La pérdida
El joven sueña. Sueña con hacer algo importante. Sueña en convertirse en el mejor actor o en la mejor actriz. Sueña con ser un director de renombre o un dramaturgo que escribirá los nuevos clásicos. El joven sueña con cambiar el mundo, tiene tanta hambre de vida que organiza y decide cómo devorarla. Sueña que su paso por la existencia trasciende el desgaste del cuerpo. El joven proyecta, delira, desea, en grande. Está convencido de que todo es posible, de qué podrá hacerlo todo, solo basta con quererlo, con echarle ganas.
El adulto sigue soñando, pero sueña otras cosas. Si logró la fortuna en la juventud sueña con mantenerla, con superarse, con hacer algo completamente distinto, con innovar. Por el contrario, si no la logró, como la gran mayoría, sueña con tener un sueldo digno por el resto de su vida, sueña con comprar una casa, fantasea con tener más vacaciones, con poder apoyar, consentir y proteger a su familia. Aunque no tenga hijos. La familia no son solo los hijos.
Sueña con que su trabajo creativo tenga alguna resonancia en las personas. Aunque sea en una. Entendió, un poco a las malas, que la fama y la fortuna no son verdaderamente importantes. La salud sí, el amor sí, la tranquilidad también.
Entendió que cambiar el mundo no depende únicamente de él. Lo intentó todo, pero el mundo es grande. Y, aun así, seguirá haciendo su aporte.
El hambre de vida se modera, no desaparece, pero ahora no es un animal salvaje, sino que se ha domesticado. Sus sueños son más acordes con la realidad.
Se empieza a cansar, la monotonía con que opera la explotación laboral y la falta de oportunidades para tener una vida, relativamente, estable, crean goteras en ese castillo de sueños. Pero la sangre todavía hierve, no todo está perdido. A pesar de las dificultades laborales, y las responsabilidades monetarias, el adulto sigue soñando con que quizás, transformando la estrategia, tendrá ahorros.
El adulto mayor vive en otro cuerpo, en un cuerpo desgastado por el paso del tiempo. Por dentro se siente igual, pero la máquina corporal no responde de la misma manera. Y el adulto mayor se sorprende y, después, lo acepta. Las ilusiones, los sueños van mermando. A lo mejor no revolucionó el campo del teatro, no fue el mejor actor, director o dramaturgo. ¿Pero qué es lo importante? Sí, hizo lo que quiso. A veces.
El mundo cambió, pero no como esperaba; esa manera en que cambió ni siquiera corrió por su cuenta y tampoco la entiende. Salvar el mundo no depende de él, es problema de los otros, del joven y del adulto. El hambre de vida existe, sí, pero se come en dosis más pequeñas. Con lo que más sueña es con tener salud y las capacidades mentales y motrices suficientes para vivir en condiciones óptimas, otro día. Algunas cosas fueron posibles, otras no, pero está bien. Fue una vida bien vivida, gozada y se hizo lo que se pudo.
Domingo 29 de enero del 2023
Bogotá, Colombia.