La dualidad por otra vía
El paradigma de lo lineal versus el paradigma de lo fragmentario. ¿El teatro sale incólume de una simple fluctuación de paradigmas? ¿En definitiva no es sino una cuestión de transitividad? Se incorpora el hecho que los principios y procedimientos que representan a uno u otro son concordantes con los puntos de vista que dominan una época. No se imponen cuadros perceptivos de la nada. Ahora, si los sistemas de expresión artística son correlativos a las concepciones dominantes de una época, la novedad y lucidez de un arte no pasa por adscribir a tal o cual estructura de pensamiento sino a la penetración y a los alcances que logre adquirir dentro de ellos. No será el ejercicio de fuerza de reclamarse como moderno o posmoderno lo que en definitiva vendrá a decidir las calidades de la obra.
La correlación que hay entre cómo se sienten los artistas respecto a los andariveles prescriptivos de un determinado tiempo, es lo que talla en definitiva sobre la captación que aquellos hacen de sus características. El agonismo inter-paradigmas tiene su repercusión en las divisiones político-culturales que se orquestan entre quienes reclaman pertenencia a una u otra concepción de mundo. La realidad no vive de novedades, es lo que es, así que cada cual se las arregla con los principios que le quedan cómodos, a veces por simple incultura, a veces por la pertenencia a un acervo más o menos identitario, del cual se obtienen ( a lo que parece) réditos de sobrevida. El ‘vive como quieras’ es impune, sólo a costa de una vida práctica que se orquesta ya no con objetividades sino con las subjetividades que compensan las disoluciones que acredita aquella. La disolución del sujeto es parte de ese no darse cuenta. Pero nadie muere por ello, así que, que más da si para unos el arte representa a la naturaleza y para otras ha de crear su propia naturaleza. Si representa o presenta.
A los que deciden seguir viviendo de dualidades o los que se organizan según multiplicidades. Los que la van con Newton, los que se avienen a los signos del caos. Al final, la guerrita de paradigmas no pasa por ser una tenida más que se define como Dualidad. Y el mundo se ha expandido a tal punto, que la recreación de viejas luchas de principio de siglo XX en Europa, se reciclan en otras partes ya por mero eurocentrismo anacrónico, ya por un mecánico rechazo a sus asignaciones coloniales.
Pero mientras tanto, las batallas que habilitan al teatro como una herramienta que se garantiza a sí misma queda postergada por un sano ejercicio de costumbre, que se legaliza en sus respiraciones artificiales, hasta en el tópico ‘fin del arte’, sin preocuparle sus puntuales efectividades. Somos teatristas porque hacemos teatro, tenga éste validez o no, o más allá de él. El acto funcional al mecanismo de cultura, no precisa demostrar sus efectivas incidencias en la creación de mundos nuevos. El acto de hacerlo desborda o desplaza en su sociologismo la virulencia creativa que todo arte implica. El teatro se las arregla como actividad entes que como arte.