La caricia de Dios. Ruanda 1994/Companya Hongaresa de Teatre
¿Dónde está Ruanda?
Obra: La caricia de Dios. Ruanda 1994
Autores: Paolo de Vita, Francesca Zanni
Intérprete: Pep Ricart
Espacio escénico e iluminación: Javier Quintanilla
Dirección: Lola López, Paolo de Vita
Producción: Companya Hongaresa de Teatre
Bilborock – 03-10-06 BAD
Esta obra de teatro entra por el corazón y estalla en el cerebro. Teatro documento, las confesiones de un general de la ONU destinado en Ruanda cuando la guerra civil entre hutus y tutsis, su peripecia, el abandono que sufrieron las tropas allí destinadas, sin capacidad operativa para interponerse entre los que estaban en el poder y fueron sacrificando criminalmente a cientos de miles, quizás a millones de contrarios. El general Romeo Dallaire acabó en las calles de Toronto, presa de la depresión, el alcoholismo, consumiendo psicotrópicos y con varios intentos de suicidio, huellas que le dejó el desastre humanitario, el cinismo antihumanitario de la ONU en ese episodio vergonzoso de la historia reciente de la humanidad.
Un relato contado en primera persona que estremece, porque está planteado teatralmente desde al cercanía, desde el juego teatral con elementos simples, para que se entienda, para que llegue, para que no se pierda en retóricas escénicas, convirtiéndose en una obra necesaria, en una denuncia clara, nítida, en el relato no solamente de un caso individual sino el de una agonía de los derechos humanos, de las asquerosas concomitancias entre poderes políticos, la diplomacia, venta de armas y los crímenes generalizados, en esta ocasión con un sospechoso veto semántico: nunca se le llamó a aquello genocidio, porque ese enunciado activa otras disposiciones de intervención militar que no se quisieron utilizar, y que dejaron a varios miles de soldados sin apenas gasolina para mover sus vehículos, con armamento obsoleto con instrucciones en ruso sin ningún miembro del contingente que supiera este idioma, siendo testigos de una masacre descomunal llevada a cabo con machetes importados de China.
Un magnífico trabajo de dramaturgia, de dirección, y de interpretación. Una obra de teatro que deja al espectador inmerso en unas dudas racionales sobre su propia complicidad con un sistema que no impide estos genocidios, sino que parece propiciarlos. Una historia de negros contada por un blanco, como asegura el personaje, cuando pregunta, ¿alguien sabe dónde está Ruanda? Carlos GIL