Impacto de los festivales
Los estudios de impacto económico tratan de analizar los beneficios económicos vinculados a la existencia de una determinada manifestación cultural. Aunque su definición puede variar de unos casos a otros, el objetivo fundamental de los mismos es medir los efectos derivados de la presencia o existencia de una actividad u organización cultural sobre una determinada zona geográfica en un determinado período de tiempo.
Se trata, en definitiva, de estudiar y dar visibilidad a los flujos generados por la actividad cultural en el ámbito de la economía local. Sus análisis no se suelen quedar únicamente en estimar el tamaño de los flujos de gasto que origina el sector cultural y medir su impacto conjunto. En muchas ocasiones, complementan este volumen de ingresos con el análisis de otras variables como son el empleo creado o las repercusiones fiscales generadas, por ejemplo.
Distinguen, generalmente, tres tipos de impactos o efectos que pueden medirse:
1. Los efectos directos: se corresponden a los gastos realizados por el festival en diferentes conceptos (cachets hoteles y restauración, alquileres diversos, viajes, compras, etc.) en el área geográfica de referencia y en un período de tiempo determinado.
2. Los efectos indirectos: definidos como los gastos que realizan los artistas, profesionales o el propio público como consecuencia del festival (restaurantes, alojamientos, transporte, entradas, compras, etc.).
3. Los efectos inducidos: todas aquellas repercusiones no contabilizadas en las categorías anteriores y que se difunden o amplían por el resto del sistema económico, dentro y fuera del espacio de referencia.
La definición de esta última categoría es la más complicada de cuantificar. Se refiere a aspectos más cualitativos, la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, la atracción de nuevas actividades y puestos de trabajo o las compras generadas a posteriori como consecuencia del propio festival.
La aplicación explícita al caso de las artes escénicas requeriría de una serie de precisiones para adaptarse a la peculiaridad de la suma de una serie de eventos culturales de estas características. La primera de ellas consiste en la necesidad de matizar entre los gastos asociados exclusivamente al desarrollo de la programación cultural, lo que se denominaría genéricamente como gasto cultural; de aquellos otros derivados del esfuerzo añadido en creación de nuevas infraestructuras culturales y equipamientos, en caso de que los hubiese.
Sin negar la importancia que tiene la valoración de la repercusión económica de un festival para la propia ciudad, para el sector y para la supervivencia y legitimidad del mismo, a mí me interesa más todo lo relacionado con la mejora de la calidad de vida. Tan importante como lo anterior, es definir un festival que sea comprometido con la sociedad actual, que no olvide apuntar un programa que se posicione ideológicamente con los problemas reales y que no pierda de vista que el último fin del Arte es proponer puntos de vista distintos con el objeto de enriquecer al público y de mejorar la res pública.