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La amnesia de Clío. Una ópera Voadora de Fernando Buíde

A amnesia de Clío (La amnesia de Clío) es un buen título, no solo por su sonoridad eufónica sino porque parece una metáfora del devenir. Clío es la musa de la historia y es curioso como la sociedad tiende a olvidar la historia cuando, por ejemplo, vota a un partido político que defiende explícitamente la xenofobia, el machismo, la homofobia. La historia nos ha dejado capítulos terroríficos sobre gobiernos de ese talante y, sin embargo, ahí está el ascenso de la ultraderecha en España y en diferentes países de Europa.

 

Por otra parte, la historia se basa en la memoria, pero no suele ser neutra ni ecuánime. Se trata de un relato y, como tal, establece una selección, ordenación y jerarquía de los sucesos y personajes. Así pues, la historia es, en cierto sentido, un ejercicio de poder, en tanto en cuanto, establece un canon, nombra a unos y omite a otras.

Hay gobernantes que ambicionan hacer historia. Acontece mucho con algunos de los presidentes de los EEUU, ya sea llevando el país a una guerra, con la coartada de la seguridad, aunque luego sea un negocio armamentístico en el que sus familias se lucran, ya sea a través de medidas populistas y agresivas como levantar muros contra la migración o aranceles contra las importaciones de productos. En el primer caso podemos hablar de George W. Bush, en el segundo de Donald Trump, personajes megalómanos, en cierto sentido psicópatas, que son materia para la ficción, cine, teatro, ópera…

De alguna manera, la historia se ve vapuleada por personajes de esa calaña.

Recientemente, el domingo 10 de noviembre de 2019, fecha de los comicios electorales españoles de los que salió venciendo un nutrido grupo de ultraderecha, se produjo un milagro en Galicia: el estreno de una ópera contemporánea gallega, titulada A amnesia de Clío. Es un milagro porque en Galicia no tenemos una estructura cultural fuerte, debido a la minorización de los presupuestos económicos para este ámbito. No tenemos instituciones, en el ámbito de las artes escénicas, que permitan el desarrollo óptimo de la danza, el teatro, el circo y la ópera. No hay teatros de ópera ni hay teatros de danza ni hay teatros de teatro con direcciones artísticas. El Salón Teatro del Centro Dramático Galego sí tiene una especie de dirección artística, pero sin una independencia respecto al poder político y, por supuesto, con un presupuesto económico mínimo que solo le permite realizar una producción anual y algunas pequeñas coproducciones, así como una programación limitada de bajos presupuestos. Con estas restricciones es imposible desarrollar un proyecto artístico solvente y que pueda tener alguna repercusión. El resto de los teatros municipales de las ciudades gallegas tienen, por lo general, a su frente, funcionarias/os que son técnicos de cultura supeditados a la concejala o concejal de turno. Programan aquello que les parece que puede tener éxito y hacen lo que pueden y lo que saben, dentro de un repertorio de muchas otras tareas municipales, entre las cuales la programación del teatro solo es una más.

Además de esto, las artes escénicas en Galicia son algo excepcional y no un hábito cultural regular. El teatro solo se programa un día o dos a la semana. Si ese día no te has enterado, porque la publicidad es mínima también, o porque no te va bien ir ese día por lo que sea, te quedas sin ver el espectáculo. De esta manera, es casi un milagro que los espectáculos tengan el público que tienen, sin la oportunidad de estar más tiempo en un lugar para que se pueda generar el hábito. La danza es residual y con el nuevo circo gallego acontece algo parecido, pese a que tenemos artistas y compañías de primer nivel.

En este contexto que se estrene una ópera contemporánea gallega es un milagro, más aún con la factura compleja y exigente con la que Voadora y Marta Pazos han estrenado A amnesia de Clío, de Fernando Buíde.

Anteriormente, en el 2008, Amigos da Ópera de A Coruña, también habían estrenado la ópera gallega O arame (El alambre), del compositor Juan Durán, con libreto del dramaturgo Manuel Lourenzo, quien también asumió la dirección escénica. O arame es una ópera de cámara en un acto, se estrenó el 13 de septiembre de 2008 en el Teatro Colón de A Coruña y recibió el Premio de la Crítica de Galicia. En ella solo hay dos cantantes, una soprano y un barítono y en la escenificación aparecían también dos bailarines-mimos.

