El Hurgón

La cultura y los medios

La crisis de la cultura, ni es reciente, ni es sólo un problema económico, que por cierto no parece conmover a mucha gente, debido a que ésta no es considerada un bien de necesidad primaria, sino que también es de imagen, porque no cuenta con los mecanismos de promoción para presentarse en sociedad como un elemento fundamental para el desarrollo humano, pues, los medios, propensos a seguirle el paso a todo procedimiento que garantice su supervivencia, ponen su atención sólo en aquello que pueden convertir en espectáculo, y por eso del tema cultura se ocupan cuando con su intermediación pueden entretener a sus lectores, audiencia y teleaudiencia, sacralizando las dudas e incrementando las curiosidades, que son dos formas de mantener al ser humano con la resignación incompleta y por ende con la esperanza en vilo.

Los medios, definidos hace mucho rato como un poder con mucho cuerpo, aunque quisieran, no se pueden dar el lujo de fomentar nada que conduzca a la armonía, porque la confusión, el deseo insatisfecho y la ignorancia de cómo y por qué suceden las cosas son factores determinantes en el sostenimiento del poder, algo a lo cual ellos están obligados a ayudar, y por eso tienen muy claro cuál es la dosificación que debe aplicarse a la noticia, para dar relieve a su espectacularidad, y cuáles de las relacionadas con cultura pueden ser difundidas sin riesgo de promover la discusión, porque las noticias culturales pueden llevar a la apertura de ésta, y es la razón por la cual no van más allá de la mención del evento y su descripción.

La actividad artística, como noticia, aunque plantea situaciones susceptibles de ser convertidas en espectáculo aprovechable para los medios, no capta la atención total de éstos, porque simultáneamente con el planteamiento del conflicto, también intenta dar luces para salir de él, y esa es la parte que a los medios les resulta incómoda, porque su objetivo es ayudar a mantener vigentes las condiciones para fomentar un estado de incertidumbre, que mantenga en un alto grado de popularidad la idea de que la desgracia es eterna, y que por más que nos esforcemos nunca hallaremos la fórmula para resolverla.

El producto artístico es una forma de controvertir la realidad impuesta, y los medios, que tienen entre sus tareas consolidar el calificativo de verdad de esa realidad, lo tratan con desconfianza.

Para los medios es más útil cubrir una guerra que una actividad cultural, porque la primera le da la posibilidad de hacer, desde diferentes puntos de vista, espectáculo inagotable, sin entrar en detalles analíticos, algo a lo cual el periodismo está cada vez menos dispuesto, debido a la velocidad del tiempo, a la imposición de la audacia en la noticia y a la competencia por descubrir primero la que genere mayor impacto, y nombradía a quien la descubre.

La cultura, vista sin ropaje, como algo a lo cual puede ser permeable cualquier ser humano, sin importar su nivel académico, y dejar una huella de crecimiento en el mismo, no es algo que promueven los medios, porque su obligación de ayudar a mantener el statu quo los obliga a moldear la noticia introduciéndole componentes de realidad y ficción, para convertirla en un simple dato informativo.

La actividad cultural, en todo caso, solo importa a los medios, cuando ésta se haya vinculada a estructuras políticas y económicas con las cuales comparten espacios de poder, y por esa razón difícilmente hacen trabajo de campo para descubrir quién está formando a quién a través de una actividad artística, porque formar a la gente no es parte de su visión.


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