La bella levedad de la carne. Wang Ramirez y Michael Clark. GUIdance 19
El pensamiento y la imaginación pueden elevarnos del suelo, pueden hacernos volar. Pero esta elevación, este vuelo, es solo una metáfora, un sueño, que nos produce sensaciones y emociones como si volásemos. La sensación de ligereza, de no pesar, de flotar, de levitar.
El arte del ballet se caracteriza por ese desafío físico, real, a la fuerza de la gravedad, elevando sobre las puntas a las bailarinas, estableciendo en su código saltos y pasos en los que el cuerpo debe suspenderse en el aire, girar en el aire… La estética reinante en el ballet ha luchado contra el peso de la carne desmaterializando los cuerpos. La danza moderna, la posmoderna y la contemporánea han recuperado el trabajo con el peso del cuerpo y el contacto con el suelo, han recuperado la carnalidad de los cuerpos, liberándolos de personajes legendarios y míticos, incluso de las restricciones del género.
Dentro de la hibridación que caracteriza la danza contemporánea, podemos encontrar compañías, como Company Wang Ramirez que, en piezas como Everyness, realizan una amalgama entre la carnalidad real de los cuerpos en danza y el desafío a las leyes de la gravedad, introduciendo espectaculares vuelos.
En la novena edición del GUIdance 2019 (Festival Internacional de Danza Contemporánea de Guimarães, Portugal), el 9 de febrero, asistimos a la fascinante Everyness, en la que la danza contemporánea convivía con el hip-hop, con las artes marciales y con los vuelos, en parte acrobáticos, del nuevo circo. Todo ese trabajo dancístico de los cuerpos dialogaba, además, con una gigantesca esfera blanca translúcida, que se movía con diferentes calidades y en diferentes trayectorias, tanto suspendida en el aire, balanceándose, girando, desplazándose, como en el suelo. Ese objeto escultórico de enorme presencia, a través del movimiento, aprovechando, en muchas ocasiones, la inercia, mutaba de forma, para adoptar figuras abstractas, geométricas, como una seta, como un higo, como una luna llena…
Podría decirse que el objeto danzaba, como si fuese un ser de ciencia ficción. La esfera, igual que un títere gigante, no antropomórfico, se convertía, por personificación o prosopopeya, en una entidad viva y danzante, no sujeta a los arbitrios de la figuratividad ni de la narratividad.
En algunas secuencias, los bailarines, enganchados a cuerdas elásticas, ampliaban las posibilidades de sus movimientos en vuelos que competían con ese objeto danzante. Sin embargo, en su caso, aunque había una des-subjetivización liberadora, no había una objetualización que negase la carnalidad y la simpatía que sus propios rostros transmitían en esos lanzamientos aéreos, en los que el movimiento se ampliaba más allá de las leyes de la física de un cuerpo.
Por otro lado, Joy Alpuerto Ritter, Salomon Baneck-Asaro, Alexis Fernández Ferrera (Maca), Thierno Thioune y Honji Wang, con dirección y coreografía de ésta última, junto a Sébastien Ramirez, también nos ofrecieron, en Everyness, escenas de carácter más teatral, para jugar con el tema de las relaciones sociales y personales, como un elemento de exploración dramatúrgica.
El bailarín de contemporáneo, Alexis Fernández (Maca), de procedencia cubana y asentado en Galicia, protagonizó una de esas escenas más teatrales, en las que el cuerpo y la voz se esmeraban en expulsar a sus colegas del escenario y, después, incluso, intentó expulsar al público de la sala, sin conseguirlo, evidentemente. Sin conseguirlo porque la fisicalidad de su actuación, pese a la intención en danza, resultaba atractiva como para engancharnos a nuestras butacas flipando. Ese afán de quedarse solo, de liberarse de las miradas y de las atenciones, configuraba un pasaje que contrastaba poderosamente con los pasajes más etéreos y de fascinación visual y plástica, introduciendo un impulso diferente, más relacionado con otro tipo de liberación, anclada en lo social como peso. Un peso del que, a veces, necesitamos liberarnos, emanciparnos, saltar, volar por encima. Maca lo hacía aquí con todo su cuerpo y su voz.
