La mímesis, la diégesis y las neurociencias
En esencia, el teatro se apoya en la mímesis y la diégesis para construir historias y conseguir que conecten con el público. Sin embargo, en la era moderna, la neurociencia ha comenzado a hacernos entender el impacto psicológico y emocional que estas herramientas narrativas tienen en los espectadores, revelando cómo el cerebro procesa y responde al arte escénico.
Aristóteles definió la mímesis como la imitación de la acción. En el teatro, por tanto, se traduciría como la representación directa de eventos en escena, con personajes que actúan para al público, permitiendo que vivan la experiencia como si estuviera ocurriendo en el momento. Por otro lado, la diégesis implica narrar o describir eventos, en lugar de mostrarlos directamente. Es el relato contado por un narrador o por los personajes que se refieren a eventos pasados, y en el teatro posdramático, también presentes o futuros. O, sencillamente, aquella narrativa que no es escenificada.
En esencia, la mímesis busca involucrar al espectador a través de la acción, mientras que la diégesis apela a su imaginación para completar la historia. Ambos recursos, cuando se combinan hábilmente, crean una narrativa rica y multifacética. Y el lenguaje teatral actual encuentra una armonía entre ambas herramientas que hace, digamos tres décadas, no se concebía.
Por otro lado, la diégesis estimula regiones cerebrales relacionadas con la memoria y la imaginación. Escuchar un relato nos lleva a construir mentalmente imágenes y escenarios, activando áreas como el hipocampo y el córtex prefrontal. Esto explica por qué las narraciones evocan emociones intensas, incluso sin representación visual directa.
La neurociencia ha comenzado a revelar por qué estas estrategias que combinan ambos lenguajes son tan efectivas para cautivar al público. Nuestro cerebro está diseñado para empatizar y conectar con las experiencias ajenas, especialmente a través de las llamadas, y ya conocidas, neuronas espejo. Estas células se activan tanto cuando realizamos una acción como cuando vemos a alguien más realizarla. Por eso, la mímesis tiene un poder tan visceral: cuando vemos a un actor llorar o reír en escena, nuestras neuronas espejo de espectadores nos hacen sentir esas emociones como si fueran nuestras, se disparan aunque se inhiba la parte motora que nos haría accionar.
Si pensamos en el teatro, la neurociencia ofrece una alternativa para repensar cómo estructurar las obras y cómo conectar con el público. En un ejemplo básico, un dramaturgo puede optar por una escena mimética intensa para generar una conexión emocional inmediata, seguida de un pasaje diegético para dar contexto y profundidad. Este equilibrio entre mostrar y contar es estéticamente rico y responde a la forma en que nuestro cerebro procesa la información. Habría que sumar la posibilidad de incorporar recursos escénicos adicionales como audiovisuales, músicas en directo, … y así entender que el teatro de hoy no es o mimético o diegético, debe ser una combinación de ambos y más.
Entender cómo se desencadenan las emociones en el cerebro puede ayudar a los actores a trabajar sus interpretaciones. Una actuación más natural y emocionalmente coherente es más probable que active las respuestas empáticas del público, aumentando la inmersión y el impacto de la obra.
Por tanto, la interacción entre la mímesis, la diégesis y las neurociencias no solo enriquece la comprensión teórica del teatro, sino que también abre nuevas posibilidades para su práctica. Desde el uso de tecnologías inmersivas que potencien las experiencias miméticas hasta estrategias narrativas que aprovechen los conocimientos sobre la mente humana. Se demuestra, una vez más, que el teatro tiene un terreno fértil para reinventarse.
En este cruce entre arte y ciencia, los creadores escénicos tienen una oportunidad única: seguir explorando cómo nuestras historias no solo reflejan el mundo, sino cómo lo construyen en la mente de quienes las reciben. Al fin y al cabo, el teatro, como la vida misma, es un acto profundamente humano de conexión, interpretación y emoción.