Críticas de espectáculos

La edad de las ciruela/Arístides Vargas/Tragaluz

Ciruelas agridulces
Obra: La edad de la ciruela
Autor: Arístides Vargas
Intérpretes: Maia Koulieva, Rossana Iturralde
Escenografía: Pepe Rosales
Vestuario: Pepe Rosales, Clara de Leguísemo
Dirección: Rossana Iturralde
Producción: Corporación Teatral Tragaluz (Ecuador)
Kursaal – 13-07-02- Feria Teatro de Donostia
La memoria es selectiva, forma nuestra auténtica personalidad, es el sustento de nuestro ser. Dos hermanas repasan algunas circunstancias de su vida mientras su madre está muriendo. De esos recuerdos a dos voces deducimos un paisaje y un tejido interior, unas historias que nos describen una familia, unas creencias, unas ilusiones, unas frustraciones y un hálito de una esperanza que ilumina la vida. Una mirada teatralmente planteada con maestría, con una estructura dramática modélica en sus graduaciones e intensidades, sabiendo desentrañar todas las historia de esta historia dentro de un magnífico ritmo, en un ejercicio dramatúrgico realmente ejemplar por su nitidez, por su clara intención estética, por las matizaciones y por saber hacer del texto una herramienta repleta de satisfacciones tanto para las intérpretes como para el público que se siente atrapado por estos aromas de ciruelas, un recurrente y emotivo enlace de las escenas.
Si el texto es sólido, ágil, cargado de emoción es, lo que importa es que las dos actrices logran metabolizar esa textualidad en una joya escénica, en un juego impresionante de sensibilidad y profundidad interpretativa, logrando crear personajes de largo recorrido, capaces de hacernos llegar trazos caricaturescos de los personajes evocados en desdoblamientos a veces virtuosos. Hay que señalar que una de las actrices es la propia directora y el autor, Arístides Vargas, es escritor de escenario, por lo que la coherencia de la puesta en escena, el pacto de servicio a la teatralidad sin concesiones, logra que el magma de significados vaya proporcionando escena tras escena, situación, tras situación, unos bellos momentos, sabiendo conjugar el humor con el desgarro, consiguiendo un placer estético, mezcla de un uso no sensiblero de la melancolía, la nostalgia, como muestra de una evolución de una sucesión de encuentros y de pérdidas, en algo que además es un proceso histórico . Todos estos elementos ayudan a transformar este precioso y preciso montaje en un agridulce mensaje, en una gratificante sensación de la belleza teatral, desde la sencillez, haciendo del teatro un altar público para la comunión de las sensibilidades colectivas. Un bello trabajo. Carlos GIL

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