La partición del texto
Depende de dónde se da por iniciado una proceso de realización, aunque parezca un contrasentido (pues lo que empieza mal puede prefigurar lo realizado), que aquello que constituye las unidades de trabajo, estará sujeto a múltiples posibilidades a considerar.
Se podría suponer, en la disponibilidad de un texto literario, o de un guión técnico de acciones, o en las pautas establecidas en la propia escena, en donde, sin plan previo y a pura intuición, se demarca las zonas de búsqueda del día. En este último caso, sobre la virtualidad de un espectáculo que ronda la cabeza del director o la del equipo, podrán surgir determinaciones acotadas, para poder realizar un abordaje concreto que garantice precipitados creativos.
También puede ocurrir, declarar un estado de efervescencia alrededor de un tema, de una imagen, de una simple palabra, que disparará múltiples devoluciones sobre las cuales, cabrá o no, hacer una segmentación que permita convertirla en material asequible de trabajo.
A este punto, se llegará a la evidencia respecto a que las particiones de carácter literario, generalmente demarcadas en el llamado ‘análisis de mesa’, no coinciden necesariamente con las orquestaciones secuenciales que el trabajo práctico sobre la escena impone hacer.
Todo trabajo de estructuración, composición, demanda el ejercicio de criterios específicos, que en no pocos casos, en el teatro contemporáneo, desbordan las viejas unidades de actos, jornadas, escenas, cuadros, etc.
A la luz de combinatorias más imprevisibles, queda claro que el patrón de ‘orden’ puede estar fijado por el ritmo, el color, lo sonoro, el tacto, la exuberancia, el ascetismo, la respiración. Calidades tan inabarcables como la tesitura del trabajo lo determine. Criterios matrices, no menos abiertos, que la posibilidad de formalizar en alguna configuración imprevista.
No escapa que una sesión de ensayo transcurre como una consulta al «I Ching», de cuya respuesta cabe considerar el accidente, la aleatoriedad que condujo tal momento a tal espacio, tal circunstancia anímica a tal resultado escénico.
Cuán libre es capaz de encontrarse el operador, el creador escénico para cuando tales circunstancias ocurran, es parte de una preparación que se liga exclusivamente con la disponibilidad, el abandono a ser hollado por los factores intervinientes, capaces de afectar los cuerpos y las acciones, las circunstancias escénicas todas, como el viento lo hace con una montaña o un médano de arena.
La partición allí, se emparienta a cataduras poéticas, que se subsanan intuitivamenete, en el instante. Quizá un tono, un matiz. Cómo esa (arga)masa es capaz de fraguar en formas, que serán siempre precarias, si se tiene en cuenta que al repetir una función teatral, todo este cuadro de situación, ha de ser factible de ser repetido. Repetir las condiciones de fragua de la arcilla escénica. Esa codificación, será susceptible de ser bajada a papel, a un mapa que representa el territorio. La visualización del esquema del espectáculo, podrá digitalizarse y ser intervenido a partir de miradas subsiguientes.
La industria bélica, en la intervención de drones, focaliza objetivos y es capaz de diagramar sus contenidos por temperatura, movimiento, color, semejando la intervención que se puede hacer de las partes operantes dentro de un marco total. Soluciones que son en todo caso, de índole perceptiva.