Sangrado semanal

La grandeza de un color

En la vida te dicen: tú eres así. Siempre lo has sido y siempre lo serás. Y uno se acomoda en ello, se pervierte, se aferra con uñas y dientes a su melancolía, su voz rota, su necesidad de pareja o su extroversión. Y juega la partida de la vida con esas cartas marcadas de antemano, que son las que cree que le han tocado en suerte para siempre jamás. Desconoce que el alma humana puede llegar a contenerlo todo. Todas las posibilidades de actuación. Desconoce que cada ser humano contiene, potencialmente, a todos los personajes del mundo.

Y a todos los cuentos también. Cuentan las analistas jungianas que escriben libros, que todos los personajes que habitan el cuento tradicional habitan en nuestra psique que es, a su vez, bosque oscuro donde habita el lobo o imponente castillo donde el gran rey llora el sueño de su hija. Somos todo: La niña inocente y servicial que atraviesa la espesura con cesta bajo el brazo, el impenetrable Barba Azul que degolla esposas en el sótano, el asombroso Merlín y sus transformaciones o el hada que señala el camino cuando las brújulas se han quedado calladas.

Agua, tierra, mar, aire o metal. Son estos otros elementos naturales que pueden reconocerse en las esencias de las personas. En teatro lo utilizamos mucho para describir cualidades de presencia: «Esta mujer es agua, por ejemplo». Y también para señalar aquello que nos falta: «Te falta piedra, mujer de agua». Creo que no resulta difícil imaginar a qué nos referimos si le decimos a alguien que añada más aire a su forma de caminar. Algo que trasformará, por cierto y de inmediato su manera de pensar, pero esta ya…es otra historia.

Ánima y animus, son también dos conceptos que nos ayudan a identificar cuáles son los rasgos dominantes en una personalidad: Maneras directas y tajantes de actuar frente a aquellas que son indirectas y curvas. Existen, por supuesto, otros identificadores: Los Orixá, los arquetipos de las diferentes diosas griegas o incluso los signos zodiacales. Todos ellos son categorías que nos muestran al ser humano despiezado y que, mal entendidos, pueden darnos una visión sesgada y parcial de lo que somos o podríamos llegar a ser. Cuando, en realidad, se trata de completar el abanico, de ser todo, o al menos, de cultivar los potenciales para llegar a serlo. Brisa ligera sobre el mar y tierra fértil en la que enraizar.

Me habla el pintor de la grandeza del color como la verdadera esencia del pintar. Me explica que, al contrario de lo que comúnmente se cree, pintar no consiste en mezclar sobre la paleta distintos colores acabados y prefabricados y aplicarlos al lienzo, sino que gran parte del arte y oficio descansa en saber preparar un buen color. Sueña el maestro con preparar un solo color que contenga todas las posibilidades del mundo, porque en su elaboración, se han utilizado pigmentos y sustancias de muy distintas naturalezas. Sueña el pintor en su taller como el actor en el laboratorio a la hora de la alquimia. Antes del lienzo y del escenario, sueñan explorando los distintos pigmentos del alma. Ya pintarán. Primero, toca mezclar distintas naturalezas en un solo color. Una sola actriz. Un solo actor. Contenendores de todas las posibilidades del mundo porque no se resignaron cuando les dijeron: Tú eres así: Un azul, cielo.


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