La otra Voz/Manuel De
Impactante discurso amoroso
«La otra voz» es un impactante espectáculo dialéctico sobre el amor de dos homosexuales, escrito y dirigido por el extremeño Manuel De, basado en el afamado monodrama «La voz humana», de Jean Cocteau. Un espectáculo de la compañía La Saraghina de Stalker, que ha logrado -junto a «La decisión de John», de Teatro del Noctámbulo- una considerable acogida del público y selecta crítica en el último Festival Internacional de Teatro de La Habana.
El texto de Manuel De parte de la ruptura sentimental entre Antonio (joven artista) y Cesar, su pareja que sin más motivo se ha marchado de casa porque ha dejado de quererle y promete un último encuentro para recoger su maleta y despedirse. Antonio, debe asumir el fin de la relación y antes de verse con Cesar ensaya en su apartamento distintas despedidas, fundadas en la sinceridad, en la reciprocidad y en la libertad, con el fin de comprender el sentido de la separación. Antonio, como en la obra, bella y profunda (que aún se mantiene viva porque es una obra maestra) de Cocteau, es un corazón roto que mantiene latiendo la esperanza ante lo inevitable, glosando en la intimidad todo un discurso amoroso como desesperación, como entrega absoluta, como locura. Pero un discurso que en el relato del extremeño tiene la innovación de que el dolor del amor no es patrimonio femenino (Cocteau escribió «La voz humana» en 1930 pensando en su amiga Edith Piaf, que no se atrevió a estrenarla).
La obra de Manuel De, que se estrenó en 2008, ha seguido un largo proceso de recreación artística que ha culminado con esta nueva versión, donde el autor-director ha sabido tejer y destejer el sinuoso laberinto cocteauniano ingeniando los diálogos que el personaje-protagonista de «La voz humana» oía por teléfono, que te introducen -desgranando la crónica del desamor- en un universo de sentimientos encontrados. También ha añadido un montaje visual onírico –como alas para que la imaginación vuele entre retratos desnudos de la pareja en actitud amorosa- en la que se representa la intimidad de la performance ideada por Antonio como medio de expresión del dolor.
La puesta en escena, plagada de simbolismo y alegoría, está bien planteada en un espacio austero lleno de objetos (siendo más propia para salas alternativas que aporten en la cercanía con el espectador la intimidad necesaria), muestra la explosión contenida del desconsuelo de Antonio, que no sólo se refleja en la elocución de las voces -habla con su propia voz y la de Cesar (en off) imaginando proposiciones y respuestas- sino en su gestualidad, haciendo lo invisible corpóreo. Ambas se manifiestan creando una atmósfera cargada de emociones, que atrapan e impactan.
Destacan escenas donde el protagonista se aferra a una ilusión y en un impulso abraza la maleta como si fuera el mismo cuerpo de su amado, o cuando se mete en ella porque siente que es una pertenencia más de Cesar y se quiere ir con él. Aunque las imágenes de mayor inspiración dramática se generan a partir de una sábana roja, testigo de noches de pasión, donde Antonio se envuelve al final de la obra, aglutinando toda su melancolía. En este detalle Manuel De ha sido fiel a la acotación de Cocteau: «… debe dar la impresión de que está sangrando, perdiendo su sangre, como una bestia que cojea, y de que termina el acto en una habitación inundada de sangre», a propósito de su protagonista.
En la interpretación, Georbis Martínez (actor de origen cubano) sabe penetrar en la piel de Antonio y jugando en varios niveles de pasión lo hace suyo, logrando transmitir la negación, ira, aceptación, ternura, comprensión, agradecimiento, reproche y rechazo del personaje que se resiste tanto a ser abandonado como a aceptar la realidad del desamor. Su rol lleno de preciados matices dramáticos esta secundado por la voz en off, clara y cadenciosa, de Gabriel Moreno que aporta la intensidad precisa como contrapunto para que el protagonista ensaye su soberbio discurso amoroso.