Incendiaria en combustión

Introducción al ángel

La mayoría hablamos mucho pero oímos poco. Es posible que esto sea cierto. Y sin oír bien no puede existir la comunicación. Así lo dice el manual del buen oyente, donde se asegura que para oír bien una debe: colocarse frente a su interlocutor y mirarlo mientras oye, porque eso facilita la comunicación; oír sin interrumpir para dar a la otra persona la oportunidad de expresarse hasta el final; evitar distraerse con sonidos o acontecimientos alrededor, concentrándose de esta forma en oír a la otra persona; no preparar la respuesta mientras el otro habla para no perder qué quiere decir realmente y evitar malentendidos…así hasta trece consejos que nos invitan a salir de nosotros y de nuestros prejuicios para estar con el otro mientras el otro nos habla, para no convertirnos en ese mayor sordo que es aquel que no quiere oír.

Desde hace varios años trabajo con el grupo de teatro de la Sociedad Cultural y Deportiva de Matamá, en Vigo. Se trata de un grupo de diez personas que hace tanto teatro como compañía y que ha ido creciendo tejido con los lazos familiares de actores y actrices cuyos vínculos aparecen y desaparecen entre personas y personajes. Dentro de la dinámica del grupo, el pasado mes de marzo surgió la necesidad de sustituir a uno de los compañeros e inmediatamente uno de los actores aseguró que él podía encargarse del papel desde ese mismo día. «¿Y no vas a tener problemas con el texto?», preguntamos. «No», respondió. «¿Te sabes el texto?», insistimos. «Claro que me sé el texto. Me sé el texto de todas las escenas en las que estoy». Y no era una cuestión de oportunismo, era una cuestión de sincera necesidad. Ese actor tan disponible y tan capaz se llama Ángel y tiene una pérdida auditiva del 70%. La suya es una condición que no le impidió encarnar con éxito el rol de Don Perlimplín en «O amor de Don Perlimplín con Belisa no xardín», de Federico García Lorca y que ahora tampoco le impide abordar un excéntrico Eduardo Pondal y asumir a Manuel Curros Enríquez en la versión que el grupo realiza de «Rexurdimento», del compañero Afonso Becerra de Becerreá.

Desde un principio fue increíble ver el gran talento que Ángel mostraba para la comedia, el olfato para generar gags y lo asentada que en su interior estaba la lógica de la acción y la reacción. En un principio podría parecer solo acercarse a la escena con sentido común pero había algo más. Después de todo, no se trata de memorizar un texto, se trata de un estado de concentración y de atención que Ángel necesita para estar seguro en lo que hace. No se trata solo de estar atento a su texto y al de los compañeros, se trata de hacer escénicamente con el texto y con los compañeros. No se trata solo de decir, se trata de hacer. Se trata de entender que la buena escucha no es cuestión de oído, sino de entrega y dedicación, de atención y de disponibilidad. Eso que debemos hacer para que la comunicación exista tanto sobre el escenario como fuera de él.

A partir de ahora, además de tener duende, espero que todo trabajo tenga ángel.


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