A amnesia de Clío, sin embargo, tiene varios personajes: Clío, George W. Bush, Angela Merkel y Leslie Zimmerman, para los cuales, en el estreno, requirió de tres cantantes: la soprano Raquel Lojendio (Clío), el barítono Sebastià Peris (George W. Bush) y la mezzosoprano Marina Pardo (Angela Merkel / Leslie Zimmerman). También requiere de un coro, en esta producción fue el Orfeón Terra A Nosa, dirigido por Miro Moreira. Y la partitura requiere de una formación sinfónica, con un número aproximado de músicos entre los cuarenta y cincuenta. En esta producción fue la Real Filharmonía de Galicia, conducida por su director titular, Paul Daniel, que fue quien animó y apadrinó al joven compositor gallego Fernando Buíde para que emprendiese esta creación. Solo me falta nombrar al autor del texto, un dramaturgo gallego tan poco convencional como Fernando Epelde y con una sensibilidad poco clásica y muy contemporánea, lo cual también es garantía de un libreto que no va a ser tradicional o casposo. Aunque tenga que lidiar con fuertes restricciones a nivel dramático, ya que la música implica una síntesis mayor en los diálogos, monólogos, soliloquios o cualquier intervención de la palabra.

Se trata, pues, de una producción grande. La cía. Voadora, relativamente pequeña, con su productor Jose Díaz, consiguió aunar los apoyos necesarios para sacarla adelante. Coproducción con el Consorcio de Santiago – Real Filharmonía de Galicia, Xunta de Galicia y Asociación Amigos da Ópera de Santiago. El apoyo de la Diputación de A Coruña, los Ayuntamientos de Santiago de Compostela y de A Coruña, el patrocinio del Xacobeo 2021 y la complicidad del Centro Dramático Galego para la construcción de la escenografía.

El proyecto fue realizado con la Beca Leonardo a Investigadores y Creadores Culturales 2017 de la Fundación BBVA. Así que se trata de un trabajo realizado durante unos dos años.

La protagonista de esta ópera es Clío, un personaje alegórico y, por tanto, de factura más plástica e iconográfica que psicológica o realista. Recordemos que los personajes alegóricos son la figurativización cultural, a través de atributos simbólicos, que representan ideas. El ejemplo más claro puede ser el personaje de la muerte, representado por un encapuchado con una guadaña, un personaje que no tiene ni cara, ni sexo, ni edad ni condición, pero sí ese hábito negro y esa guadaña como atributos simbólicos, igual que su cara ensombrecida por la capucha. O el personaje alegórico que representa la idea de la justicia, generalmente con los ojos vendados, una balanza en una mano y una espada en la otra y una corona de florones, porque le país que tiene justicia tiene riqueza. En A amnesia de Clío, su protagonista, la musa de la historia, tiene una pluma en la mano y un libro de historia, pero Epelde y Voadora se inspiran en la figura de Cicciolina, una política italiana que hizo historia con sus performances parlamentarias, con su faceta de actriz porno, etc. Así Clío es una mujer rubia y empoderada que utiliza su cuerpo y su belleza sin complejos.

La escenificación de Marta Pazos, en su exaltado cromatismo, ofrece un contraste muy atractivo respecto a los tonos preponderantes de la música de Fernando Buíde, caracterizados, en su expresividad, por lo sombrío y un cierto aliento trágico, también por los tempos largos y lentos.

Por otra parte, la escenificación, en sus coloridos explícitos, tanto en la escenografía como en el vestuario y la caracterización de los personajes, contrasta, en ese estilo pictórico y, en cierto modo, pop, con una concepción binaria clásica. El escenario se divide en dos partes simultáneas muy diferenciadas por los decorados: la zona izquierda de color verde azulado, que simboliza la libertad y la creatividad, y la zona derecha de color rojo, con una escalinata para ascender y descender, que simboliza la ambición y el poder. En la parte izquierda, a través de elementos escénicos y atrezo  se evoca el estudio en el que G. W. Bush pinta retratos de los soldados que ha enviado a morir a la guerra de Irak; se evoca la sala de pujas de una galería de arte, en la que se subastan las obras del ex presidente de los EEUU; se evoca la zona de seguridad de un aeropuerto; se evoca una estancia del Museo del Prado, referenciada por las obras pictóricas citadas en la escenificación (la que tiene mayor presencia y simbología es el lienzo Susana y los viejos, en el que su autora, del s. XVII, Artemisa Gentileschi retrató a sus violadores. Este lienzo atraviesa el escenario de izquierda a derecha, como si se tratase de un personaje alegórico más). En la parte derecha, la estancia color rojo, con escalinata, tienen lugar estampas que evocan despachos oficiales y presidenciales, con figuras como la del presidente norteamericano G. W. Bush, la ex sargento norteamericana Leslie Zimmerman, la canciller alemana Angela Merkel, el presidente ruso Vladimir Putin o la diputada italiana Ilona Staller, conocida por su nombre artístico como actriz porno, Cicciolina. 

