La fama está en promoción
La fama es una mercancía cuyo precio ha venido descendiendo en los últimos tiempos debido a la masificación de su consumo, como consecuencia del gran prestigio que ha logrado, de convertir, a quien la consigue, en un ser feliz.
Nunca antes, al parecer, había sido tan sencillo alcanzar la fama, ni había sido ésta acosada por tantos pretendientes, ni adquirido un aspecto que la llevase a ser identificada como la mercancía más deseada, ni había servido para zanjar tradicionales diferencias sociales, pues el concepto de trabajo, que siempre ha estado presente en la consciencia del individuo, como el gran medio para resolver sus conflictos económicos, ha perdido vigencia.
Ahora ya no es común escuchar, de quien espera resolver un problema económico, la expresión: busco un trabajo, sino: busco la fama.
Nunca antes la fama se había reproducido como generación espontánea. Cada día, sin mediar razones que lo justifiquen, aparecen, en montonera, nuevas figuras representativas de las llamadas disciplinas artísticas, cuyo fin está casi siempre asociado al concepto de fama, porque muchos de quienes las ejecutan emplean demasiado tiempo persiguiéndola, y están siempre dispuestos a hacer actos públicos extravagantes, para ayudarla a la fama a promover esa cierta imagen, que parece muy de ella, de permitirles a quienes la conquistan llevar a cabo acciones libertinas, que parece ser en esencia la característica más cautivante de ella.
Aparecen escritores, cantantes, actores, danzantes, comediantes, prestidigitadores, pintores, escultores, teatreros, cirqueros, magos, etc, un día cualquiera, con cuyos nombres se llenan las páginas de los diarios, las portadas de internet, y se alimentan los comentarios ambiciosos de la gente, y al siguiente día, estos nombres son reemplazados por otros, sin que por ello la fama sea acusada de inestable y genere desconfianza entre sus seguidores, tal vez porque la rapidez con que ella promueve y luego desplaza sugiere una movilidad social de más corto plazo, que mantiene intactas las esperanzas de quienes esperan un cuarto de hora para disfrutarla.
La fama es un producto que actualmente se vende muy bien, debido a que, por lógica económica, dado su pretendido masivo consumo, su costo ha bajado. Pero, además, para acceder a ella ya no es necesario, como en los viejos tiempos, pasar noches de desvelo, ni luchar contra el pesimismo, ni pedirle razones a la razón, ni amansar ideas, ni doblegar el cuerpo para que se mueva de una manera y no de otra, ni fatigar la voluntad practicando disciplinas tediosas, porque basta con entregarse en cuerpo y alma, y la voluntad quebrada, a las exigencias de quienes la promueven y la alquilan, para conseguirla.
La fama ya no se adquiere; se toma en arriendo.
Los antecedentes que conducen a la fama se han transformado, y han modificado en forma notable la manera de interactuar del individuo, para quien la audacia se ha convertido en el elemento prevalente en la búsqueda de sus objetivos, y que usa sin ningún reato de consciencia, porque el fin es llegar, sin importar cómo.
Años ha, quienes aspiraban a alcanzar la fama, de acuerdo con ciertas creencias de entonces, según las cuales el éxito era una consecuencia del trabajo, dedicaban la mayor parte de su tiempo en crear algo, cuya presentación en sociedad bastara para conseguirla.
Hoy, en cambio, quienes aspiran a alcanzar la fama no saben qué hacer con el tiempo, porque desconocen cómo administrarlo, y por eso se dedican a entretener a la gente, mientras pasa la vida.