En el mismo espectro de las relaciones, en Everyness recuerdo, especialmente, una secuencia con un dúo de una de las bailarinas y uno de los bailarines, en la que la coreografía generaba una tensión de pareja, con un temperamento que casi podría recordar al del tango, pero en contemporáneo, con movimientos de geometría voluptuosa y, al mismo tiempo, libre de intenciones dramáticas o de poses miméticas reconocibles.
En general, Company Wang Ramirez, con Everyness, nos despega del suelo, nos hace volar, sin desconectarnos de la raíz, casi antropológica y universal, de la tierra fértil de las relaciones humanas. Todo, “everyness”, es la esfera luminosa, danzante, mutante, fascinante de las relaciones humanas.
El GUIdance 2019 también nos agasajó con la presencia de la emblemática compañía británica de Michael Clark, con to a simple rock ‘n’ roll… song (2016), que clausuró la pasada novena edición del festival, el sábado 16 de febrero.
El elenco, tan diverso en las fisonomías y formas como virtuoso en la danza, estuvo formado por Harry Alexander, Nicholas Bodych, Melissa Hetherington, Kieran Page, Oxana Panchenko, Rowan Parker, Alice Tagliento y Benjamin Warbis.
to a simple rock ‘n’ roll… song se articula en tres partes en las que sobresale el afecto, con “a”, generado por la música de cada una de ellas. En el primer acto: Prelude – Fête donnée par des chevaliers normands en l’honneur d’une jeune demoiselle. Ogives No 1-4. Ogives Composite de Erik Satie. En el segundo acto: Land (Part I: “Horses”; Part II: “Land of a Thousand Dances”; Part III: “La Mer(de)”) de Patti Smith. Y el acto tercero: Blackstar. Future Legend. Chant of the Ever Circling Skeletal. Family. Aladdin Sane. The Jean Genie de David Bowie.
En el primer acto hay un predominio del unísono y de la geometría en interjección con las enigmáticas melodías de Satie y el color naranja puro de la luz que baña el ciclorama y toda la caja escénica para transitar hacia el púrpura, mientras las bailarinas y bailarines, enfundados en mallas negras y blancas, se mueven con la sobriedad elegante de estatuas danzantes. La nitidez del movimiento genera una atmósfera dinámica y ligera.
La iluminación, así como las imágenes proyectadas, “Painting by Numbers”, en el segundo acto, son obra del artista de vídeo Charles Atlas, colaborador de Michael Clark desde los años 70.
Con la música de Pattie Smith se sueltan las caderas y los cuerpos, enfundados en mallas de cuero negro, adquieren un tono de fruición rebelde. La danza de las bailarinas y bailarines se superpone a la danza de números y círculos que brotan a borbotones sobre el ciclorama del fondo, “Painting by Numbers”.
En el acto tercero las mallas metalizadas y la luz se confabulan para generar un halo casi pictórico y de animación, en el que la métrica de los movimientos adquiere una flexibilidad flotante. David Bowie, por Clark, es un movimiento líquido como el mercurio, brillante, flexible, que nos envuelve.
to a simple rock ‘n’ roll… song presenta cuerpos estetizados, se delecta en los volúmenes y las formas de los cuerpos virtuosos de las bailarinas y los bailarines y, al mismo tiempo, los des-subjetiviza con el color de las mallas, con la luz, con la exigencia desafiante de la coreografía.
Una vez más, la capacidad del arte para elevar, para hacernos volar.
Para volar, más que pensar, danzar.
P.S. – Sobre la novena edición del GUIdance 2019 (Festival Internacional de Danza Contemporánea de Guimarães, Portugal), también puede leerse, en esta misma sección de Artezblai:
“Cuestión de confianza. IX GUIdance 19. Victor Hugo Pontes. Maurícia Neves. Miguel Moreira. Jonas & Lander. Joana Von Mayer Trindade & Hugo Calhim Cristovão”, publicado el 25 de febrero de 2019.