Velaí! Voici!

Jardín zoológico de cristal. Jorge Silva Melo. José Leitão. Ponte de Lima

Acaba de salir, en gallego, O facedor de teatro (Der Theatermacher, 1984), de Thomas Bernhard, en traducción de Catuxa Pato, editado por Galaxia en la colección Biblioteca ESAD de Galicia. En el prólogo, entre el certero análisis de la obra, Joan Giralt urde una maravillosa definición cuando dice que el “poema dramático” es una “máquina óptica de palabras que ahora llamamos desplazadamente teatro” y que tiene sus orígenes en la fiesta y en el ritual.

Máquina óptica de palabras. Fiesta. Ritual.

El teatro podría ser, también, un jardín zoológico de cristal, en tanto en cuanto nos presenta lo ordinario como algo extraordinario, en tanto en cuanto nos muestra la fragilidad de las personas, de las relaciones y de las acciones frente a la robustez de los sueños y los deseos.

Un cristal, el del jardín zoológico del teatro, que separa los haces de los rayos de luz mostrándonos toda la gama de colores que los conforman.

Un cristal, el del jardín zoológico del teatro, que, además, actúa como lente amplificadora, en esa máquina óptica que es el poema dramático y que, como en un laboratorio, nos permite gozar del examen de lo que somos, de lo que fuimos, de lo que podemos ser.

Un cristal, el del jardín zoológico del teatro, que, según la posición, también puede reflejar nuestra mirada y entrar en ella.

¿Y la fiesta? La fiesta implica comunidad y libertad, la fiesta implica a los cuerpos. El teatro es una fiesta.

Hace unas semanas descubrí un lugar encantado, el Teatro Diogo Bernardes, en Ponte de Lima (Portugal), que dirige Ovídio de Sousa Vieira.

Acudí allí, el 24 de noviembre de 2017, para ver la última creación de la veterana compañía portuguesa Teatro Art’Imagem, cuyo título me llamó poderosamente la atención: O Fascismo [Aquí] Nunca Existiu! (2017).

¿Por qué me llamó poderosamente la atención este título? Seguramente porque estamos en unos momentos en los que, a raíz de la emancipación catalana respecto a la monarquía del Estado español, la unidad patria está despertando actitudes muy de derechas y ecos de tiempos pretéritos.

También acudí porque con O Fascismo [Aquí] Nunca Existiu!, el dramaturgo y director José Leitão inicia una trilogía sobre la historia reciente de Portugal, desde la dictadura de Salazar hasta nuestros días. Un trabajo de memoria histórica en el que lo social, a través de la documentación, y lo personal, a través de los propios recuerdos de Leitão, se tejen para ofrecernos algunos puntos de referencia que nos pueden permitir situarnos con mayor orientación en la encrucijada del presente.

Unas semanas después, el 8 de diciembre de 2017, he vuelto a acudir al Teatro Diogo Bernardes, en Ponte de Lima, atraído por la programación de Jardim Zoológico de Vidro (The Glass Menagerie, 1945) de Tennessee Williams, dirigido por uno de los directores veteranos de más renombre de Portugal, Jorge Silva Melo, con la compañía, por él fundada en 1995, Aristas Unidos.

Artistas Unidos tiene su sede en el Teatro da Politécnica de Lisboa y promueven la colección “Livrinhos de teatro” en la editorial Cotovia, en la que puede encontrarse un impresionante catálogo de textos de literatura dramática contemporánea internacional y también algún texto clásico. Los “Livrinhos de teatro” de Artistas Unidos me han permitido acceder a textos fascinantes de la literatura dramática griega, alemana, irlandesa, italiana…

El 8 de diciembre acudí al Teatro Diogo Bernardes, en Ponte da Lima, atraído por la oportunidad de volver a ver otra escenificación de The Glass Menagerie de Tennessee Williams, que, como expondré un poco más adelante, también funciona como máquina óptica de los tiempos actuales. Los de una juventud sometida a un sistema económico privativo que frustra y desaprovecha potencialidades.

Acudí atraído porque el poema dramático de Tennessee Williams estaba orquestado por Jorge Silva Melo, un maestro del teatro portugués, y yo siempre he buscado a los maestros porque no creo en la generación espontánea.

Acudí atraído, además, porque entre el elenco se encuentra un actor prodigioso, João Pedro Mamede, que me había impresionado en su interpretación del monólogo de Lars Nóren titulado 20 de Novembro, dirigido, entonces, por Francis Seleck y que pude ver en junio de 2013 en los Festivais Gil Vicente de Teatro Contemporáneo de Guimarães. (Puede leerse, al respecto, mi artículo titulado “Provocación atractiva”, publicado en esta misma sección de Artezblai el 21 de junio de 2013.)

En esta ocasión, además, descubrí a otros actores y actrices que, junto a João Pedro Mamede, cautivaron al público del Teatro Diogo Bernardes de Ponte de Lima con su Jardim Zoológico de Vidro.

Y, finalmente, ¡cómo no!, acudí atraído por la acogedora y bonita villa de Ponte de Lima. Acudir al teatro en lugares como Ponte de Lima, lejos del estrés de las urbes, es como entrar en un jardín que delecta los sentidos y nos predispone para poder apreciar con mayor atención y amplitud.

