El Chivato

La Fundación AISGE presenta las memorias de Pepe Isbert

El emblemático Pepe Isbert (1886-1966), uno de los rostros y voces más inconfundibles en el cine español de posguerra, revivirá este mes en la memoria de los cinéfilos a partir de sus propias palabras. Mi vida artística, que vio la luz en 1967 con una difusión modesta, renace ahora en una versión corregida y puesta al día que se presenta el próximo lunes 23 de marzo, en la sede madrileña de la Fundación AISGE (Ruiz de Alarcón 11, metro Banco de España).

Isbert es uno de los grandes patrimonios del cine español y sus memorias, escritas cuando ya se sabía gravemente enfermo, constituyen un relato de primera mano de medio siglo largo de nuestra historia. El artista de Tarazona de la Mancha, relata desde su infancia –cuando le decían “Obispillo” y el padre del dramaturgo Jacinto Benavente le salvó de morir por meningitis– hasta sus años de gloria tras la guerra civil, en que participó en muchos de los grandes títulos de nuestra cinematografía.

Su hija María Isbert y su nieto Tony Isbert participarán de forma activa en la presentación de esta nueva edición de Mi vida artística, junto a la presidenta de la Fundación AISGE, Pilar Bardem, y el director de la Filmoteca de Albacete, Jesús Antonio López. El volumen, que saldrá a la venta con un precio de 18,50 euros, cuenta con un prólogo especial de Javier Cámara, gran admirador de Isbert. “El señor Isbert era católico y sentimental. No diré que era feo, porque no puede ser feo alguien que inspira tanta ternura”, escribe el actor de Hable con ella o Los girasoles ciegos.

Pepe Isbert dividió el repaso de su vida en dieciocho capítulos. En ellos da cuenta de los primeros grandes clásicos del cine español sonoro (como Aventura o El bailarín y el trabajador) y asume su posicionamiento político en los peores días de la contienda civil: “Yo, personalmente, me adhiero a cualquier régimen que significa orden, trabajo y respeto a mi religión”. A Bienvenido Mr. Marshall le dedica un capítulo completo, y asume con resignación y buen humor la decadencia final, “aunque echo mucho de menos mi trabajo, mi libertad, mis paseos al aire libre y mis tres o cuatro cajetillas de cigarrillos y mis puros”. Su religiosidad y bonhomía le permiten bromear ante las visitas que le preguntan por su salud. “¿Mi salud? No está. Ha salido”.


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