Joel Pommerat o la fuerza del grupo
Es autor, director, maestro, sólo le falta ser actor para ejercer los principales roles de una compañía. Entre las personalidades de teatro que cosecharon éxitos y aplausos en 2015 encontramos a Joel Pommerat, de 52 años, una verdadera excepción en el teatro francés. Un éxito que se basa en la fortaleza de su compañía teatral: Louis Bruillard.
Recordemos que en la historia del teatro está la compañía: Molière, en Francia, con su evolución hacia la Comedie Française (Comedia Francesa), Shakespeare y su Teatro Globo, El Teatro de Arte de Moscú con Stanislavki, y por supuesto que hay muchos ejemplos que se me escapan. Pero debo mencionar dos importantes ejemplos japoneses, el excepcional teatro de marionetas Bunraku y el famosísimo Teatro Kabuki.
En Francia la compañía sigue siendo el semillero de la creación: además de la mencionada Comedie Française, con los Teatros Nacionales de diferentes regiones, se cuenta con el Théâtre du Solei de Arianne Mnouchkine que durante más de 40 años ha sido un semillero de creaciones y actores, y la mejor época de Peter Brook ocurrió cuando tenía su compañía de teatro en París, en Centro Internacional de Investigaciones Teatrales. Ahora Joel Pommerat con la compañía Louis Brouillard confirma el vigor y fuerza de la compañía teatral.
Joël Pommerat es un extraño cometa en la dramaturgia francesa. No proviene de ninguna escuela, misma que dejó a los 16 años antes de pasar su bachillerato y se ha forjado de manera independiente con un trabajo continuo desde hace 25 años.
En el mundo del teatro navegar por las aguas del éxito suscita el canto de las sirenas, seducción en la que frecuentemente caen los mejores: trabajar con actores de éxito comercial, o dirigir un Centro Dramático Nacional, o pasar al cine, o escribir otro género que esté más en boga, la novela por ejemplo o desintegrarse porque el éxito suele ser tan pesado de llevar como el fracaso. Pommerat no ha cedido a ninguna de estas tentaciones, tal vez porque ha elegido una forma de vida monacal en donde su único horizonte es su compañía de teatro, su equipo a la búsqueda de un puerto en donde hacer escala, a saber las noches de espectáculo, por lo que pueden presentarse en varios escenarios del mundo, en los mejores teatros.
La traducción del nombre de su compañía, Louis Brouillard podría ser Juan Bruma, en donde el patronímico Louis es honor a su padre que falleció cuando Pommerat tenía 15 años y la bruma porque en el teatro nunca hay una certeza cabal hasta que se llega a buen puerto y aún así, cabe preguntarse ¿adónde llegamos? Y cada noche es diferente aunque sea la misma.
Otro secreto de esta compañía es la Fidelidad, así, con mayúsculas y negritas. Pommerat ha sido fiel a sus actores, a sus administrativos, a su iluminador-escenógrafo. Un navío en el que todos ganan lo mismo, todos avanzan, todos arriesgan, del director al más reciente de los actores. No obstante Pommerat reconoce públicamente que él gana más que los otros por sus Derechos de Autor.
Uno de los éxitos teatrales de 2015 en Francia fue la presentación de Ça Ira (1), fin de Louis que rompió todos los records de asistencia en el Teatro de Nanterre en las cercanías parisinas. La obra dura más de 4 horas y el público queda pasmado, sin aliento ante esta reconstrucción actualizada de la Revolución Francesa. De acuerdo con lo declarado por Pommerat no se trata de hacer una reconstrucción histórica, (que lo ha intentado el cine sin mucho éxito) sino de encontrar los mecanismos que llevan a una Revolución y lo que hace que esos movimientos populares fracasen. El plan de Pommerat es de hacer tres obras sobre el mismo tema. Empresa colosal si las hay, es como si en España por fin se decidieran a hacer una versión teatral de La Guerra Civil, más allá de las dolorosas anécdotas, como un movimiento global de la historia. Y en esto nos recuerda que Shakespeare reconstruyó etapas históricas de Inglaterra no como una tarea didáctica, sino para ver el mecanismo del destino y de la historia. Pommerat parte del mismo principio, ayudado por sus actores que desde el principio participan en la creación. De hecho todo el equipo entra en acción una vez lanzada la máquina, y los resultados del trabajo colectivo saltan a la vista por la fuerza que tiene este espectáculo que es la culminación de un largo y minucioso camino. Hay talento, hay creatividad, pero también hay paciencia, labor cotidiana, humildad, y el don de saberse equivocar y reconocerlo para adoptar otra solución.
Casi podríamos decir al pensar en Joel Pommerat: Viva la compañía teatral el único camino para que el teatro avance más allá de sus límites.
Enrique Atonal, enero de 2016…