El binarismo clásico vertebra la dramaturgia y la puesta en escena no solo en la concepción del díptico escenográfico, sino también en los binomios hombre/mujer, coro de mujeres/coro de hombres, Clío/Bush, artista/político, arte/poder…

Es en Cicciolina, precisamente, en quien está inspirada Clío, la musa de la historia. El texto de Fernando Epelde plantea esa mutación de Ilona Staller a Clío, aunque yo no la he percibido y tampoco creo que fuese necesario percibirlo para gozar de la ópera. Según mi opinión, ni el texto ni la escenificación se dedican a representar una historia verosímil que pueda ser captada como tal, con unos personajes realistas. De hecho, ni Georg W. Bush, ni Ilona Staller, ni Angela Merkel, ni Vladimir Putin, ni Leslie Zimmerman, están representados de manera psicológica e individualizada, con un afán realista, sino de una manera más iconográfica y evocativa, como personajes alegóricos.

Los diálogos y monólogos, escritos por Epelde, que se corresponden en la partitura de Buíde con un canto que va del parlato al arioso, sobre todo en los papeles de Clío y Bush, alrededor de los que pivota esta pieza, son de palabra predominantemente descriptiva, típica de la épica. No existe apenas palabra ejecutiva, típica del drama, que produce cambios en la situación y puede generar ilusión de realidad.

Todo esto, tanto el enfoque compositivo de los personajes como su relación verbal y su disposición en escena, apunta hacia una pieza de carácter más temático que narrativo. Quiero decir que A amnesia de Clío se centra en tematizar, a través del texto y de la escenificación, las posibles confluencias y antagonismos entre el arte y la alta política, la seducción del poder en ambos ámbitos y la banalidad que, en muchas ocasiones, se le puede asociar a los delirios de grandeza (artísticos y/o políticos).

Para ello, Marta Pazos realiza una dirección de escena contenida, en cierto aspecto con un predominio de lo estático o de lo hierático. Las escenas son, más bien, cuadros o estampas, ya que destaca el sentido plástico y visual, incluso icónico, por encima del dinamismo dramático procesual. Respecto a esto, creo que es el trabajo más contenido y controlado que he visto de Marta Pazos, sin la pletórica exuberancia o la locura desenfadada de sus trabajos teatrales con su compañía Voadora.

Esa iconicidad de las estampas nos puede recordar diferentes referentes artísticos, pictóricos, fotográficos o cinematográficos, por ejemplo, algunos momentos que recuerdan, de manera casi inevitable, cuadros de Edward Hopper. Por tanto, se trata de una factura visual y plástica que entronca con una tradición, más o menos reconocible.

Lo que sí que resulta totalmente innovador y dinamizador de ese contexto en el que prima, como he señalado, un cierto estatismo pictórico y visual, es el binomio simétrico de los hermanos gemelos, los bailarines, Diego Buceta y Fran Martínez, con coreografía de Rut Balbís

A Rut Balbís, que recientemente ha recibido el Premio de la Crítica de Galicia 2019 de Artes Escénicas, se debe también la dirección coreográfica y de movimiento del coro, así como entradas y salidas, etc.

