Críticas de espectáculos

La comedia de la cestita / Pilar G. Almansa / 66 Festival de Teatro Clásico de Mérida

Una comedia regocijante 

Continúa la 66 edición del Festival, con el estreno de su tercer espectáculo: «La comedia de la cestita«, versión libre de Pilar G. Almansa sobre «La cestita» (o «Cestellaria«) de Plauto, una obra nunca antes representada en el evento clásico emeritense, realizada por la compañía andaluza GNP Producciones / Clásicos Contemporáneos, en coproducción con el Festival.

 

«La cestita» (o «Cestellaria«) es una comedia primeriza pero maestra de Plauto -estrenada en torno al año 203 antes de nuestra era- que, a pesar de que nos ha lle­gado incompleta, está considerada como un excelente ejemplo de lo que la Comedia Latina (fábula Palliata, de ambiente y tema griego) le debe a los autores de la Comedia Nueva griega. La obra que está inspirada en Menandro había su­gerido a Plauto una delicada repre­sentación de afectos humanos, aunque el ambiente principal sea el equívoco de las cortesanas, y los precedentes converjan hasta en una escena de violencia carnal.

Sin embargo, «La comedia de la cestita» de la dramaturga G. Almansa -que parece conocer muy bien el teatro grecolatino- es una reescritura completa de la obra -inequívoca del argumento y sus personajes- en toda la atmósfera cultural y popular plautina, conservando el meollo de la obra del idealismo de los jóvenes enamorados –Selenia y Alcesimarco– enfrentado al realismo de los adultos de amor y conveniencia, y a la corrupción social y moral de determinados personajes que se describen muy bien en cuanto a intereses bastardos -supuestamente mafiosos- en el tráfico de niños, que son los parámetros que enmarcan el motivo de la comedia del autor romano de Sarsina (Umbría). Pero que en la transposición que la autora hace al mundo de hoy -que se inspira mucho en «Anfitrión» y «Los gemelos– enriquece el argumento con otras historias paralelas, sobre todo en la del mundo de los artistas de teatro, criticando sus vicios y tribulaciones, donde participa Plauto convertido -bastantes años después de su muerte- en personaje de su propia obra.

El planteamiento de la comedia de Pilar G. Almansa, que sitúa en el año 15 A.C. la acción, parte de un ensayo general de teatro de»Cestellaria» que realiza una compañía de cómicos en el mismo Teatro Romano de Mérida, porque va a ser inaugurado al día siguiente con ese espectáculo por el cónsul Marco Agripa, dando rienda suelta a una sucesión de irónicas escenas en la que se ven reflejadas muchas referencias y dobles sentidos -como los guiños anacrónicos a Mérida y a su teatro- que hacen todavía más vigente la representación. Una idea atractiva de broma extemporánea a la historia que me recuerda a la planteada en Mérida con el espectáculo «Golfus de Emérita Augusta«, creación colectiva de Miguel Murillo, José L. Alonso de Santos, Ramón Ballesteros y este crítico, celebrando con imaginación -en el primer lustro de 1980, cuando se inicia el declarado Festival de hoy- los 2000 años de la construcción del Teatro Romano.

La puesta en escena, de Pepe Quero (con la colaboración de Josu Eguskiza), domina muy bien ese lenguaje plautino farsesco en la estructura y técnica dramática, en el diseño con creatividad actual, casi payasesca, del concepto del equívoco, del personaje y de la situación, que siguen siendo el abecé del género, de la cómica latinidad que penetra también en la connotación sexual heredada no solo de las farsas atelanas, sino de sus progenitores del aristofanismo helénico. Ambos, logran un juego escénico animadísimo con los actores, las canciones y la música (en el excelente espacio sonoro de Santiago Martínez). Todo muy alocado pero regocijante, a un ritmo perfecto de relojería teatral. Sus puntos débiles son la floja escenografía y utilería, y algunos números de la coreografía (tal vez por la falta de ensayos que ha provocado la pandemia), como resulta en el final del espectáculo, carente de ese chispazo último de genialidad, que hubiese resaltado las canciones dentro de un cóctel explosivo del brillante coro -de voces y de expresión corporal- en singular ritmo de vitalidad, alegría y espectacularidad.

En la interpretación, los actores aportan su vis más cómica centrando su potencial de bazas en las continuas escenas de la acción trepidante llena de variaciones. Todos destacan –Mariola Fuentes (Lena, Fanostrata), Alex O’Dogherty (Plauto), María Esteve (Selenide), Jimmy Barnatán (Maccius, Auxilio), Itziar Castro (Gimnasia), Falín Galán (Lampadión), Rosa Merás (Melenide), Juanfra Juárez (Alcesimarco)- sacando buen partido a sus roles con gran dominio del gesto, de la voz y de la intención, en gags resultones, canciones expresivas, anacronismos inteligentes. Pero especialmente menciono a Falín Galán, interpretando al astuto criado Lampadión, con un histrionismo magnífico, que me recuerda a los mejores papeles de personajes de Plauto actuados en el Festival: al de Rafael Álvarez (El Brujo) en «Anfitrión» (1996) y al del emeritense Esteban G. Ballesteros en «Los Gemelos» (2013), uno y otro verdaderos malabaristas del humor, que consiguieron meter al público en un puño.

José Manuel Villafaina


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