Y no es coña

¿De parte de quién?

No son buenos tiempos para la crítica. La lírica floral, la épica patriotera, las adhesiones inquebrantables y las gesticulaciones de pleitesía suben en la bolsa de valores cambiarios dentro del delicado equilibrio entre los agentes que intervienen en el proceso creativo, político, cultural y comercial en la que se engloba las Artes Escénicas. Se admite casi todo, menos la crítica. Y ojo, como la crítica esté argumentada, entonces salen los demonios inquisitoriales, las descalificaciones personales, los insultos o los abusos de poder que se disfrazan de muchas maneras y solamente los más osados se atreven a expresarlos de manera directa y sin remilgos ni complejos.

No es casualidad que no exista ninguna revista especializada dedicada a la crítica. No es casualidad que en los periódicos y revistas generalistas, o desaparezca o se reduzca de manera ostensible el espacio destinado a la crítica de teatro, danza, música, etcétera. Son varios los motivos, el económico existe, pero se trata, a mi entender, por un lado de la bajada de calidad de los que hacemos la crítica, del poco peso específico dentro de los entramados empresariales periodísticos, del poco valor que se le da a la cultura en los medios y como último eslabón el teatro, la danza, etcétera, sin olvidarnos de que los teatros oficiales, que son los que ponen publicidad, son los que suelen tener aparatos de contra-crítica poderosos. Es decir, que si pones a bajar de un burro un espectáculo de un teatro nacional, es un decir, a tu medio le llega un mensaje diciéndole que se gastan tantos euros al mes en publicidad y que si después se critica la obra, pues algo no encaja.

Es decir, no ponen publicidad, no intentan comunicar sus estrenos a la población que lee ese medio, sino que intentan comprar espacios de impunidad. Lo puedo deletrear si así quiere alguien que le parezca confuso mi argumento. Es así y se demuestra de miles de maneras. No existe una idea de que quien hace la crítica, tiene que ejercer la libertad de expresión, que puede tener unos criterios estéticos, por lo tanto éticos y, por supuesto, políticos, que incluso tiene gustos, antecedentes, que puede ser desde la práctica, la lectura, la escritura o lo que se quiera. Y que se trata de una opinión. Una, formada, que no representa al medio, entre otras desgracias porque no existen medios de comunicación generalistas que tenga una idea de lo que debe ser el teatro, la danza, etcétera. No, acaso, saben algo de la televisión porque están en el negocio, y algo en lo del cine, porque también. Lo otro está al libre albedrío del que firma, quizás, en algún momento histórico, con un jefe de sección muy interesado y después están la influencias, las modas, los anunciantes y la presión ambiental. Que nadie busque conspiraciones, que solamente se podrá encontrar con malos humores, con desagravios y a lo sumo con algún despecho personal.

Es por ello que la pregunta del titulo, ¿de parte de quién escribe el crítico? Se responde con bastante claridad. Yo diría que de parte de sí mismo, escriba dónde escriba y solamente le debería condicionar, el espacio, el tiempo y sus conocimientos y capacidades para expresar sus opiniones. No representa a ningún colectivo y mucho menos a los públicos, porque ni siquiera los lectores de su medio coinciden de manera total con sus opiniones. Situados así, alguien que hace una crítica y no insulta, ni emplea saña ni apriorismos, si no que ejerce su capacidad de análisis con sus propios medios, no es infalible, es contestable, y es muy oportuno criticar al crítico, pero al igual se debe pedir a esta crítica respeto, argumentaciones y huir de las posturas maximalistas o de exclusión. No se puede impedir la entrada a ningún teatro a ningún crítico, siempre que se demuestre que ejerce, es decir que publica en un medio y esté autorizado por éste.

Y si gusta o no gusta lo que escribe o cómo lo escribe, eso se irá dilucidando con el tiempo. Niego la mayor, no creo que ningún crítico vaya al teatro con la crítica hecha. Ni con animadversión, ni con ganas de hundir a nadie. Otra cosa es que después, en su escritura, un supuesto crítico, emplee los métodos censoriales, y de exclusión. Lo que salga de su labor no es nada más que una opinión y no debe formar parte del plan de publicidad del espectáculo, compañía o grupo. ¿Me explico?

Si todos nos valoramos en nuestro justiprecio, comprendemos nuestra función y nuestras posibilidades. Si somos capaces de entender que la honradez, la justeza, la opinión ponderada son la base del trabajo y que la autoridad emanente de esa opinión la da el tiempo, los lectores, y el espíritu democrático utilizado de manera generosa, la situación puede variar hacia mejor. El resto es enmerdarse en conflictos menores, que hacen daño a todos, no solamente a las personas involucradas en cada conflicto.

Proponemos una crítica Libre. Y bien pagada.

 

 


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