La calle, espacio escénico por excelencia
La vida es una gran obra de teatro en la que cada uno de nosotros representa de la mejor forma posible un papel nunca antes ensayado.
La obra a representar es captada por la cámara continua de nuestra consciencia sin cortes ni ediciones que permitan mejorar lo representado.
Algunas malas escenas se repiten odiosamente porque a pesar de nosotros mismos, solemos tropezar con la misma piedra una y otra y otra vez.
Como ciudadanos urbanos nos apropiamos de cada espacio escénico a disposición para representar los roles de hijo, padre, abuelo, amigo, profesional, vago, mendigo, victima, victimario, astronauta o soñador.
Algunos son grandes actores dramáticos que terminan siendo lo que no son, convenciéndose incluso a ellos mismos, otros son actores cómicos capaces de alegrarnos la vida y la mayoría de nosotros solo somos unos dignos actores de reparto.
¿Y si la vida de manera gratuita nos ofrece esta maravillosa oportunidad, no podríamos nosotros enriquecer un poco la vida de otros representando obras ensayadas hasta casi la pretendida perfección en los múltiples espacios que nos regala a diario toda ciudad?
¡S!
Que maravilloso sería presenciar una obra ideada en tiempos pretéritos teniendo como ambientación un edificio de líneas neoclásicas o una obra contemporánea que se refiera a los aspectos negativos del hombre en un callejón con iluminación deficiente y tarros de basura tumbados de los cuales se desprendan algunos ácidos olores.
La calle puede fácilmente transformarse en un actor más que contribuya a la trama, no solo como un espacio muerto, un telón de fondo o escenografía, sino como un ente vivo capaz de potenciar la obra.
Las escenografías son efímeras por lo que pasan rápidamente mientras la calle queda, perpetuando el recuerdo de la obra más que presenciada, vivida.
La ciudad se representa a sí misma en un espacio tiempo determinado, siendo el protagonista absoluto de la trama donde los actores humanos terminan por contribuir a la historia general.
La carga histórica de todo espacio urbano es incomparablemente rica en comparación a un decorado de tela y cartón hecho para que dure solo una temporada.
Los peatones se han transformado en pasantes abúlicos incapaces de apreciar las historias que cada calle, cada esquina, cada muro y cada ladrillo puede relatarnos.
El teatro tiene que tomarse la calle por sorpresa para sorprender.
Los espacios escénicos tradicionales parecen estar desgastados y tratan de sobrevivir dando una lucha en condiciones de desventaja contra multi cines, mega recitales y circos varios de tamaños gigantescos con efectos especiales de todo tipo.
En algunos países, jóvenes con destrezas especiales aprovechan la detención de los vehículos ante una luz roja para realizar su acto y ser retribuidos con un par de monedas. Malabaristas, magos, titiriteros, payasos, bailarines de variadas danzas, incluyendo la clásica, de todo.
Sin desmerecer los actos mencionados, ¿Que tan trascendente puede ser un acto de un minuto y medio de duración?
¿El teatro busca trascender?
Pregunta radical para la cual tengo mi respuesta que no quiero imponer.
El teatro necesita tener un desarrollo dramático que dure algo más que el minuto y medio de la luz roja para no ser una simple anécdota.
Un tiempo tan breve no da como para una obra cómica, a lo sumo para un chiste, ni menos para una dramática.
El teatro callejero debe encontrar la fórmula para irrumpir en el espacio escénico de la calle.
Duración, horario, ubicación, tramas, público, etc…, son variables a manejar por entendidos y no por un simple observador como yo.
Los desafíos llevan a las preguntas que terminan en respuestas, algunas equivocadas pero quizás por el viejo método del acierto y el error se pueda llegar a una alternativa positiva para el teatro callejero y por añadidura para el teatro en general.
El espacio escénico de la calle tiene un potencial dramático enorme hasta ahora tímidamente explorado que en un tiempo no lejano, puede regalarnos grandes sorpresas.
La historia del espacio urbano materializada en calles, edificios, rincones, parques e incluso suciedad, puede y debe comenzar a ser utilizada en beneficio de las tramas a ser contadas.
El teatro está en deuda con el espacio que a diario ve sus representaciones; la calle.