La Nona/Roberto Cossa
La abuela come
Obra: La Nona
Autor: Roberto Cossa
Intérpretes: Javier Leoni, Inma Sancho, Rafael Núñez, Enrique Silva, Eugenio Villota, Aurora Herrero, Carolina Martínez
Escenografía: Paco García del Águila
Vestuario: Mónica Florenzo
Iluminación: Enrique Rodríguez
Dirección: Carlos Vides
Producción: Cía Teatro I Piau, Producciones Cachivache, Producciones Teresa de Juan
Arriola Antzokia –Elorrio- 21-01-05
Esta obra se escribió en un principio para una serie televisiva en los años más oscuros de las dictaduras argentinas. Cuando pasó al escenario en 1976 fue un éxito memorable. La metáfora que encierra esta pieza, la simbología que asume el personaje de «La Nona» en su capacidad de aguante y destrucción, con ese afán por comer que tiene esta abuela de cien años que se nos presenta como inmortal. Entonces y en Argentina esa deconstrucción de una familia se podía interpretar como la desmembración del propio país y la abuela podía ser interpretada como la Dictadura. Hoy este texto mantiene su capacidad simbólica aunque de una manera mucho más abierta y sujeta siempre a la evidencia de la categoría del texto, de su propia estructura, del trazo con el que se remarcan los personajes, del deterioro de esa familia que pierde toda noción de la ética y los problemas económicos y la desvertebración van provocando un deterioro en ellos, en la propia casa, llegando a finales trágicos a excepción de la Nona, la única sobreviviente, que ocupando el centro del escenario devora una manzana.
Todo ello expresado en un lenguaje de humor negro, de grotesco, lo que le arrima peligrosamente al sainete costumbrista, pero que en este trabajo se sabe mantener en el tono justo, donde los actores se aproximan a sus personajes de una manera realista, aunque con un subrayado constante en sus líneas básicas de caracterología. El festín se torna esencialmente teatral, es una expresión de un teatro de texto muy vivo, que retrata una época, una ruina, pero que contiene los necesarios saltos narrativos y sorpresas como para mantener en alerta a los públicos de hoy. Y si el placer es artístico, teatral, estético, resulta que su ética y su mensaje queda todavía más nítido para la reflexión.
Carlos GIL