Tendría tentación de escribir ante el desastre de escena viviente en París, que a pesar de sus esfuerzos por aparecer pujante y deleitosa, la amenaza del virus la mantiene a la defensiva. Vamos mal en Francia por culpa del microbio, y todos los centros de recreación, entre ellos las artes escénicas, están al borde del colapso.
Por ejemplo, el Teatro de Châtelet acaba de anunciar la suspensión de su tradicional comedia musical de fin de año. La administración de esta sala notificó que suspende la temporada de ‘42nd Street’, un musical del repertorio, a pesar de que ya estaba todo listo para que iniciara la temporada a finales de octubre. «Todo listo» quiere decir que actores, bailarines, cantantes, músicos, técnicos, iluminadores y un gran etcétera, ya estaban preparados para presentarse cada noche ante el público en el espectáculo musical de fin de año. «Todo listo» quiere decir que las campañas de publicidad ya estaban activas: anuncios dinámicos en el metro, spots en tv, mensajes en las redes sociales, carteles móviles en las esquinas, papelería y folletos… Se dice fácil, «reprogramamos el musical para 2021″, pero eso significa que decenas de técnicos, administrativos y artistas se quedan sin trabajo, con una gran frustración de por medio: mucha inversión, cero representaciones. Y el público, ese motor del espectáculo, cada vez más alejado de los escenarios, cada vez más pegado a las pantallas…
Pero no todo es negativo, hay espacios que resisten y lanzan su temporada de otoño («¡ya estamos en otoño y sigue el virus rondando!»), como el Teatro de l’Atelier de París, ubicado en el barrio de Montmartre, que inicia temporada a partir de esta semana con ‘Crisis de nervios; tres farsas de Chejov’, tres monólogos del dramaturgo ruso interpretados por el excelente Jacques Weber, dirigido por el alemán Peter Stein, especialista del teatro de Chejov en Europa. Un programa de lujo.
Las obras de Chejov programadas son: ‘El canto del cisne’, ‘Sobre el daño que causa el tabaco’, y P’etición de mano’. De las tres obras, ‘El canto del cisne’ presenta los sentimientos de un actor ante una sala vacía, situación que inspira a Weber algunas reflexiones sobre la crisis que vive el teatro. Dice Weber a la AFP:
«Actualmente el problema no es saber si se actúa bien o mal. Debemos interrogarnos sobre el lugar que ocupa el teatro en el mundo. Con la epidemia, es el momento de hacernos la pregunta. No podemos cerrar los ojos ante el hecho de que solamente el 1% de la población acude al teatro, no podemos aceptar el hecho de que cada vez más la gente prefieren la retrasmisión, a la presencia en la sala, a la actuación frente a un público».
Con la crisis sanitaria actual, Weber considera que el teatro y las artes son consideradas «un lujo». Pero «sin que cambie el mundo, la escena es un vehículo de reflexión. Y el teatro ya ha superado distintas dificultades, aunque esta vez la incertidumbre sanitaria afecta la situación financiera de muchos teatros».
Pensar el teatro de otra manera, es la conclusión que puede sacarse del reto de superar la epidemia. Weber propone llevar al teatro a otros espacios, buscar más a los jóvenes y a los niños.
El navío teatral cruje bajo el peso de la epidemia, no sabemos si va a salir del puerto, no sabemos si llegará a su destino. La situación actual de París no ofrece ninguna garantía, y si la epidemia sigue avanzando, dentro de muy poco tiempo habrá una nueva clausura y las salas serán cerradas, junto con la vida nocturna.
Debemos buscar una evolución del teatro, reconsiderar el uso de las pantallas para el fenómeno escénico, atacar con audacia las dificultades presentes, encontrar un futuro. Para esto hay que exaltar las raíces primitivas del fenómeno teatral, sin renunciar a las posibilidades que nos dan las nuevas tecnologías. Tierra, fuego y píxeles, nuestro futuro.
París, finales de septiembre 2020.
