¿De qué sexo es la palabra?

La felicidad es para los que no escriben

En la vida se elige poco, o más bien, casi nada. Uno no elige el sexo, el tiempo histórico, el adn, la geografía, el contexto económico. Como tampoco elige: quiero ser autor. No se despierta una mañana de verano con la inspiración , con el cuerpo invadido por la decisión: escribiré.

No hay nada de eso. Es todo lo contrario:la escritura toma el cuerpo, toma el brazo, la mano, la sangre,las ideas. Y ahí comienza el conflicto: ¿quién gana?¿ El deseo de hacer o la responsabilidad del hecho?

La calentura de los primeros años donde la catarsis y la necesidad física se dispara sin límites: hacer, estar, ser. ¿Cómo , por qué y para qué escribo?

Pero, frente a los nuevos conflictos, la biología de la escritura sigue pidiendo carne. Dame el recipiente, la razón, dame. Pide. Y uno necesita soledad. Afuera el mundo multiplica el estímulo, el ruido, la carga enciclopédica es brutal, no puedo hacerme cargo de todo, me retiro, unas horas diaras en soledad. La soledad es una decisión. Pero la soledad no tolera la convivencia, las relaciones. La felicidad cambia de territorio, más bien que se muda de barrio. Esa sería una buena definición: la felicidad se muda de barrio. Y uno se queda con esa soledad elegida porque debe dedicar horas diaras a la clasificación: disturbios, deseo ajeno, deseo propio, material , edición. Y el borrador pide más.

Y uno no eligió desde el inicio, pero también a veces quiere ser feliz. No tiene nada que ver con la entrega que pide la biología propia. El cuerpo donado, dado a la escritura. Ese cuerpo, esa soledad, ¿dónde queda la felicidad?¿Y cuál sería la felciidad de los que escriben, de los que crean?

Vuelvo a las decisiones. Uno elige tan poco, pero cuando el material propio se ordena uno decide cómo organizarlo, editarlo, dar opinión y esa batalla te lleva el tiempo, la vida, el corazón, el amor, el compromiso, ¿dónde queda la felicidad personal? No sé si los hombres se han hecho esta pregunta a lo largo de los siglos, las mujeres sí nos hacemos la pregunta, porque hemos vivido roles distintos. En un momento de la vida, uno entiende, no por inteligencia sino por realidad concreta, que no se puede todo, al menos, la fragmentación sólo contribuye a la dispersión y no concentra, no profundiza, se van, las energía se fugan y los resultados son: un poquito de varias acciones. ¿Hay plenitud y calidad en todas?

No, apenas contemplaciones generales.

No hay respuestas unánimes, supongo, por suerte, los absolutismos caducaron.

La felicidad es para los que no escriben.


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