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La metonimia objetual posdramático shakespeariana de David Espinosa

Hay concepciones teatrales en las que la centralidad del actor o de la actriz se desplaza hacia otros dispositivos escénicos.

La dramaturgia, como la ingeniería o el arte de la composición de acciones, con un sentido determinado, para un espectáculo teatral, no presupone, necesariamente, la intervención de actrices y actores.

La dramaturgia puede encaminar su partitura, o diseño de acciones, hacia un teatro en el que las imágenes plásticas dinámicas impacten en la recepción, de tal manera que resulten indelebles.

Me resulta curioso pensar en cómo es más fácil que se nos queden grabadas imágenes de ciertos momentos, en el teatro – y fuera de él también -, que no las palabras o las réplicas de un diálogo. ¿Tendrá esto algo que ver con aquel viejo refrán en el que se afirma que vale más una imagen que mil palabras?

Los refranes recogen la sabiduría popular de manera casi aforística y sintetizada, renunciando a la grandilocuencia. A veces se equivocan, como casi todo lo humano, pero otras muchas aciertan, quizás por aquello de que cuando el río suena agua lleva. Y de las palabras, muchas veces, se nos quedan grabadas las imágenes que ellas suscitan. Al final: imágenes. El impacto de las imágenes, la poesía de las imágenes. En los márgenes del «logos» y más allá o más acá de él: las imágenes. Lo que no se puede decir y las imágenes…

La imagen, su dinamismo y capacidad para generar empatía, está más allá de la centralidad en la intervención actoral.

Quien actúa es la imagen y sus constituyentes. En ella se cifra el sentido.

En las teatralidades en las que esto ocurre, la actriz y el actor pueden situarse dentro o fuera de esa imagen que actúa. En realidad, la actriz y el actor son, aquí, quienes imprimen los impulsos motrices a los constituyentes de la imagen, en una especie de acción diferida. La actriz y el actor son, aquí, como titiriteros, y la imagen y sus constituyentes (luces, sonidos, objetos, proyecciones audiovisuales…) como sus títeres o marionetas.

El contacto entre la actriz o el actor que manipulan y mueven los constituyentes de la imagen escénica puede ser directo, como la de quien mueve los muñecos con sus propias manos, o bien indirecto, como quien mueve los muñecos o los objetos por control remoto (recordemos el caso paradigmático de STIFTER’S DINGE de Heiner Goebbels).

Otra modalidad de relación indirecta del actor con los objetos y los muñecos, que constituyen la imagen dinámica, es la que nos propone DAVID ESPINOSA en su último espectáculo, titulado MUCH ADO ABOUT NOTHING. Al que se podría añadir el subtítulo «Las obras completas de William Shakespeare».

Pudimos verlo programado en el Teatro Ensalle de Vigo a finales del mes de enero de 2016.

El desafío ya se puede percibir en el texto del programa de mano, en el que, parcialmente, nos encontramos con una especie de manifiesto teatral:

«¿Por qué se siguen montando los clásicos? ¿Por el miedo al lienzo en blanco? ¿Para arrancar con garantías de éxito? ¿Por qué preferimos recordar el pasado en vez de analizar el presente o mirar hacia el futuro? ¿Por qué el público quiere escuchar de nuevo el mismo cuento como un niño pequeño? ¿Es el teatro un acto anacrónico, propio de románticos y anticuados? ¿Y por qué no me interesan a mí esos textos? ¿Es la rebeldía juvenil? ¿Irresponsabilidad postmodernista? ¿Una pose snob? ¿Qué haría yo si me enfrentara a uno de esos autores? ¿Y al más grande de todos? ¿Y a varios de sus textos? ¿Es posible representar Hamlet, Macbeth, Othello, El rey Lear, Romeo y Julieta, Antonio y Cleopatra, La tempestad, Enrique V, Ricardo III, Como gustéis y El sueño de una noche de verano, en un solo espectáculo?

David Espinosa y sus secuaces del Local Espacio de Creación lo han intentado en la versión más arbitraria, efectista, artificial y hueca de las obras completas de William Shakespeare. Una delirante obra visual que especula con las convenciones de espectacularidad, a través de figuras y objetos cargados de aventuras, romances, lujuria, guerra, tragedia y poder. Un irónico juego de luces y sombras con numerosos guiños al cine, el cómic, las artes plásticas, y a la propia historia del teatro.»