JARDIM ZOOLÓGICO DE VIDRO de Tennessee Williams, por Artistas Unidos (Lisboa) con dirección de Jorge Silva Melo, es un trabajo delicado, lleno de sutilezas, sin pasar por la crispación psicologista de otras escenificaciones que he visto de esta misma obra.
Me ha causado admiración la sensación de fluidez y sencillez con la que las dos actrices y los dos actores transitaban por las situaciones dramáticas diseñadas por Tennesse Williams.

También me ha causado admiración la delicadeza en el trazo de todos los personajes, dentro de una singular individualidad que, no obstante, no borra sus dimensiones sociales: esa clase trabajadora que aspira al bienestar y, en el caso de Tom, el hijo, a la autorrealización personal.

Es la primera vez, en el escenario, que en Tom, el hijo, interpretado por João Pedro Mamede, encuentro una ambigüedad que remite, con leves pinceladas, al propio autor de la obra, como si se tratase de su alter ego. De hecho, sabemos que esta pieza tiene muchas coincidencias con la propia biografía de Williams.

Por otra parte, me causó admiración, también, esa conexión que proyecta la escenificación de Jorge Silva Melo con el momento actual, desde unas nuevas generaciones que pugnan por abrirse camino, en un sistema que los condena a un trabajo precario, que no contribuye al desarrollo de sus potencialidades ni personales ni profesionales. 

La dependencia de Laura, la hija, por las consecuencias físicas de una pleuresía, que la deja al margen de los cánones diseñados por la sociedad para las chicas. Laura es interpretada por Vânia Rodrigues desde la contención y una timidez austera, sin concesiones al victimismo ni a la sensiblería.

Tom, el hijo, que escribe, en secreto, poesía, trabaja en un almacén de zapatos y escapa de esa vida gris yendo al cine compulsivamente. Él es quien, al mismo tiempo, actúa como narrador de esta historia, como alguien que no solo vive la vida sino que es capaz de observarla y, al describirla, dar el primer paso en la redención e independencia.

Por otra parte, también está su amigo Jim, interpretado por Guilherme Gomes, que trabaja en el mismo almacén, pese a que, cuando iban al instituto, era el héroe admirado por todos. Jim, ahora estudia, por las noches, dos carreras, de esas que se venden como las carreras con futuro (marketing y una ingeniería), pero mastica la misma amargura que el resto.

Como contrapunto, la madre, Amanda Wingfield, de aquella otra generación posibilista. La madre controladora, magníficamente interpretada por Isabel Muñoz Cardoso. Amanda quiere mover los hilos y administrar la mermada empresa familiar, que había quedado desestructurada con la huida de su marido. Pero el modelo estándar de familia semeja caduco y sus intentos acaban por resultar infructuosos. Isabel Muñoz Cardoso dota a Amanda de las dosis necesarias de euforia y exigencia, con una alegría obligada, que viene a ser como un clavo ardiendo al que hay que agarrarse para mantenerse a flote. La elegancia en el movimiento es el más claro símbolo de la capitana que sabe mantener el tipo para que el barco no se acabe de hundir.

Ha sido un placer ver este Jardim Zoológico de Vidro de los Artistas Unidos. Dos horas en las cuales las luces suaves y la penumbra, o la candidez de las velas, dejan entrever cuadros en los que las actrices y los actores siempre están en la actitud y en la posición adecuadas para que la imagen escénica adquiera múltiples dimensiones y se preste a la emergencia de un sentido de verdad. Esto deriva de la seguridad y la convicción en la actuación, pero también de ese eco propiciado por una imagen escénica que evoluciona rítmicamente en lo morfológico (la plasticidad de los movimientos, gestos y posiciones) sin cerrarse en la fábula, sino abriendo cada momento a múltiples sugestiones (porque la verdad nunca es una).

O FASCISMO [AQUÍ] NUNCA EXISTIU!, de José Leitão y Teatro Art’Imagem, inicia una trilogía sobre la historia reciente de Portugal. La historia que cabe dentro de la existencia de una persona, en este caso el propio José Leitão. Por tanto, se trata de rememorar la historia de un país, que se teje con la biografía de una persona que nunca ha desistido de la conciencia sobre el contexto en el que ha crecido, tal cual esta pieza nos muestra.

El espectáculo, interpretado por Flávio Hamilton, Inês Marques, Luis Duarte Moreira, Patrícia Garcez y Susana Paiva, junta tres actrices y dos actores de diferentes generaciones que no vivieron la dictadura de Salazar y que asumen esa época sin afán historicista, sino desde la ejemplaridad del propio juego teatral.  Actrices y actores que hacen de emisores, en juego, de una selección de capítulos de la historia portuguesa ofreciendo, por tanto, una lectura más épica que dramática.

O Fascismo [Aquí] Nunca Existiu! alterna la recreación de escenas emblemáticas del tiempo de la dictadura, protagonizadas por las gentes del pueblo, otorgándole una especial relevancia a las mujeres que sufrieron tortura y otros abusos, con secuencias más informativas y corales, en las que el elenco realiza coreografías de grupo que generan imágenes icónicas evocadoras (el trabajo en las minas, la lucha militar, las labores agrícolas, las manifestaciones en las calles…)

Como telón de fondo, fragmentos documentales audiovisuales, en blanco y negro, acaban de afirmar esa voluntad histórica. De este modo, la pieza de José Leitão y Teatro Art’Imagem contradice su propio título para erguirse como un grito contra la amnesia.

 

 


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