La censura sensible
Yo también quería hablar de la fotografía pero recordé aquella pintura. Nunca resulta agradable la práctica de la censura, pero de tener que producirse, es de agradecer que esta se ejecute con sensibilidad. Por otra parte, resulta curioso que la experiencia sensible pueda llegar a ser un motivo de guerra, un casus belli.
«Casus belli» era el título de la exposición que hasta hace unas semanas se podía visitar en el Auditorio de Galicia de Santiago de Compostela. Artistas como Jorge Barbi, Diego Santomé, Marisa Fernández, Din Matamoro, Marina Núñez o Pelucas eran algunos de los que firmaban las obras de una colección que abordaba los conflictos que se crean en la percepción por parte del público debido a causas como la censura o el choque con las prescripciones morales de la época.
El recorrido de la exposición se abría con el rotundo «Cristo das Rías Baixas» del pintor pontevedrés Manuel Moldes. Pintado hace 26 años, este cuadro que representa un crucificado boca abajo, sobre una cruz invertida y con los genitales al descubierto. Fondo y forma se presentan con él perseguidos y atrapados por la polémica. La primera en la inauguración de la Bienal Nacional de Pintura de Pontevedra de 1985. La segunda este mismo año en la muestra arriba mencionada. Nos decimos una y otra vez que avanzamos a prisa pero lo hacemos sobre una cinta estática. Corremos y corremos cada vez a mayor velocidad pero no nos movemos del sitio: el del miedo, el de la protección, la guerra preventiva, el teatro del terror, el de la hipersensibilidad religiosa…
En 1985 el «Cristo das Rías Baixas» hubo que ser descolgado primero para la inauguración de la exposición por parte del presidente de la Xunta, Gerardo Fernández Albor para evitar dañar sus creencias religiosa; después, cubierto por cortinas tras las cuales podía ser contemplado. Veintiseis años más tarde, este mismo crucificado vuelve a ser motivo de debate y a punto estuvo de ser descolgado por segunda vez por amenazar para la sensibilidad religiosa de algunas personas y las críticas del Arzobispado.
Protección y libertad, ofensa y respeto, crítica y excusa se entrecruzan en un permanente juego de mentalidades. Yo quería hablar de la fotografía pero recordé la pintura. Porque recordé mi sensibilidad herida cuando leo que un arzobispo plantea «desobedecer las leyes contrarias a los valores de la iglesia» o cuando se descuida el patrimonio material ya sea por códices desaparecidos o por desprendimientos de piedras catedralicias en el 800 aniversario de su construcción.
El arte no tiene la intención de ofender. El arte habla de nosotros, de nuestros referentes, de la base de nuestra cultura y nos permite descifrar e interpretar el mundo. El propio Moldes defendía su trabajo insistiendo en que lo que le interesaba era el discurso pictórico y las críticas que pudiese obtener desde ese lugar. Y es que la ofensa, como el sentido del humor, no está tanto en la mirada de quien hace como en la de quien mira. Y esa dualidad puede ser motivo de guerra.