MUCH ADO ABOUT NOTHING es una metonimia posdramática en la que se conjugan los temas y sucesos principales que vertebran la obra completa de Shakespeare, a través de un abigarrado retablo barroco de figuras fantásticas, souvenirs kitsch e iconos del pop.

Sobre una mesa-altar, y en sus alrededores, una acumulación multitudinaria de objetos-icono, o títeres-icono, son activados por impulsos motrices a través de los hilos de la luz y del «live-video».

David Espinosa manipula un punto de luz que, al aproximarlo o alejarlo, al moverlo por entre el paisaje de pequeños objetos, genera unas siluetas animadas sobre una pantalla blanca de fondo.

Escenas fascinantes de siluetas en las que el punto de luz, con el movimiento de los ángulos y distancias, genera primeros planos, «travellings» o planos secuencia, agranda o disminuye el tamaño de las figuras siluéticas, en una intensificación plástica a la que también contribuye la música y los efectos sonoros.

Escenas lisérgicas producidas por el «live-video», la filmación audiovisual en directo, que nos acerca pequeñas composiciones objetuales, escenas de sexo entre muñecos Disney, colocados en posiciones procaces, al lado de los muñequitos de una pareja de novios, de esos que se ponen en la cima de una tarta de bodas, al lado del castillo Disney en el que una reina, de cuento de hadas, está con las piernas abiertas mientras un soldadito mete su cabeza entre ellas y resuenan jadeos y resuena la noche de bodas de Gertrudis y Claudio, después de que una especie de King Kong verdoso haya sido apuñalado por la espalda y su corona robada… El contraste entre figuras icónicas míticas y figuras icónicas del pop y del imaginario fantástico, frente a figuras de la realidad, que también se han vuelto icónicas: la decapitación de Mickey Mouse después de mostrar la foto de Osama bin Laden tras una ventanita enrejada. Resonancias de Ricardo III y Macbeth, dos matrioskas con sendos retratos de Muamar el Gadafi y Saddam Husein. Polisémicas analogías y asociaciones de ideas entre las muñecas rusas y los retratos icónicos de sendos dictadores y aquellos que guerrean en las obras del bardo inglés.

Contrastes entre figuras icónicas que establecen analogías entre la época actual y algunos hechos espeluznantes recientes (casi fantásticos), en relación a figuras icónicas míticas que pueblan la obra de Shakespeare.

Escenas alucinantes, generadas por la simultaneidad de luces estroboscópicas y otros efectos lumínicos y sonoros, los primeros planos o las siluetas de los muñequitos y los objetos que parecen animarse, dentro de una estética de collage y videoclip, mientras el actor se mueve alrededor y por debajo del dispositivo teatral.

De esta manera el actor está integrado y, a la vez, desintegrado de la imagen escénica actuante.

El retablo puzzle de figuras y objetos cobra vida independiente (como en la voz objetiva del drama) gracias a esa manipulación diferida y descentrada por parte del actor. Gracias a esos mecanismos de animación a través del punto de luz móvil y de la mini cámara de filmación, con proyección de lo filmado en directo.

Casi como en el tríptico de El jardín de las delicias de Hieronymus Bosch, a cada paso descubrimos imágenes sorprendentes por su relación con otras imágenes contiguas y yuxtapuestas, y así, de esta manera, van emergiendo las substancias que corren por las venas de la dramaturgia de Shakespeare.

Magnicidios, traiciones y luchas de poder. Sexo, drogas y Rock and roll. Todo el ruido mítico que contiene la obra de Shakespeare oscilando entre grupos icónicos fantásticos, en relación con otros actuales de la cultura pop.

Much Ado About Nothing. Mucho ruido y pocas nueces, otro refrán que actúa como arcano o, al revés, como revelador, podría ser el título de la misma vida, más que el de una obra de teatro o un espectáculo. Un espectáculo que nos conecta, a través del juego artístico con las imágenes dinámicas, con esa rueda que, desde antes de Shakespeare hasta hoy mismo, no ha parado de girar.

Afonso Becerra de Becerreá.


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