes :Vicky Lagos, Victoria Rodríguez, Cristina Marcos, Alberto Jiménez, Gabriel Moreno y Petra Martínez entre otros
Teatro María Guerrero. CDN
Hace unos quince años, aproximadamente, leí “Historia de una Escalera”. En aquel momento, se apoderó de mí una sensación de desasosiego, de pérdida irreparable al llegar a la melancólica visión del ayer en unos sueños de hoy. Entonces el color que visualicé para esa escalera se caracterizaba por su oscuridad, por sus tonos grises, por la desilusión de sus paredes, por la falta de calidez hacia unos rostros que, siempre, llegaron a mí esperanzados, ilusionados y, a pesar de todo, vivos.
Juan Carlos Pérez de la Fuente, manifestó el riesgo de coger esa escalera y mostrarla a un público que no había podido “verla”. La última representación data de 1968. ¿Cómo concebirla y recopilar lo que cada uno de nosotros hemos podido sentir, imaginar…? Sin duda, la respuesta era difícil… Pero el director del Centro Dramático Nacional, ha encontrado la única palabra, la única conducta capaz de aglutinar tantas emociones. La sinceridad. Ha sido apasionadamente sincero. Ha releído cada una de las frases, cada uno de los actos con el corazón. Hemos podido descubrir el eterno presente de unas nubes que, a pesar de su reiteración, nos miran inmensamente blancas.
Uno de los valores indiscutibles de esta obra radica en el antes y el después que marca en nuestra historia dramática. A partir de “Historia de una escalera” el teatro tendrá el noble deber de despertarnos, de ser nuestra conciencia, de poner ante nuestros ojos la realidad, las miserias que, intrínsecamente, caminan a nuestro lado; pero no para entristecernos, no para hundirnos en una escalera asfixiante… sino para salir de ella, aunque nos ocurra como a Rosa, juzgada sin piedad por sus vecinos, aunque nos ocurra como a Pepe y acabemos gastados por intentar respirar en una cárcel donde hasta el oxígeno es gris. Ese símbolo, ese punto de partida ha sido acentuado por Pérez de la Fuente. No hay época, año necesariamente determinado o determinante, aunque podamos intuirlo… La época reside en el espíritu de los personajes que suben, bajan, lloran, sueñan, ríen y mueren intentando salir o tan sólo sobrevivir en una escalera en espiral, iluminada en cada acto con la emoción de sus inquilinos. La luz con la que descubrimos cada nueva época nos avisa con antelación. Nos dice: “ El ayer está lleno de promesas. El pasado más cercano se viste con una desilusión aún niña, con un sometimiento adolescente. El hoy es el desengaño más adulto, un desencanto esperanzado… A pesar de todo”.
Porque si algo quiso dejar muy claro Antonio Buero Vallejo fue que “el público debe implicarse cuando salga del teatro, si piensa que lo que allí ha ocurrido debe modificarse” El gran dramaturgo no ofrece una historia resuelta. Plantea un problema que excede al ámbito de la escena. Y con qué sutileza ha marcado “esta alegría” Juan Carlos Pérez de la Fuente. Fernando y Carmina contemplan desde su pasado el presente-futuro de sus hijos… tan igual al suyo… Pero el director ha separado ese ayer con una mampara semitransparente, acentuando que el presente puede no ser predeterminado por un cántaro de leche que se cae. Ese presente puede estar tan iluminado como aparece en este montaje, donde se ha logrado una interpretación coral magnífica, en la que quizá ha resaltado un momento de una intensidad y dramatismo extremo. Urbano (Alberto Jiménez) el personaje por el que el tiempo ha pasado más despiadadamente, le reprocha a Fernando (Moncho Sánchez-Diezma) su cobardía, su insolidaridad y su silencio.
Hay que tener el privilegio de la sensibilidad, para llegar a una verdad tan patente como la que nos regala el centro dramático nacional cada tarde.
“Historia de Una Escalera”, nos ha ayudado a perder el miedo al tiempo. Abrazados a una vital melancolía viviremos viendo volver, haciendo protagonista de ese eterno retorno a La Alegría, a pesar del dolor.