Críticas de espectáculos

ISABEL PANTOJA

ISABEL PANTOJA YO NO SÉ DE DONDE HAS SACADO, NIÑA, ESA VOZ Por PABLO VILLAMAR Descubrí a Isabel Pantoja en América, donde ya era figura, hace años. La gente se sabía de memoria sus canciones. Casi todas del ciclo de José Luis Perales, que le escribe o le escribía, temas románticos, baladas, algunas con ritmo pop, «Se me enamora el alma», «Hoy quiero confesar», «Marinero de luces», «Era mi vida él»…que, sin duda es el género que mejor le va, y que la sitúa por encima de la tonadilla y la copla, y por la que pasará a la historia. Cada vez que se nombraba a España, decían «la Pantoja». Una buena embajadora de nuestro país, sin recurrir a los tópicos de otras cantantes para demostrar su españolismo. A través de la televisión, el disco, el casette, pero sobre todo, a través de la radio, que yo oía, alguna vez, sin atender demasiado. Empezaban los primeros compactos, pero yo no tenía tiempo de escucharlos. Cuando lo hice, me impresionó su voz. Pensé, no obstante, que podía ser producto de la técnica, de los sentetizadores. Fué en una emisora de radio, cuando me pusieron los auriculares y la escuché directamente en los oídos que es como escucharla en el cerebro y de ahí al corazón. Nunca me había emocionado tanto una voz. Me disculpé a mí mismo por la lejanía con España, la nostalgia y todo eso. Hasta que pude verla en directo, ante el público, sin «plays-backs» ni otro tipo de artilugios. Un descubrimiento. No sólo como cantante, si no porque Isabel representaba el drama y la alegría, el desengaño y la pena del pueblo andaluz, nunca bien valorado ni comprendido. Luego, el amor callado, o no correspondido o la frustración ante la súplica. El alma de Andalucía entera. Cuando regresé a España y me pusieron al día de la vida social de los artistas, que todos los días se exhibían, se siguen exhibiendo, y cada vez más, en todo tipo de medios de comunicación, sin rebozo alguno, contando los pormenores de su vida íntima, la verdadera y la falsa, me dí cuenta de que la figura de la Pantoja, se agigantaba por su discreción, que era,es,diferente, que no está en ese rollo, que a ella lo que le va y para lo que sirve, es para cantar y que no precisa de otro tipo de marketing. Y que sólo a través de las composiciones y los versos, primero de Perales (lo mejor) y luego de Juan Gabriel, se van desgranando, a retazos, aspectos de su vida, convirtiéndola en un mito, siendo todavía un ser humano. Ya en España, la he visto actuar en su Andalucía -en la mía por afinidad-, en un escenario al aire libre y «sola», como dice en otra de sus creaciones. Sin escenografía, ni coreografía, ni dirección escénica, ni espectáculo. Ella delante y atrás sus músicos, la orquesta. Un micrófono, un foco y a cantar. Ni tan siquiera fué anunciada por los altavoces. Esa forma hortera y de incorrecta sintaxis, con que nos tienen acostumbrados locutores y cronistas al uso: «A continuación ante ustedes y para todos ustedes…» Y, los espectadores, que nunca son tontos, comentan entre sí, perplejos…»Claro, pues para quién iba a ser, para eso estamos aquí». Pero con ella no se da este caso. Con ella no vale. Ella no es anunciada. Sale de improviso a escena, y se coloca ante la batería del tablado. La gente aplaude con entusiasmo. Ella se inclina y dice: -Gracias. Sólo eso. Nada más. Y empieza a cantar. A cantar como si tuviera prisa. Sin hablar con el público. Sólo lo imprescindible. ¿Para qué más? Y ahora en su tercera etapa. Con músicos y letristas nuevos: Roberto Livi. Juan Marcelo, Rafael Ferro, que vuelven a insistir en relacionar sus canciones con fragmentos de su vida pasada en donde «no encuentra la salida», pero mantiene la esperanza. -Gracias -repite de nuevo y, al finalizar «adios». Sóla en el escenario y fuera también. Es la soledad del gran intérprete que, a más admiradores, más fans y más público, menos compañía. Después, cuando todos se marchan, cuando de apaga el goce de la representación, es cuando se hace más patente la soledad del artista,(como sucedió con el maestro Andrés Segovia, siempre sólo en los aeropuertos, sólo no, con su guitarra) hasta que, al día siguiente, o a la siguiente semana, se reanude otra vez el trajín de los ensayos, los viajes, las galas, la borrachera del éxito, enganchándola de nuevo en la más dulce de las drogas, la más terrible también. ¿De donde has sacado, niña, Maribel, Isabel, esa voz…? Nadie lo sabe. Es un misterio. Porque no es la técnica, ni la tesitura, ni el timbre, ni la proyección, con poseer todo eso, tal es su importancia, si no que hay algo más y no caigamos en el ángel o el duende…Es algo más profundo, es ese pozo de agua fresca que tiene en la garganta, y donde se juntan el quiebro y el quejío y el llanto, de un pueblo que ha sufrido demasiado, y esa verdad con que la intérprete lo expresa, es lo que te hace poner el vello de punta y un nudo, como un pájaro, que se hubiera colado también, en la garganta del espectador PABLO VILLAMAR


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