La ética autobiográfica de Ignacio Amestoy
Sabemos que la escritura autobiográfica se expresa a través del «yo» íntimo del autor-a. Y que dos son los aspectos peculiares de su discurso: la triple identidad entre autor, narrador y personaje, y el pacto que en la práctica se establece entre el emisor (el autor) y el receptor (el propio autor), al ser el autor a la vez, lector de su propia experiencia y constructor de su propia memoria. Lo autobiográfico es pues, voluntad de experiencia vital, sea más o menos ficticia, esté más o menos pegada a la realidad. En su dimensión sociológica y en el amplio sentido de la diversidad de subgéneros (memorias, autobiografías, epistolarios, diarios), sirve para la reconstrucción de la vida escénica de una época. José Romera detecta dos procedimientos: ficcionalizar lo autobiográfico (Eakin, 1985) y autobiografiar lo ficticio.
Lo que no es muy común, es analizar el procedimiento y desvelar sus secretos; es más, hasta criticarse a sí mismo y a tu propia generación. Lo hace un Premio Nacional de Literatura Dramática como Ignacio Amestoy que, en un ejercicio de consciencia crítica, se permite reflexionar acerca del contexto metateatral de su propia obra y otras consideraciones socio-políticas, en un ejercicio que denomino, la ética autobiográfica. La naturaleza proteica del autor desdoblado, nos indica Amestoy, procede de la otredad como cualidad para convertirnos en otro: «Es el otro unamuniano que llevamos dentro de nosotros, nuestros otros, que no somos uno, ni dos, sino muchos otros» Históricamente asociado por generación, a la abolición de la censura en España, la generación de la Transición, Amestoy estrena su primera obra, Mañana aquí a la misma hora, dedicándola a Buero Vallejo y su teatro. Le seguirá Ederra calificada como «tragedia moderna» y que toca de lleno la problemática del País Vasco. Amestoy ha estado ligado durante toda su vida y obra, a Euskadi; en la proyección de sus anhelos, se le han revelado preguntas e ideas acerca de la condición humana y el sentido ético del teatro. Durante el periodo de 1985-1996, trabaja en Euskadi con los grupos Geroa Gasteiz, estrenando Doña Elvira, imagínate Euskadi (1985), Durango, un sueño. 1439 (1989), Betizu. El toro rojo (1991), ¡No pasarán! Pasionaria (1993), Gernika, un grito. 1937 (1994) y La zorra ilustrada. Samaniego en el Madrid de Carlos III (1996). Dado estos motivos personales de escritura y su interés por cómo la historia y sus personajes, sirven a la realidad dramática, el teatro de Amestoy ha sido denominado como teatro histórico y dentro de la nómina de dramaturgos españoles que han elegido el género histórico como clave de la escena española contemporánea entre 1975 y 1998. La última cena, tiene el trasfondo de la violencia en el País Vasco, ahora desde una perspectiva también filosófica, al enfrentar dos generaciones (padre e hijo). Su lectura dramatizada tuvo lugar en la RESAD, el 29 de abril de 2009, y supuso, en palabras de Ricardo Doménech la «culminación de una trayectoria».
En otras obras como Elisa besa la rosa. Elixa (1998), su aliento autobiográfico expresa la lucha con su padre, enfrentados arte y dinero. El género memorialístico lo proyecta inicialmente con la actriz Aurora Bautista, pero finalmente, Yo fui actor cuando Franco es interpretado por Fernando Delgado. «En esta obra volqué mis recuerdos sobre los personajes que se mueven en la trastienda de nuestro teatro»; de nuevo, reconstrucción escénica de raíz autobiográfica. En Violetas para un Borbón, Amestoy escribe una pieza sobre los últimos Borbones en España, y en la que introduce un alter ego en la figura del bufón Francesillo. Y en tres de sus obras, se relaciona con elementos de su cotidianeidad y la defensa de los derechos de las mujeres: en Cierra bien la puerta, tenemos al personaje de Rosa, la periodista, que expresa algunos reflejos proteicos del autor: comparten actividad profesional y generación; El demonio de los ángeles. Rondó para dos mujeres y dos hombres y Chocolate para desayunar, las tres obras sobre la mujer, «la gran protagonista del siglo, ya pasado» afirma.
En un tiempo señalado por el alto al fuego de ETA, Amestoy se preocupa ahora, en poner el foco de su mirada autocrítica en la generación perdida de jóvenes que han de irse de España y en las razones que nos han traído este escenario; razones, motivadas por su propia generación, a la que acusa de prevaricación. El estreno de Alemania en el Festival de Otoño en Primavera ejemplariza su compromiso autobiográfico en su expresión ética, una dimensión que no debemos perder de vista, en los tiempos que vivimos.