La cabra o ¿Quién es Sylvia?/Teatre Romea
Posesión
Obra: La cabra o ¿Quién es Sylvia?
Autor: Edward Albee
Intérpretes: José María Pou, Mercé Arànega, Alex García, Juanma Lara
Escenografía: Joaquim Roy
Vestuario: María Araujo
Iluminación: Txema Orriols
Dirección: José María Pou
Producción: Stage Door, Teatre Romea
Teatro Arriaga – 08-10-06
La grandeza de este texto, y de su virtualidad escénica, es que consigue atrapar a los espectadores con una historia inverosímil. ¿Es posible aceptar que un prestigioso arquitecto, felizmente casado, pueda enamorarse de una cabra? Aquí se acepta, se entiende, se sobreentiende y se juega don la cabra de manera simbólica, de manera metafórica y de manera realista. Porque los alegatos de Martin son declaraciones de amor, de una pureza absoluta, y la reacción de Stevie, su mujer, son de un ataque de celos impresionante, y todo ello dicho y hecho dentro de una propuesta estética realista, con todas las reservas que se quieran colocar ante el propio planteamiento temático.
En un principio parece un chiste, pero se va transformando en un drama. La cabra desencadena una tormenta familiar, nos viene a recordar el poder del amor, pero también la maldad del sentido de la posesión, los celos retardados, la infidelidad y el deseo, todos esos resortes de los que se ha nutrido la comedia burguesa, aquí los vemos elevado al absurdo de lo posible, de lo irracional con visos de “puede ser”. Porque las argumentaciones, la capacidad de convencimiento del personaje y del actor, nos colocan ante una realidad incuestionable. ¿Qué más da si uno se enamora de una cabra, un ánade o un sargento de caballería? El otro sentirá los celos igual, y la culpa anidará de la misma manera. Testigo de todo, un hijo homosexual que ve como los estigmas desaparecen, que su padre, crítico con su sexualidad, puede estar rayando la perversión o el descoloque, y se produce una reconciliación.
Por lo tanto entendemos que la obra es un canto a la libertad, una manera de romper con la hipocresía sexual , un forma de narrarnos una tragedia provocado por el sentido de la posesión. Y todo ello es posible por la sabiduría estructural del texto, por la limpieza de la traducción y la dirección y por la coherencia interpretativa del reparto con una excepcional Mercè Arànega junto a Pou, totalmente creíble como enamorado de la cabra.
Carlos GIL