La mutación del concepto escenario
Un escenario es una oquedad proyectiva, develatoria, procreativa. Al escenario le cabe el destino de los úteros. Sus partos, al igual que el de una mujer, son únicos e inexplicables. Los escenarios son las formas mismas en donde caben cadenas de relatos, que denotan una visión del mundo. Un cuerpo escrito, tatuado, vestido, maquillado. El cuerpo escenario donde el acto de amor en vivo deviene violenta no-actuación, o no arquitecturización de un instante, capaz no de romper la intimidad que se adscribe a dicho acto sino por el contrario, la ruptura de la mirada testigo de una intimidad.
Fue lo que pasó en el coito en vivo en el Festival de Teatro Experimental de la Universidad de Chile, sólo cuestionable como hecho impactante en la apelación a una muchacha que cobró para prestarse al trance. Digamos que aún queda ver en escena un acto de amor ‘real’ por decir, para que el cuerpo deje de ser escénico o el teatro corporal y el teatro se funda a su Doble. El escenario empìeza a ser una superficie de relato donde ficción e información no se diferencian. El escenario dentro de la sociedad del espectáculo es una zona donde se simula la realidad, se la inventa.
En la Sociedad del Espectáculo el gran hecho escénico es la Verdad. Uno camina y se topa con focalizaciones que ponen en escena significaciones rápidas y estratégicas, que van relevando al nuevo espectador de la cultura pesada, fija, culturosa. El relato de los paseantes («¿viste lo que hay en el…?») es un signo de actualización cultural activo frente a la cultura ritual. Ese escenario debe cultivar una especie de eficiencia hablante. No callar. Hacerlo es el terror del locutor. Ese escenario sigue una dinámica de mass-media, de ‘espectáculo que debe continuar’. El final de las luces es el terror del espectador.
Desbordamiento del espacio de silencio. La luz ilumina no un espacio sino un acontecimiento. Escenario en silencio es escenario vacío. El escenario no colabora a una interioridad sino a seguir el flujo moderno de las máquinas. El silencio escénico es computado como falto de ritmo, como desperfecto en el normal desarrollo de los motores perceptivos. Suele decirse: En el silencio no hay acción, no pasa nada. En el escenario han de pasar cosas. El silencio es la anti-materia escénica. En la escena deben fulgurar las certezas materiales de una manera tranquilizadora para la conciencia. Si algo pasa, ya estamos justificados. Es muy paradójico suponer que algo pase con que algo ‘esté ahí’. El ‘algo pasa’ bien puede ser algo fijo. Es un oxímoron. El algo pasa bien puede ser algo que no evoluciona. Por eso, la gran contestación a ese escenario es el Oscuro y el Silencio. Silencio y vacío es la oquedad virtualizada a la espera de las fecundidades. La creación no como coito violatorio y machista de ese vacío, ni como penetración triunfal de ese vacío. La escena ya no dominada por una iniciativa o una necesidad, no, ya no la escena como ejercicio político de dominio.
No, el teatro como naturaleza espontánea ocurriéndose a sí misma. No-teatro como transgresión a las germinaciones que postulan sus actos-fuerza sobre el útero escénico. Lejos de los planes culturales y sus violencias burocráticas. Lejos de las previsiones instrumentalizantes de los organismos de cultura. Lejos de la mirada torva y degenerada de los reprimidos. Lejos de los mirones industriales. Lejos de los turiferarios de lo ya sabido. Lejos.