Javier Villán y la mala conciencia
Javier Villán, a quien sólo conozco de un par de conversaciones telefónicas con motivo de las Jornadas del Círculo de Bellas Artes dedicadas a Sastre a las que me invitó, me hace varias recriminaciones en dos artículos publicados en la revista Artez: “Una familia entre el rigor y la libertad creadora” (nº 158) y “Salutación a Alfonso Sastre, con un prólogo y una coda” (nº 159). Dado que estas recriminaciones son injustificadas y afectan a mi trabajo intelectual me gustaría aclarar algunas cosas para los lectores de esta revista.
En el primer artículo Villán (no le llamaré con su segundo apellido como sí hace él conmigo) escribe respecto a mi recién publicada edición de tres textos teatrales de Sastre (Teatro, Madrid, Akal, 2010): “Estas Jornadas [se refiere a las del Círculo de Bellas Artes], al igual que el estreno por aquellas fechas de Dónde estás, Ulalume, dónde estás, (Pérez de la Fuente, teatros Marsillach de San Sebastián de los Reyes y Albéniz) han sido prácticamente ignoradas por César [de] Vicente Hernando en la cronología sastriana de un reciente tomo de bolsillo (Akal); dicho sea de paso, Vicente Hernando participó en ellas y escribió la introducción de Los hombres y sus sombras. Así se escribe la historia”. Además de la curiosa expresión (me parece difícil que algo sea “prácticamente ignorada” sino, más bien, o es ignorada o no lo es) lo cierto es que esas jornadas se citan en la página 139 de la cronología. Respecto a lo segundo, y ya que no debe haber leído el volumen, siguiendo el criterio de la edición sólo se hace referencia en el “Apéndice 1” (pp. 351-355) a los estrenos de sus piezas, no a otras representaciones. Por cierto, la invitación a escribir la introducción a Los hombres y sus sombras procedió de Jesús Campos y no de él.
En todo caso, lo que añade es algo así como una recriminación por no haberle agradecido (supongo suficientemente) la invitación a las jornadas del Círculo de Bellas Artes (obviemos la sorprendente inversión que da Villán a este asunto y el hecho de que yo haya participado en numerosas jornadas y homenajes a Sastre antes que ésta organizada por Villán), porque Villán vuelve a repetirlo en su segundo artículo iniciado con las frases “Este texto fue leído en el reciente homenaje a Alfonso Sastre en Hondarribia. Posiblemente no le guste nada a César de Vicente Hernando. Pero eso no importa; a mí tampoco me gustan las cosas del señor Hernando y, sin embargo, le invité a las Jornadas celebradas en el Bellas Artes. Váyase lo uno por lo otro”. Podría ser una fijación, pero no lo creo. Veo, además, que las palabras que dijo cuando hablamos por teléfono acerca de las cosas que había leído mías y que le habían interesado eran falsas. Dos artículos recriminándome tiene que ser por algo más importante. Deduzco, por la rimbombancia de sus palabras en el primer artículo (concluye con un enérgico “Así se escribe la historia”) que por aceptar una invitación a unas jornadas no debía haber escrito nada crítico, parece ser, sobre Villán (lo que, en efecto, es una práctica común en el corrupto mundo académico de Congresos, Jornadas y tesis doctorales, hecho incluso argumento de varias novelas). En este caso, y por lo que señala en su segundo artículo, que no debía haber escribir contra el lamentable artículo que Villán publicó en El Mundo, “El malditismo de un maketo”, como hice en un texto que publiqué en la página electrónica del medio de información Rebelión, “Garantía para Alfonso Sastre”. En este artículo no se “acusa” (como él afirma) a Villán, simplemente se incluye su texto entre otros dos ejemplos de los muchos que salieron en junio de 2009 y que atacaron a Sastre porque, como mínimo, leyeron mal un escrito de éste en Gara. Que el artículo de Villán no ayudó en nada a poner un poco de cordura en la espiral desatada por la vergonzosa entrada que Rosa Díez escribió en su blog contra Sastre sino que, al contrario, favoreció el linchamiento mediático de Sastre me parece que es evidente si se lee el texto de Villán y se tiene presente el contexto en el que salió. Tampoco confundo (como él afirma) el culo con las témporas, porque yo no le mezclo con el intento de linchamiento mediático que inició en 1997 Vicente Molina Foix, sino que digo que lo ocurrido con Sastre en 2009 ya había pasado en 1997. Le concedo a Villán el que su participación en este segundo linchamiento haya sido por torpeza y sin quererlo (de hecho la parte que dedicaba a Villán se iniciaba con las palabras “el lamentable texto del escritor Javier Villán es especialmente sorprendente viniendo de alguien que se reconoce amigo de Sastre y admirador de su obra”). Supongo que la soberbia con que dirige sus recriminaciones contra mí son fruto entonces del efecto negativo para Sastre que produjo su artículo y de la mala conciencia que tiene por no haber defendido una necesaria lectura razonada y serena de lo que realmente decía Sastre en Gara, sumándose así (y no restándose) a lo que Rosa Díez y compañía quisieron leer, éstos sí, por mala intención. Tampoco digo que Villán tratara de “desideologizar” (como el afirma) el teatro de Sastre (de hecho ni aparece esa palabra en mi artículo) sino que, escribía yo, trata de “apartar su obra teatral de estas mismas opiniones [políticas]”, y le ponía como ejemplos Los hombres y sus sombras, Análisis espectral o Cuatro dramas vascos, obras todas ellas en las que se profundiza en la conflictividad política de la violencia, la tortura, la independencia, etc. y que participan de sus ideas políticas (como no podía ser de otra forma). Es posible que yo no entienda bien este fragmento que entresaco del artículo de Villán y, por tanto, que Villán no está tratado de separar en el mismo una cosa (la obra teatral de Sastre) de la otra (sus posiciones políticas) pero me parece que es claro: “Se puede admirar el teatro de Alfonso Sastre, como lo hacen tantos, nada sospechosos de terrorismo separatista, y manifestar, a la vez, un estupor absoluto, por el turbador estrambote, moral y estilísticamente ajeno al núcleo de ese artículo [el artículo de Sastre en Gara] sobre la retórica entre palabra y política”.
En su segundo artículo concluye su “prólogo” (o más bien descargo de conciencia) afirmando que ha tratado de impulsar “la presencia escénica de la obra de Sastre” [a lo que habría algunas cosas que decir] entre ellas Demasiado tarde para Filoctetes, El camarada oscuro o Los hombres y sus sombras”, pero que “lo único que pretendo es que esa representación no caiga en manos como las de César de Vicente Hernando, políticamente estériles y teatralmente insignificantes”. ¿Cómo sabe Villán que las más de treinta representaciones que hicimos de Los hombres y sus sombras han sido “políticamente estériles”? ¿Cómo valora esto? ¿Con qué criterio? Y, más, ¿cómo sabe que nuestras representaciones de esta obra son “teatralmente insignificante”? ¿Qué representación vio? ¿La de 1991, la de 1999, la de 2003? ¿Se equivocó la crítica periodística que las valoró positivamente? ¿Es fiable el criterio estético de alguien que afirma que la representación del montaje de Dónde estás Ulalume, dónde estás dirigido por Juan Carlos Pérez de la Fuente “ha sido la mejor representación de Sastre hecha en España”? ¿En serio es la de Pérez de la Fuente, una representación “políticamente fértil”? ¿En qué?
No, Sr. Villán, así no se escribe la historia.
César de Vicente Hernando
27 de julio de 2010