Juan Mayorga o la vindicación del dramaturgo
Juan Mayorga recibirá el Premio Princesa de Asturias el próximo mes de octubre en el Teatro Campoamor de Oviedo. Este reconocimiento a su talento significa también un homenaje al oficio del dramaturgo, personaje indispensable para la escena a pesar de los esfuerzos para disminuir su influencia.
En el siglo XX, el principal cambio surge por parte de la dramaturgia, el llamado Teatro del Absurdo, con Samuel Becket y Eugene Ionesco a la cabeza, transformación profunda del lenguaje teatral que ha seguido hasta ahora impulsado por esa asociación necesaria, dramaturgo-director escénico. Puede variar en binomio, pero ese pilar es indispensable para que aparezca el verdadero portento de la escena: la actriz, el actor y los personajes que representan. Porque sí, lo queramos o no, nos guste o no, es el actor el dueño de la noche. Sin su presencia no hay teatro… Bueno y también estamos nosotros, espectadores que damos volumen a la experiencia teatral, y la hacemos más rica, más compleja.
Pero regresemos a Juan Mayorga, talento y modestia: …trabajar en esta casa es una responsabilidad para la que no puede avalarme lo poco que hasta hoy he hecho, sino lo mucho que desde hoy debo exigirme dijo Mayorga en su discurso de entrada a la Academia de la Lengua, un texto que tituló Silencio y que ahora se representa en un teatro con la actriz Blanca Portillo dirigida por el propio Mayorga. Del Silencio de esa entrada a la Academia de la Lengua extraemos esta cita a la que le damos ritmo de poema:
En el escenario, cuando todo calla, oímos el paso del silencio…
El Silencio
Frontera
Sombra
Y ceniza
de la palabra
Amor a la palabra, a la literatura, a la ciencia, pero sobre todo al teatro, espacio que como en la antigüedad reúne todas las artes, espacio en el que Mayorga se siente un artesano…
La materialidad de la voz y de su silencio basta para contradecir a quien reduzca el teatro a su literatura.
En el teatro, arte del desdoblamiento, también el espectador se escinde entre quien es y sus otros.
Modestia activa la de Mayorga, modestia de quien trabaja y sabe que labora en la línea que otros han trazado, que avanza por terrenos ignotos que le es dado conocer y por los que avanza como un adelantado en busca de su ciudad-tesoro. Los modestos que se muestran siempre me han resultado sospechosos como quien esboza una forma de soberbia encapuchada, son los reyes del no soy nada, para expresar una superioridad disfrazada. Mayorga tiene una modestia como la de Mandela, que a pesar de sus 37 años de cárcel fue capaz de trabajar con alegría y empeño en la construcción de su país sin ánimo de revancha, o la de José Mújica, el expresidente de Uruguay que se retira de la vida política sin otro pesar que la de dejar de servir a su país como Senador.
Modestia activa la de Mayorga que al entrar a la Academia de la
Lengua augura que su paso por ahí será temporal, mientras que la palabra quedará en esa institución, o cuando se reconoce un coleccionista de frases proferidas en el metro, en la calle o en el restorán, en un jardín, en una cabina telefónica, para ofrecerlas más tarde en un foro.
Así lo conocí en París, escritor multipremiado en España que llegaba a la capital francesa sorprendido de ver sus obras representadas con éxito y dirigidas por Jorge Lavelli, cuya representación en Madrid de Doña Rosita la soltera con la inolvidable Nuria Espert, le había descubierto el poder del teatro. Himmelweg, El chico de última fila, Cartas de Amor a Stalin, las tres obras dirigidas por Jorge Lavelli que se convirtió en su promotor en Francia. Recuerdo a Mayorga como un cómplice en las entrevistas, dispuesto a responder y confirmar lo que se veía en escena. Un amigo de toda la vida a quien veía por primera vez, cargado de premios y sin ninguna pretensión, teatrero de corazón.
Ahora esperamos con curiosidad lo que será su discurso ante los reyes de España, ante la comunidad teatral que regresa a los premios Princesas de Asturias, lo que marcará el signo de madurez de este pilar del teatro en lengua española en el mundo. ¡Enhorabuena una vez más, Juan Mayorga!
Enrique Atonal
París, julio de 2022