Negro & negro

La esperanza de la transformación

No tuve la oportunidad de conocer a Joaquim Benite. Tampoco había participado nunca en el Festival de Teatro de Almada, ciudad situada frente a Lisboa. Es difícil entrar en argumentaciones sobre alguien cuando no se ha tenido conocimiento en profundidad ni de su persona ni de su obra pero si se pueden plasmar sensaciones, percepciones y si se puede constatar la realidad de lo vivido y visto en el Festival de Almada.

El Festival de Almada ha cumplido sus treinta ediciones. En 1978, Joaquim Benite con su Grupo de Campolide cruzaron el Tajo trasladándose a Almada y fundaron el festival. Desde 1970, Joaquim ejercía la crítica en el Diario de Lisboa. Fue docente, impartió conferencias, cursos, talleres… Creó una colección de textos de teatro. Fue un hombre absolutamente polifacético. Pero no se puede entender el teatro portugués en los últimos 50 años sin tener en cuenta la obra de Joaquim Benite como director de escena. A lo largo de sus años de actividad estreno autores como José Saramago, Pablo Neruda, Edward Albee, Shakespeare, Camus, Sanchis Sinisterra, Brecht… En los últimos quince fundó y dirigió la Companía de Teatro de Almada, dirigiendo también la revista Cadernos, o el propio festival.

Joaquim Benite murió en la madrugada del 4 de diciembre de 2012. Su último espectáculo Timon de Athenas se estreno el 20 de diciembre de ese mismo año. No llegó a verlo en escena. Esta edición de 2013 es la primera edición del festival sin Joaquim.

En Almada se respira teatro por todos los lados. Las salas están llenas de público. Los artistas apoyan el festival. La Alcaldesa de Almada lo defiende fervientemente en público y apuesta económicamente en mantener el festival vivo y saludable. Estos días han sido días de homenaje y de recuerdo hacia Joaquim. Se han sumado actores, artistas plásticos, poetas, escultores, críticos de teatro, médicos, directores de escena…en actos de reconocimiento y recuerdo sentido. Se ha publicado una biografía sobre Joaquim Benite y Catarina Neves presentó su documental Nao basta dizer «nao».

Joaquim fue un luchador, un hombre de convicciones fuertes, un hombre con carácter y con un sutil humor que le ayudaba a manejar las situaciones de tal manera que acababan fluyendo como fluye todo en su festival…con el justo esfuerzo, sin complicar las cosas, con la mayor naturalidad posible. Me impresionó la presencia escénica que tenía Joaquim. Una imagen, una forma de hablar que llenaban el espacio convirtiéndose automáticamente en el foco de atención y de misterio, esperándose de el un punto de vista diferente. No dejó nunca de aprender, fue humilde, fue un verdadero maestro. Estos días se han dicho sobre él muchas cosas aunque la palabra generosidad sonaba y sonaba. Generosidad que le llevó a dedicar su vida entera al Arte, al Teatro, a su gente y al publico. Estando enfermo salió del hospital para dirigir su última obra que no pudo disfrutar en el estreno, no le dio tiempo.

Entendía el Teatro como algo no gratuito. Todo en escena debía tener un sentido, un por qué. El Teatro debe aportar a las personas algo más que un buen rato. Apostaba por un teatro que ayudara a la reflexión, por un Teatro transformador de ciudadanos y como consecuencia de la sociedad. Joaquim Benite era capaz de pintar sobre el gris con nubarrones que nos acompaña. Fue capaz de crear las bases para la transformación de la ciudad, capaz de dejar un poso duradero. Joaquim ha sido muy importante en la evolución del teatro portugués. Impulsó y dio a conocer a innumerables compañías portuguesas en el mundo. Alejó a Almada de la sombra de Lisboa y la colocó en el mapa de Europa con personalidad propia a través del teatro. Sembró el germen de la creatividad en sus ciudadanos y dejo una ciudad con un público cultivado, curioso y sediento de teatro con una programación exquisita todo el año. Almada pasó de ciudad dormitorio a ciudad creativa. El teatro portugués se abrió al mundo. Y todo comenzó en el Teatro da Trindade. ¿Recuerdan la trinitaria dominicana?, (ver articulo El teatro de la liberación). Pues eso, ¿acaso será la Trinidad la esperanza de la transformación?


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