Los hermanos Martínez Buceta, hacen un trabajo que no resulta, para nada decorativo, como suele acontecer con los números bailados en muchas óperas al uso. Por la contra, sus intervenciones generan un contraste dinámico que, al mismo tiempo de aportar fluidez, intensifican y dotan de misterio las escenas en las que intervienen. Un atractivo y un misterio que deriva de su singular poética dancística, que se puede conocer si nos asomamos a sus propias creaciones con su compañía de danza contemporánea Prácido Domingo. Esa singularidad se caracteriza por un trabajo muy carnal y descarnado, en el que los músculos, los huesos, la piel y las diferentes partes del cuerpo se hacen muy presentes. Hay una androginia y una animalidad que trasladan a A amnesia de Clío, aproximándose, por veces, al surrealismo de Peeping Tom, menos efectista y más sutil. En otros momentos sus cuerpos realizan un trabajo cuasi escultórico, en el que aparece, inevitablemente, referencias a Non hai que ser unha casa para ter pantasmas (No hay que ser una casa para tener fantasmas), de su cía. Prácido Domingo (Premio de la Crítica del Certamen Coreográfico de Madrid 2018), concretamente en la escena de la galería de arte, el movimiento de brazos y torsiones y el cambré con un brazo de maniquí hundido en el pecho y la mano abierta sobre la cara de Fran.

Así pues, el movimiento dancístico de Diego Buceta y Fran Martínez resalta esplendoroso y rompe el estatismo iconográfico y alegórico, la tendencia ritual, de las escenas. Su capacidad para dinamizar la imagen escénica fue uno de los alicientes que más disfruté en está ópera.

También disfruté, por supuesto, con el poderío y la sensualidad de la presencia y de la voz de la soprano Raquel Lojendio, en el papel de Clío. Su elegancia en el movimiento, versátil hasta el límite de realizar, ella también, una especie de solo de ballet, dándole a la musa Clío una dimensión deífica. Voluptuosa y, a la vez, regia y severa, Lojendio se mueve por escena y adopta la pose necesaria, con la nitidez y la limpieza en el trazo de una bailarina, sin que su voz pierda, en ningún momento, ese chorro amplío y tan sólido en los agudos como en los graves. También es cierto que Buíde ha escrito una partitura vocal muy respetuosa con las posibilidades reales de la voz humana, sin demandar virguerías sobrehumanas ni prestidigitaciones efectistas.

Con eficacia resolvieron también su interpretación el barítono Sebastià Peris, en el papel de George W. Bush y la mezzosoprano Marina Pardo, que interpretó a Angela Merkel y a Leslie Zimmerman.

Sebastià Peris, por su propia fisonomía (es un hombre, como se suele decir, de buena planta), le confirió a su papel, como presidente de los EEUU, una dimensión más egregia y circunspecta por veces, aunque también con un lado desenfadado. Con la ropa de beisbol, con tejanos y botas, o con traje, su actuación, pintando con un pincel manchado de rojo sobre un lienzo invisible enmarcado, fue siempre sobria.

Marina Pardo representó a una Merkel enjuta y seria. Sin embargo, en el monólogo cantado de la ex sargento Zimmerman, bajando las escaleras rojas, nos aproximó a la descripción de las secuelas de la guerra de Irak y nos trasladó, de manera sintética, la vulnerabilidad del personaje frente a las decisiones peligrosas de sus superiores.

El Orfeón Terra A Nosa, dirigido por Miro Moreira, en el coro de hombres y el de mujeres, en alegoría a los dos géneros y a sus implicaciones desde la perspectiva heteropatriarcal, cumplieron con diligencia su papel en la composición plástica de las imágenes escénicas dirigidas por Marta Pazos y en lo vocal fueron coprotagonistas, dando, también, esa dimensión social. La evocación de soldados y de todas esas trabajadoras de identidades difuminadas por la función que se les asigna en sus trabajos, en los que el objetivo es obedecer órdenes.

La Real Filharmonía de Galicia y su director Paul Daniel nos trasladaron magistralmente la amplitud sugerente de la composición de Fernando Buíde. Las atmósferas sombrías y desasosegantes, frente a los momentos casi tormentosos, en contraste con pasajes con un punto más lírico, o más onírico, que recuerda por veces a Debussy. También resulta muy atractiva la riqueza de la sección de percusión, con campanas, vibráfono y tam-tam y su paso de lo musical a rozar la concepción de espacio sonoro o de música diegética, en ciertos instantes, y extradiegética en otros.

La música es en A amnesia de Clío el canal principal, la sabia que alimenta la imagen, el vuelo conturbado entre el arte, el poder y la historia.

 

P.S. – Sobre el trabajo de la cía. gallega Voadora, en esta misma sección, también puede leerse:

Hemos venido a darlo todo”, publicado el 11 de agosto de 2019.


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