Inteligencia múltiple y el teatro
Tal vez conozcan a Howard Gardner, un psicólogo que ha revolucionado el campo de la educación con su teoría de las inteligencias múltiples. Desarrolló dicha teoría hace casi treinta años, pero es ahora, gracias a varios premios de renombre que ha recibido, cuando ha salido a la palestra científica y educativa. Según Gardner el ser humano tiene al menos ocho inteligencias diferentes y no una como se pensaba (la que tradicionalmente se asocia con la inteligencia académica). Ahí va la lista: inteligencia lingüística, lógica-matemática, espacial, musical, corporal cinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista.
Dicen los más aventurados que este nuevo planteamiento llevará a modificar radicalmente la estructura educativa actual y, sin ser expertos en la materia, lo cierto es que una reflexión somera sobre el tema apunta en esa dirección. Si el objetivo de todo programa educativo, tanto en escuelas, institutos como universidades, es potenciar y desarrollar la inteligencia de los alumnos para que hagan frente a los diversos problemas que se encontrarán en el ámbito profesional y cotidiano, es evidente que la mayoría de los programas educativos resultan incompletos. De las ocho inteligencias planteadas por Gardner, la educación oficial de nuestros alrededores tan sólo desarrolla con profusión la lingüística y la lógica-matemática. «¿Ciencias o letras?», ésa ha sido siempre la gran dicotomía educativa a resolver. El resto de las inteligencias, aunque se apunten, resultan imposibles de desarrollar en su plenitud dentro del cerrado marco de las aulas, donde se mira más a los libros y a la pizarra que al mundo, y quedan forzosamente relegadas a un segundo plano.
El actual sistema educativo favorece el desarrollo de unos tipos de inteligencia sobre otros y como consecuencia de esta descompensación, las personas sólo evolucionan su inteligencia parcialmente, y lo que es peor, aquellas que nacen con el don de esas otras inteligencias, corren el riesgo sucumbir a la frustración y acabar en una mediocridad inmerecida. Así puede explicarse por ejemplo que haya tanto médico erudito ejerciendo sin la inteligencia emocional suficiente para tratar con personas, o que se pase por alto y hasta se desprestigie la inteligencia corporal de un niño, que en circunstancias idóneas podría ser un bailarín competente y ganarse la vida dignamente con ello. A la clásica dicotomía mencionada habría pues que adosarle más opciones: ¿Ciencias o letras? ¿Danza o deporte? ¿Visualización espacial o trabajo emocional? ¿Tal vez música? ¿O naturaleza? A la vista de las teorías de Gardner todas ellas son opciones igual respetables, igual de inteligentes.
Con este panorama uno mira al teatro y encuentra allí un campo insospechadamente atractivo para cultivar varias de las inteligencias mencionadas. La posibilidad de analizar y acercarse a grandes textos, clásicos o contemporáneos (inteligencia lingüística). La necesidad de poner en práctica la inteligencia intrapersonal -aquella relativa a las emociones y los sentimientos- a la hora de construir un personaje, para lo que es indispensable un manejo saludable del territorio emocional del actor. O de la inteligencia interpersonal, aquella que permite una comunicación fluida y rica con las personas del entorno, imprescindible en un arte colectivo donde destaca la labor de conjunto sobre la de los individuos. El teatro potencia asimismo la inteligencia corporal cinestésica, particularmente cuando el cuerpo se vuelve un importante elemento expresivo, pues para ello es necesario entrenar no sólo aspectos eminentemente físicos como la fuerza, la elasticidad o el equilibrio, sino la inseparable conexión entre el cuerpo y la esfera emocional. La inteligencia espacial y la musical son áreas que tampoco quedan lejos de la escena, siempre que el teatro ponga en juego también el arte de la imagen y la música.
La conclusión de todo ello es clara: ya sea de forma profesional o amateur, como actividad escolar o extraescolar, como juego incipiente o pasión tardía, la práctica del teatro es una manera saludable de poner en forma nuestras múltiples inteligencias.