Críticas de espectáculos

La marquesa de O/Heinrich von Kleist/Pentación

Cuento inmoral

 

Obra: La marquesa de O – Autor: Heinrich von Kleist – Intérpretes: Amaia Salamanca, Josep Linuesa, Juan José Otegui, Tina Sáinz – Escenografía: Javier Ruiz de Alegría – Vestuario: Helena Sanchis – Iluminación: José Manuel Guerra – Dirección: Magüi Mira – Producción: Pentación Espectáculos – Lugar y fecha: Teatro Arriaga –Bilbao- 31-03-10

 

Este cuento de Kleist roza los límites de lo actualmente correcto: una joven marquesa viuda es violada mientras sufre un desmayo tras un acoso militar por un apuesto conde ruso. A consecuencia de la taimada agresión presentada como una salvación, queda embarazada. El militar ruso quiere casarse con ella, pero la joven lo rechaza por su embarazo pese a sentir atracción por él. Ella decide colocar un anuncio en la prensa para que aparezca quien es el padre de la criatura que lleva en su seno y asegura perdón, sea quien sea el violador. Los padres de la joven, él militar también, tozudo y conservador, la madre más condescendiente, están consternados. Al final aparece el conde, es rechazado en primera instancia, pero al final se casan bajo contrato con “alejamiento” expreso del varón, hasta que al año, el amor rompe barreras, hay perdón y se unen en un baile esteticista que sella la moraleja poco convincente.

En los tiempos del romanticismo tendría cabida una salida de esta manera tan entreguista. Hoy se trata de un delito, de un perdón forzado, de un consentimiento fuera de lo adecuado, correcto y recomendable. Pero es que este cuento inmoral está muy mal contado en esta versión de Emilio Hernández, y en lo estrictamente teatral nos encontramos  con un reparto muy desequilibrado: los padres, los actores veteranos dan prestancia, tono y calidad; los jóvenes, no llegan a los mínimos exigibles, se quedan cumpliendo órdenes en los movimientos, sin organicidad alguna, envarados, sin matiz en la declamación. Se rompe la unidad, se nota demasiado la mano de la directora y el espacio escénico, iluminación y espacio sonoro de buena factura no suplen las fallas estructurales y de entidad interpretativa que impiden el vuelo que se intuye.

Unido todo ello al poco sentido que tiene hacer bromas con una violación, por mucho amor que se intente sobreponer, nos encontramos ante uno de esos productos de claro y evidente contenido machista que no parecen tener mucho sentido en estos momentos de la historia.

Carlos GIL

 

 

 


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