La cuestión nacional
Excelentes películas contemporáneas como El Bosque de Night Shyamalan, La Luz Silenciosa de Carlos Reygadas o El Lazo Blanco de Haneke, si bien con variantes temáticas, plantean sus metáforas en pueblos pequeños, donde los dramas morales explotan en singulares eticidios para sus pobres víctimas inocentes. Con esto podría justificarse el asociar a la realidad de un país, si se permite, en este caso Argentina, con ese aldeísmo representado por la política de «vivir con lo nuestro», actualizando la imagen que ya el sociólogo Robert Redfield planteaba como ‘sociedad folk’, a la espera de su traspaso a un status de ‘sociedad urbana’. Esto significaría que con la muerte de Kirchner, y la presidenta Cristina Fernández al frente de una nueva etapa tras la inflexión, se trataría del traspaso al cosmopolitismo universal de la nueva sociedad urbana mundial, con sus supuestas inversiones y relaciones independientes, en una tipificación del cambio político social con muchas similitudes a las condiciones que generaron el peronismo. Pero para ello deberá arriesgar, más temprano más tarde, la política puertas adentro, con la que se ha recuperado el país después del incendio de 2001, en lo que se entiende como un debacle paradigmática del neoliberalismo a ultranza, que ha clavado sus colmillos actualmente en Europa. Casi, siguiendo con los términos fílmicos, que estaríamos frente a una ‘rentrée’ que interpondrá la ‘cuestión nacional’ planteando si las variables siguen siendo burguesía nacional, imperialismo y coloniaje o burguesía pro-capitalismo salvaje, izquierdas internacionalistas cipayas, etc. La significativa crisis con los sectores ganaderos, inoculados de un viejo objetivo connatural a la clase social que representan, como la de sus fementidos afanes destituyentes, dejó al gobierno enfrentado a lo que eufemísticamente se denomina ‘oposición’ pero que no es sino la alianza de clases que tumbara a Perón en 1955, frente a cuyos dilemas, la izquierda radical, vuelve a repetir sus viejos formulismos, como en aquella ocasión, de terminar abrazados a la embajada de EEUU y la oligarquía argentina.
Maquiavelo decía que sin espacio nacional no hay política posible. La izquierda peronista planteó a lo largo de los años, completar lo inconcluso de la revolución nacional, desmentida en tal carácter no solo hoy como a la sazón la expresó la polémica de dos historiadores: Jorge Abelardo Ramos (pensamiento nacional) y Milcíades Peña (de raíz trotskista). Con la muerte de Kirchner esa inconclusión pone en el tapete una vez más, ese desafío. Ya tenerlo supone un mérito ‘K’ en el sentido en que las fuerzas armadas, que funcionaron como fuerza de ocupación del neoliberalismo, al momento de estos hechos, enfrentan juicios y castigos en diversas cortes del país, lográndose condenas como no ha ocurrido en el mundo ante casos de asesinatos de masas. Con la juventud circulando a puño cerrado por el velatorio del ex-presidente argentino, el argumento esgrimido por el general (genocida) Menéndez, de ser los triunfantes de la guerra civil no declarada, suma una nueva pieza histórica, cual es, el reaseguro y la chance para la culminación del proyecto que marcaría el traspaso que apuntaba Redfield. Por primera vez en años la sociedad de masas puede (podría) operar desde un espacio no-dependiente, que no obstante, ha profundizado el encono del enemigo, que a la primera de cambio hará una bandera de liberar a los enjuiciados condenados, como ya lo lograron hasta ahora, vía amnistía, punto final e indulto. Los factores políticos harán del peronismo kirchnerista o una variante del bonapartismo o una habilitación cualitativamente proporcional al rechazo al FMI, y a la puerta del nuevo estadio que supone la re-nacionalización de YPF, arrebatada a los designios mercantilistas y elusivos a participar del desarrollo interno, de Repsol. Quizá, dicho así y por más que la paz sea más profunda que el amor, nunca como en mucho tiempo, pareciera que la madre de las batallas aún por celebrarse, tenga más sentido y goce de tantas condiciones como las que se plantean ahora. Esto es, los devaneos de los economistas del Plan Fénix, círculo académico de economistas en el que abreva el gobierno, es sólo una instancia estratégica coyuntural al que le falta el horizonte de expectativas, pues al «vivir con lo nuestro» (sin las prescripciones de endeudamiento del FMI), le llegará el punto ineludible de la participación activa en el diseño de la universalidad. Está a favor que la legitimidad aún puede desarrollarse por negociación pero no da para creer que el hecho que las reservas cundan por el Banco Central de la República Argentina, signifiquen todo, porque ya hubo otra época en que los lingotes de oro no cabían en la bóveda de seguridad, atestando los pasillos colindantes, y nada de eso impidió el segamiento golpista y genocida, donde el beneficio aglutinador de los sindicatos, tras el golpe, devino en reacomodamiento abjurador y cómplice de toda posibilidad de concientización política del obrero. Pero, el alambique del pueblo ha destilado nuevos néctares políticos. Ha politizado las calles y vuelve a pensarse que esto no lo guía ni lo arregla un líder carismático sino la envergadura consciente de todo un pueblo estratégicamente sujeto a sus fines impostergables. En este sentido, el pueblo español y el pueblo argentino, están hermanados en una lucha que les es común.