Sud Aca Opina

La mujer del César

Últimamente me he estado interesando en el aspecto de las personas. No como una forma solapada de poder manifestar un cierto sectarismo, sino que para ejercitar mi imaginación en cuanto al personaje dramático que podría resultar del aspecto frente a mi, aliñado por supuesto, con una permisiva sobredosis de fantasía.

Cuando se dice que «la mujer del cesar no solo tiene que serlo sino parecerlo», se está dejando en evidencia un rasgo característico del ser humano, cual es juzgar en base a las apariencias más que a los hechos.

Son muchos los ladrones de cuello y corbata que por no parecerlo, pueden realizar su canalla «trabajo» sin despertar sospechas.

Claro que a pesar de nuestra supuesta inteligencia superior, no somos los únicos animales en utilizar las apariencias para impresionar; algunos aparentan estar muertos para desalentar a su predador, el pez globo se infla para mostrarse más grande de lo que es y el pavo real despliega su cola en abanico para mostrar cuan bello es.

Por otro lado, «Aunque la mona se vista de seda, mona se queda» porque tarde o temprano termina por confirmarse su verdadero ser, ya que con el tiempo se descubre que ese refinado y elegante personaje, se iba de copas hasta la inconciencia, con otros chimpancés y un amigo orangután.

Muchas veces las verdaderas capacidades de una persona que busca trabajo ni siquiera son puestas a prueba pues el aspecto de otro postulante, no su experticia, impresionaron más al entrevistador.

Pero la vida deja huellas indelebles e indesmentibles en nuestro aspecto, algo así como un maquillaje vital.

Basta con ver las manos de un hombre de campo donde las grietas en su piel son casi tan profundas como los surcos donde tantas veces echó la semilla. Detrás de unos gruesos lentes se puede encontrar a quien durante toda su vida realizó su trabajo entre memorándums y certificados varios que fueron desgastando su visión y encorvando su espalda.

Y un creador, ¿Cómo se reconoce a un creador?

Fácil, todos y cada uno de nosotros somos en esencia creadores, aunque a veces no queramos darnos cuenta de nuestro inmenso poder.

La vieja frase de «Planta un árbol, escribe un libro y ten un hijo» solo cobra sentido si la vemos como la manifestación del poder creador que todos tenemos.

Todo acto de creación consciente, requiere de tiempo; un tiempo previo de preparación, el tiempo mismo de la creación y un tiempo posterior donde el objeto de nuestra creación puede variar y enriquecerse.

Es el tiempo la mayor dificultad a superar ya que en estos días es un bien escaso que lamentablemente, la mayoría de nosotros utiliza para descansar haciendo nada.

«Músculo que no se usa se atrofia» y a pesar de que el acto creativo está lejos de ser un musculo, si no se entrena regularmente se ve disminuida su capacidad,nunca se acaba pero se va entorpeciendo gradualmente.

Para nadie es un secreto que mientras más arte presenciamos y por supuesto asimilemos, más fácil nos será transformarnos en artistas, claro que en lo personal, para mí un artista es un creador que vive por y para su arte, personajes que por lo demás son contados con los dedos de una mano, ya que la mayoría de los que se dicen artistas, profitan del apelativo como si de un título nobiliario se tratase, con la capacidad de elevarlos al cielo de los intocables.

Un artista no es por si mismo, sino a través de su obra


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