Zona de mutación

La liberación del actor en la globalización

antropología del colonizado

 

Peter Bridgmont, en su obra ‘La liberación del actor’, plantea desde el mismo título un camino sugestivo, respecto del cual no podemos dejar de pensar en las condiciones de subjetivación de artistas donde la situación individual se halla sobrepasada por la general. Esto es tematizar también la liberación del actor en un marco atenaceante de globalidad que se pretende ineluctable y donde la ‘diferencia colonial’ nos produce que, dado el lugar al que pertenecemos, se debe practicar la actividad de una manera meramente reproductiva y no creativa y original. En este contexto, patinados con distintos brillos, los actores latinoamericanos en gira por Europa bien pueden ser tomados como aquellos indios que Colón llevó a palacio para mostrarlos a los Reyes, poco menos, a padecer el ‘juicio de Dios’.

El marco de la colonialidad, subalterniza las formas culturales de sobreviviencia a una curiosidad exótica: lo que puede hacerse aún sin medios como un dato del vasallo con talento. De ahí que sentirse el criado de la Señorita Julia más que una sensación extrapolada, es un estigma que se pretende cifra antropológica. Las categorías de análisis e interpretación, han sido establecidas según usinas predominantemente eurocéntricas y a las que se acogen nuestros estudiosos y críticos, como lo hacen a-críticamente los artistas poniéndose en posición de ostentar un signo desconocido para la mayoría. La novedad es funcional a la dinámica del consumo que siembra la esteticidad de sus industrias, para poder establecer el criterio de dicho principio de manera similar a la prerrogativa del mundo de las artes. La novedad es el autoritarismo del sistema, porque por ella se mata y se justifica el hacerlo. La industria de la novedad es lo genocida en el plano de los objetos como lo fueron tantas fuerzas militares en la confrontación humana y política. Así como en tantos países del subcontinente americano, cuando los torturadores sacaban a gente inerme de su casa y la trasportaban a un antro a humillar su humanidad, los objetos vienen por la noche a inquietar el sueño de las personas, hasta vaciarlos y hacerles confesar su inocuidad. Esto o la capacidad de producir derrota por otra vía. Por qué suponer una integridad incólume cuando se transa por el poder a cualquier costo, donde la cobija que abrigaba el sueño colectivo, aparece manchada por las eyaculaciones de los violadores de la patria. Es claro: la patria no es más que un efluvio que da náusea. La ‘novedad’ imperialista tiene ‘informantes’, con la misma dinámica que desnuda Wikileaks: originada en los mass-media, en soplones amigos, en compatibles e incondicionales de toda ralea. La explotación del talento se hace a cielo abierto y a costa de polucionar el medio ambiente cultural de los países, toda vez que las gemas encontradas en las minas culturales, son pulidas en la pátina de gracia final, que le otorga la programación en los circuitos globales legitimados, rompiendo la homeostasis que sus procesos particulares y locales, significan para su medio. Los cazadores de novedades viajan receptando la información estratégica que al ser programada en el centro del poder cultural, habrá instantáneamente limado sus puntas, morigerado su posible salvajismo, pues dicho traslado equivale a una museificación en el primer mundo, de los hallazgos en las periferias. Por eso, para éstas, el arte está en otra parte. Para el artista del sur, la programación internacional es salir de pobre. En tanto nuevo rico, asimilará el protocolo de una rebeldía o exotismo sistémico administrado.

Las disciplinas que rodean el arte no dan cuenta de la inversalidad que expresa criterios liminales, border, de nuestra cultura. El peso de las clasificaciones y jerarquizaciones, ha de hacerse en base a las unidades artisticas de sumisión iridada que residen en París, Berlín, Roma, Barcelona, Londres, Nueva York. Una ‘novedad’ se entiende de algo que un sudamericano, que por beneficio de alguna beca o viaje de placer, importa a su país de origen a partir de haberlo visto o aprendido en un curso en el Norte, que por mero traslado, reclama una cierta prerrogativa de ‘adelantado’. La subalternidad que permite la reproducción incesante de su condición se establece a través de lenguajes, teorías, etc. El fenómeno de coloniaje no obstante, genera un pensamiento de frontera, donde las herramientas útiles deberán ser: re-escribir para que resulten prácticas a los países del Sur. Las miradas críticas eurocéntricas deben ser re-instaladas bajo el designio decolonial prioritario, donde otras fuerzas culturales devenidas de razones raciales, de género y de clase, establecen sus propios centros. Un proyecto contrahegemónico del Sur. Hay un pensamiento liminal que se expresa en los desbordes genéricos del arte, en las rupturas matéricas, espaciales. En el sampling histórico de la no linealidad del mestizaje. Ese desborde a quien primero incluye es a las ortodoxias de todo cuño. Frente a ello, se suponen categorías de análisis adecuadas a un mundo que no necesita que le gestionen lo nuevo, en relación dicotómica con lo viejo. La cultura funciona como funciona la economía. El arte es la cabeza rebelde, la crapodina sobre la que gira el sentido concentrado que ilustra a todo el sistema. Finalmente: ¿por qué la lengua colonial afectó al aymara, al quechua, al nahuatl y no al chino, al japonés, al árabe? Se cree que la principal razón fue el peso de la escritura, la formalización gráfica de tales idiomas. Su figuración mental, lo que la materialidad de los quipus incas no pudo evitar al quedar demasiado expuesta a la depredación física de los mismos. Esto es vital de entender porque en definitiva el Arte es una actividad fuerte en ‘figuras’. Es decir, la gráfica frente a lo alfabético, estaría promoviendo una resistencia. Lo que se expresa en la sobrevivencia de la cosmogonía propia de los pueblos. La forma artística como contención del depredador. Como decía Guyotat: «Dicho de otra manera, la problemática específica de la escritura se libera masivamente del mito y de la representación para pensarse en su literalidad y su espacio».


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