Homenatge a Carmen Amaya/Sara Baras
Crónica de una lección excepcional
En la vida hay ocasiones en las que uno es consciente de estar viviendo un momento extraordinario, irrepetible, dotado del aura que Walter Benjamin atribuía a la obra de arte. Esto es exactamente lo que pasó ayer por la noche en la Sala Fabià Puigserver del Teatre Lliure. Curiosamente, lo que se nos regaló, porque el precio era ínfimo comparado con lo que recibimos los que llenamos el teatro hasta la bandera, estaba a las antípodas de la artificiosidad que muchas veces acompaña a los supuestos eventos, hasta el punto que no se nos presentaba como una manifestación artística, ni tan siquiera com un espectáculo, sino como una clase de iniciación al flamenco con ropa de entrenamiento, sin maquillaje, ni escenografía ni ningún utillaje. Así de sencillo y complicado a la vez.
Impartir una clase, que siempre tiene un componente de puesta en escena, no es fácil aunque uno lleve muchos años haciéndolo. Hay días en que puedes dejarte la piel y acabar decepcionado porque notas que no has captado la atención; en otras ocasiones lo que a uno le parece una sesión mediocre resulta que ha enganchado a los alumnos y, excepcionalmente, se produce la satisfacción, es decir, aquella extraña comunión que convierte el aula en un espacio libre de intercambio de conocimiento entre alumnos y profesores. Y en general, como dar clases es un oficio pues la experiencia es un grado y ya se cuenta con unos recursos.
Ahora bien, ¿y si quien ejerce de profesora lo hace un solo día y el lenguaje verbal no es su medio de expresión habitual? ¿Cómo se consigue convencer a alguien que a pesar de años encima de un escenario nunca ha utilizado la palabra? Este es el reto que ayer asumió Sara Baras, solamente gracias a la complicidad y amistad que la une a Lluís Pasqual, quien tuvo esta idea para homenajear a Carmen Amaya.
Agradecemos a la bailaora gaditana su naturalidad «esto es una clase si sale mal se para y repetimos», la voz dulce, la improvisación «tenía miedo de no hablar y no callo», la relación y las risas con la compañía y la inclusión del público a quien tuteaba y nos agradecía la presencia, la sinceridad de todos los que subieron al escenario y por encima de todo, la humildad y devoción que contagiaron por Carmen Amaya. La Maestra estaba presente en el inicio de la velada con una imagen proyectada que el público aplaudió ante el inicio de la clase.
Calentamiento de brazos y un cante de Saúl Quirós para invocar el espíritu: «Carmen de la eterna mirada / la eterna Carmen Amaya / la diosa de los gitanos». Advertencia de Sara Baras: «no venimos a imitarla sino a dedicárselo de todo corazón».
Y ahora sí introducción explicativa de cuatro palos: el fandango, los tangos, la seguiriya y la soleá, dejando claro que a partir de esta raíz se extienden las ramas con una variedad y matices variables que son un mundo entero. Maestra Carmen Amaya hizo suyo el concepto «bulerías por soleá» al revés de cómo se decía habitualmente y de este modo asistimos al primer ejemplo de baile, para continuar con un fandango con presencia del «mantón» un baile alegre dijo Baras que cuenta con diferentes estilos, el de Levante y el de Málaga y en cada uno de ellos variedades y denominaciones distintas. Como el tango es uno de los palos que representa más su amada Cádiz, la compañía no dejó pasar la ocasión de ofrecernos uno de los clásicos cantados y uno de contemporáneo, «vamos a hacer un tanguillo pero bien» dijo la profesora, y fue bailado con gracia y picardía tal i como manda la influencia del carnaval, observado atentamente por Baras quien se reservó en solitario el palo siguiente: la seguiriya, que le gusta mucho porque es sobrio, profundo e íntimo «normalmente para hablar de penas, sin adornos y con mucha verdad». Y cuando parecía que ya iba a empezar habló de nuevo: «bueno, a la Maestra, con el respeto más grande del mundo voy a intentar encontrar…». Y claro que encontró aquello que buscaba, un espacio-tiempo suspendidamente hipnótico que hizo olvidarnos de todo para transportarnos a la propia intimidad. Al finalizar, los aplausos arrancaron espontáneamente, como surgían con algunos de los comentarios o de los otros bailes presentados. Volvimos a la realidad «por alegrías» escuchando que también existen diversas modalidades y disfrutando de la guitarra y el cajón con un sonido que ya se encaminaba hacia el final. Sara Baras admitió que bailar en pantalones le gustaba mucho más, se sentía comodísima con esta ropa y recordó que Carmen Amaya la bailaba así pero luciendo un chaleco al que se agarraba firmemente.
Los alumnos de platea, más que concentrados, pensábamos que ya llegábamos al final de la clase porque todo el mundo bajó del escenario. Era el momento de notar la presencia de Carmen Amaya en pantalla gigante bailando cuatro fragmentos de diferentes películas. Creía que Sara Baras y el resto de compañía solamente subían de nuevo para saludar y poner el punto final a la velada. Pero no. Se había producido aquella extraña comunión excepcional que pocas veces se da en un aula. Así que Baras dio rienda suelta a los suyos diciendo «¿queréis echar unas pataditas no?» y cada bailarín y bailarina ofreció un solo con algunos comentarios divertidos de la profesora. Ahora llegaba el momento de mostrar la intimidad, de abandonar totalmente a la artista y enseñar la persona y como que «yo con quien bailo mejor es con mi marido que está aquí pues sube». Y veíamos a un hombre en tejanos, chaqueta y zapatos de calle que en cuestión de segundos se transformaba en el gran bailarín y, alucinante, sin ni quitarse el pañuelo del cuello, se ponía a bailar como si estuviera en su casa en una fiesta entre amigos. Y el colofón: «Lluís te he dicho ya tres veces que te quiero esta noche, ahora me gustaría que tú también vinieras a bailar con nosotros por la Maestra». Sin dudarlo, Lluís Pasqual subía a escena a bailar con Sara Baras y marcharse con toda la compañía por bulerías.
En el escenario vacío emergía proyectado el gesto indómito y la mirada penetrante de Carmen Amaya. Parecía tan satisfecha como el público asistente.
Teresa Ferré
Título: Homenatge a Carmen Amaya – Bailarines: Sara Baras y Compañía La Pepa (Cristina Aldón, Carmen Camacho, Raúl Fernández, María Jesús García Oviedo, Tamara Macías, David Martín, María del Rosario Pedraja, Alejandro Rodríguez y Daniel Saltares) – Cantaor: Saúl Quirós – Músicos: Eduardo Baldomero y Antonio Suárez Salazar – Día y lugar: Martes 5 de noviembre en el Teatre Lliure