Cada actividad tiene su ritmo. Impone su propio ritmo. Dirigir, producir,montar un espectáculo tiene intensidad, las horas no alcanzan ,pero igual el detalle debe estar encendido, como si hubiéramos tenido todo el tiempo del mundo. Así funciona, así hicimos nosotros que funcionara. Nunca se sabe qué está primero si el huevo o la gallina. La cuestión es que el vértigo se desea, hasta que el cuerpo piensa. ¿Y si dejo que el ritmo me haga la propuesta? El ritmo corporal. El cuerpo propone. Empieza el diálogo. Cambio de velocidad.
Abandono el vértigo. Y estoy detenida, aparentemente.Uno se detiene sobre lo visible, sobre la producido, sobre lo práctico. Uno queda quieto, aparentemente quieto y descubre el mundo de la lentitud y los detalles. Y es un mundo ínfimo, sin dinero, ni grandes pretensiones , pasa el tiempo y no hay resultados concretos. Parece que la pereza se aloja en mi casa. Duermo y hago pequeñas cosas diarias. Estoy lenta, constaté. Debería usar esta lentitud para una reflexión minuciosa y potenciar la escritura. Lenta pero con deseo. Otro ritmo con sus variables y sus respuestas. No hablo de reacciones biológicas propias de la edad, sino de explorar reacciones creativas sin necesidade de lo inmediato. Acción-reacción, como en la escena. Quiero reaccionar desde la escritura. El aparte. Distinto en las pausas, en las frases.
Hacer lo mínimo por día. Disminuir y no aumentar. Ir por aquello que se esconde, abandonarse, quitar la idea de «llegada»¿ a dónde debemos llegar? ¿Por qué hacer más y no hacer menos? Trabajar sobre eso. Sin darme cuenta hago limpieza interna, desmonto vanidades,viejas fábulas sobre las metas del artista contemporáneo. La lentitud esconde una fauna desconocida para mí. Animales de todo tamaño, esperan, sin oportunismo, listos y lisos. Sin ocurrencias, sin expectativas, alegres por el encuentro. El encuentro válido por el encuentro mismo. Sin hacer alianzas, ni proyectos, sin la presión de llevarte algo entre las manos. Sin convenios. Encuentros lentos. Lentos encuentros.
