Incendiaria en combustión

¿Más caminos y menos cultura?

Más caminos y menos cultura. Obviamente, no comparto la máxima predicada por un anónimo en una asamblea de algún lugar que no voy a desvelar. Se trataba de una clara puesta en valor del patrimonio material e inmediato. Curiosamente, si nos paramos a pensar, la cultura nos puede llevar más lejos que muchas autopistas con peaje pero para ello también tenemos que poner los medios. También es cierto que las iniciativas que sobreviven o prosperan en contextos adversos se hacen más fuertes aunque no sé si poderosas. En este caso estoy pensando en la dramaturgia gallega que, sin saber por qué, continúa.

Esta semana me ponía sobre la pista del texto «El charco de Ulises», creado por Santiago Cortegoso para Iberescena junto a más de treinta proyectos de creación dramatúrgica y coreográfica. Es Cortegoso un actor de amplia trayectoria profesional que en los últimos años ha recibido merecidos reconocimientos como autor teatral. Ha sido el caso del Premio Rafael Dieste que obtuvo en 2009 con «0’7% Molotov» o la buena acogida de «Hámster» estrenada por la Sala Triángulo el pasado año. A estos dos trabajos se suman las obras «Casa O’Rei» publicada recientemente, «La hija de Woody Allen» para la compañía que lleva su nombre y los textos escritos para Disque Danza o Teatro de Ningures. Al igual que en «0’7% Molotov», en «El charco de Ulises» la reflexión y la crítica social vuelven a hilvanar el imaginario de Cortegoso que mira de tú a tú y desde lo contemporáneo a los personajes de «La Odisea». De igual modo, en sus propuestas el gusto por la investigación, la buena estructuración, lo crudo y lo desnudo se mezclan con un especial cuidado en la definición y el tratamiento de los personajes para ser dichos por quien interprete.

Otro de los autores jóvenes gallegos más reconocidos es Rubén Ruibal, quien en el año 2007 recibía el Premio Nacional de Literatura Dramática por «Limpieza de sangre» – ganadora dos años antes del Premio Álvaro Cunqueiro convocado por el entonces Instituto Galego de Artes Escénicas e Musicais-. En el caso de Ruibal y «Limpieza de sangre», fue incansable su lucha por la representación escénica del texto, tal y como recogían las bases que ahora han quedado reducidas a la edición de la obra y a los 6.000 euros de premio. Será que los textos no son interesantes (aunque se premien), será que el teatro es demasiado caro o que el conflicto en papel sigue siendo más prestigioso que en carne y hueso. Pero no vamos a hablar aquí de patrimonio material ni más inmediato.

«Hay que tener cuidado con la pluma del poeta, porque la tinta puede ser sangre y te puede matar una palabra», apuntó Artaud. Y junto con Ruibal y Cortegoso, hay más autores y autoras con diferentes recorridos dentro de esa generación que apenas sobrepasa los cuarenta años y se distancia de esta cifra hacia abajo: está Teresa González Costa; está Marcos Abalde; está Clara Gayo; está Jacobo Paz; está Paula Carballeira; está Afonso Becerra; está Eva Ferreira; está Roi Vidal; está Olivia Pena… y están las iniciativas editoriales y teatrales que los montan y editan. ¿Generación milagro o generación hambrienta? Si no la hubiera, habría que crearla. Pero como la hay, ¿por qué no fomentarla? ¿Por qué no recuperar los cursos de formación impulsados por el Centro Dramático Galego y que permitieron dialogar con autores como Enzo Cormann, Paco Zarzoso, Abel Neves, Angelica Lidell o Vieira Mendes? Por cuestiones presupuestarias. ¿Por qué no retomar los programas de artistas en residencia que impulsaron proyectos y removieron ideas? Por cuestiones presupuestarias. ¿Por qué no continuar con la línea de dramaturgia en residencia sea esta individual o colectiva? Por cuestiones presupuestarias. Mejor que las excusas sean por cuestiones presupuestarias que no de prioridades o de voluntades, aunque en el fondo son lo mismo. Siempre cuestiones presupuestarias, excepto para los artistas callejeros que mueven masas, los espectáculos aéreos militares, los billetes aéreos desorbitados y todos esos caminos que a veces llevan a Roma y otros al santo-apóstol-de-santiago. Tendrá razón el anónimo: lo que hace falta son más caminos y menos cultura. Pero yo no lo veo claro.


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