La pirueta cómica de Edipo do Chapitô
A veces el espectáculo teatral no es la fiel representación de un texto del repertorio universal. A veces, no, la mayoría de las veces, porque nadie puede certificar la fidelidad de un espectáculo como traducción teatral de una obra magna de la historia de la literatura dramática.
Así pues, la inmensa mayoría de las veces, el encuentro teatral es, más que nada, un juego en el que todas las personas participan, tanto el equipo artístico y técnico como el público, en una experiencia con vocación transcendental en lo que atañe al placer emocional y cognitivo, que deberían ser uno.
Por eso acudir al teatro es como acudir a una fiesta o a un banquete, siempre en busca de divertirnos, de gozar, de aprender, de emocionarnos, de sorprendernos, de flipar…
Una de las estrategias posibles, desde la perspectiva de la dramaturgia, son las versiones o adaptaciones que suponen una pirueta transgresora respecto a un referente canónico del repertorio de la historia de la literatura dramática universal. Una prestidigitación que le dé la vuelta a alguna de las obras clásicas que ya forman parte del imaginario colectivo, incluso para aquellas personas que sin leerlas las conocen. Véase el caso de Hamlet, de Romeo y Julieta, de Edipo, etc. Se trata de obras del repertorio que ya son mitos que operan en el ideario colectivo como referentes.
Por supuesto, esa prestidigitación dramatúrgica con los clásicos debiera responder a alguna inquietud artística que implique potenciar algún sentido o poner en evidencia alguna cuestión relacionadas con el texto base, además de acercarlo a una sensibilidad contemporánea.
En este caso voy a analizar, someramente, la pirueta cómica con la que TEATRO DO CHAPITÔ (Lisboa) juega la tragedia modelo de las tragedias griegas, el EDIPO de Sófocles.
Una actriz y dos actores se lanzan a simular una miríada de personajes, como en un partido de fútbol. Sí. Hay una dimensión lúdica y casi deportiva en esta escenificación de la mítica historia de Edipo. En ella prima, de manera arrolladora y desbordante, la fisicidad.
Jorge Cruz, Nádia Santos y Tiago Viegas, dirigidos por John Mowat, encuentran soluciones ingeniosas para representar las situaciones clave de la fábula trágica, pero desde una perspectiva humorística.
En parte, contribuye a esa dimensión cómica el hecho de no interpretar a los personajes sino de asumirlos desde el simulacro, en un ritmo ágil de comedia, que no se detiene en silencios o pausas intensificadoras, sino que azuza las situaciones de acción. Les resta intencionalidad dramática y les añade intensidad performativa posdramática, llevándolas al teatro físico.
Además les saca punta a personajes alegóricos como el Oráculo, la Esfinge o Tiresias, con realizaciones de carácter icónico que sorprenden al convertirlas en gags.
Esa es otra de las estrategias prestidigitadoras con los clásicos, pasar a primer plano personajes que, en el original, quedaban reducidos a la anécdota o a un rol muy secundario.
En el EDIPO de Teatro do Chapitô se da un goce asentado en el doble juego que se propone. Por un lado el juego de representar sin utilizar ningún objeto ni apoyo escenográfico, a partir del propio ingenio y de las destrezas actorales. Y, por otro lado, el juego comparativo que se establece, a cada paso, con el referente en el que se basa y que, como ya anotamos, forma parte del ideario colectivo.
El argumento se restituye, pero la prestidigitación dramatúrgica convierte las destrezas actorales en el centro del interés y de la atracción, desplazando la intriga fabular y aniquilando el «fatum» trágico.
Velahí la transgresión de esta propuesta: el cuerpo en movimiento, a través del juego y el humor, pueden empoderar a la persona frente al destino y a los determinismos.
La fisicidad y el cuerpo como centros de la revolución.
Y es que los cuerpos en movimiento, en ocasiones, pueden ser la mejor solución a las peripecias, anagnórisis y lances patéticos de la existencia.
Una manera de rebajar el peso y la pompa y de aligerar la carga.
Afonso Becerra de Becerreá.