Foro fugaz

La Dama Boba en París o las razones del largo viaje del teatro en Europa

Hasta este domingo 17 de febrero se presentó La Dama Boba de Lope de Vega en el Teatro 13 de París. Aclaremos en principio el enigmático nombre del teatro. Obedece a que es una sala subvencionada por la alcaldía y que pertenece al Distrito 13 de la capital, pero eso no quita fuerza a su nombre. Este teatro se ha dedicado a estimular la creación joven, a las compañías audaces, premia a las mejores creaciones, estimula puestas en escena innovadoras. Es un teatro local con aspiraciones universales, y eso se demuestra al apoyar la audaz puesta en escena de La Dama Boba, dirigida por Justine Heynemann con un excelente reparto. La obra ha sido un gran éxito de crítica y de público, con llenos hasta el último día de la representación. 

 

Vale la pena destacar esta puesta en escena ya que es muy difícil encontrar a los clásicos españoles en los teatros parisinos y franceses. Y en especial es difícil que se hagan buenas adaptaciones que pongan al día estas obras que el museo de cera de los clásicos los pondera como una lengua muerta. Un clásico que no se pone al día, sucumbe en su propio altar. El trabajo de Justine Heymann y su compañía, así como la dinámica traducción de Benjamín Penamaria, es un buen ejemplo de lo que se puede hacer para infundir aliento al texto que duerme en los libros. 

Pero mi intención al hablar de La Dama Boba es la bobería de señalar que el teatro en Europa viaja poco y mal. ¿Por qué no habría de verse en Madrid, Barcelona o Sevilla esta magnífica puesta en escena? ¿Por qué es tan difícil que la directora Justine sea invitada para poner la obra con actores locales? ¿Por qué todo depende de relaciones, de contactos personales, de capillas culturales? ¿Por qué el público de teatro está tan mal acostumbrado a las traducciones simultáneas o a asistir a puestas en escena en otro idioma? ¿Por qué las obras innovadoras no trascienden su lugar de origen? 

El teatro no es negocio, o bueno, lo es cuando interviene el show business, cuando hay actores célebres en escena, cuando hay combinación de televisión y escena viva. Pero esto es raro; en general los grupos juegan a perder (económicamente), y hay poca movilidad de los espectáculos. La humanidad teatral no cuenta, cuenta el negocio. Envidiable el futbol, que puede movilizar masas y que no escatima recursos para que sea un deporte universal. El teatro es un huérfano que sobrevive de la misericordia pública. Y sin embargo cuánta potencia hay en sus recursos naturales, cuánta necesidad de su fuerza y misterio. 

No voy a abogar aquí por el teatro, quizá lo haga en otra ocasión. Por ahora lo que quiero es señalar la poca importancia que se le da al espectáculo vivo en el concierto de naciones europeas. Poco se ve de otros lares, poco se arriesga, poco se apoya a las compañías. Los festivales sobreviven de milagro, los grupos se deshacen al ritmo de sus dificultades y egolatrías, rara vez hay continuidad, poco se viaja, poco se estimula. 

La Europa del conocimiento, Europa con señales humanistas, Europa de Erasmo, de Montaigne, de la creación colectiva queda fracturada por la falta de estímulo teatral. El combate a los obtusos nacionalismos tiene su trinchera propia en la diversidad del teatro, desde su disciplina, desde su alegría y vitalidad, desde la escena. 

¡Viva el teatro europeo difundido en toda Europa! ¡No al Brexit del teatro inglés! ¡No a los nacionalismos patateros!


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