Insisto, ¿para qué?
Hace unos días fui a Madrid a repasar la cartelera de espectáculos. Disfrute con algunos de ellos y otros me hicieron cuestionarme un ¿para qué?. Me explico. Espectáculos con una vocación comercial. Digo comercial sin ningún tipo de pre-juicio. ¡Ojalá todos los espectáculos fueran comerciales!, en el sentido de ingresar por taquilla más que los costes que plantean los mismos. Dicho esto. Me encontré con propuestas que no tienen ni historia, ni un texto donde sujetarse. No es que sean espectáculos superficiales…peor, no son nada. No cuentan nada, no aportan nada. Con unas direcciones de actores rozando la caricatura, el histrionismo, rozando la vulgaridad. Chistes seudo progues, políticamente provocativos, para ir de modernos, llenos de tópicos. Escatológicos. Vacíos. ¿Para qué?
Todo esto se puede superar. De hecho, lo superan cuando alguno de estos espectáculos, además, son pretenciosos. Les quieren dotar de una trascendencia «barata», como si se tratará de fast food pero a precio de restaurante. ¿Qué público objetivo buscan? Lo intentan atraer con enganches publicitarios dudosos y de aquella manera. Después, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. ¿No esperan que el respetable salga defraudado? ¿Creen que el público que buscan no tiene criterio? ¿Piensan que volverán al siguiente?
Los tiempos que estamos viviendo nos exigen proponer al público proyectos artísticos que aporten algo a las personas. Que les haga reflexionar, o cuestionarse cosas. Espectáculos que planteen un contraste posterior, una mínima conversación aunque sea de 10 minutos en la cena ulterior. No sé. Algo. ¿Es obligatorio producir sin parar? ¿No hay equipos que leen los textos? ¿Hay crisis de ideas y de proyectos? Mi pregunta sigue siendo ¿para qué? Siempre he considerado al público individualmente como personas con sus gustos, inquietudes o intereses en diferentes grados y colores pero personas que piensan, entes pensantes. Y sobre todo, que pagan. Y merecen un respeto y que se les ofrezcan espectáculos que superen sus expectativas. Sabemos que para mucha gente el hecho escénico no es tanto un producto de cultura como de ocio o divertimento. Pero bueno, ofrezcamos algo con calidad, con un nivel mínimo, con un poquito de cariño.
Hay compañías jóvenes, emergentes a las que se les exige un esfuerzo inmenso para progresar. Compañías que tienen que sortear trabas, obstáculos y zancadillas por doquier. Muchas veces, no tienen ni la ocasión de evolucionar ni madurar. Reciben el rechazo institucional mientras otros, hagan lo que hagan, siempre son apoyados, subvencionados y promocionados. Aquí entramos en otro terreno. Quizás para otro artículo.
Por eso, no vale la complacencia, ni la justificación. Por eso mismo, antes de exponerse ante el público se debería hacer una seria reflexión y mantener una actitud autocrítica que se convierta en un filtro para evitar estas situaciones. Porque todo… no vale. Y además. ¿para qué?