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La política de la política

La mediación tecnológica en nuestras vidas, en ciertos aspectos, está generando una homogeneización global que atenta contra la diversidad. También la especialización va generando unos estándares. Pienso, por ejemplo, en cómo el lenguaje y las actitudes del marketing se instalan en todos los ámbitos dentro de un estilo unificado.
Muchos festivales de artes escénicas y muchas compañías contratan gabinetes de prensa, igual que hacen los políticos o las grandes corporaciones, en su intento por aumentar lo cuantitativo, por aumentar su mercado. Porque ahora todo se compra y se vende y un espectáculo o un festival también se enfoca, desde el punto de vista de la comunicación, como un producto que compite con otros en el mercado del consumo, ya sea en el del entretenimiento, ya sea en el de los votos, en el de la popularidad o la fama. Las campañas de imagen, en este sentido, siguen patrones parecidos.
Recuerdo cuando, en las clases del Institut del Teatre, a finales de los años 90, nos explicaban, en Dramaturgia, que entre las funciones del dramaturgista, diferenciadas de las del dramaturgo, estaba el diseño de actividades de mediación y comunicación, íntimamente relacionadas con el estilo y la naturaleza de la obra teatral. O sea, se suponía que las labores de mediación y comunicación entre el teatro y su público potencial, eran realizadas por el equipo de dramaturgia y dirección de la compañía, del teatro o del festival. Porque los festivales y los teatros públicos y privados debían tener también una dirección artística y un equipo de dramaturgistas, una especie de consejo artístico para garantizar en el interior de esas entidades un juego de perspectivas más poliédrico. Eso derivaba en que la comunicación y la mediación de compañías y teatros no se reducía a una información competitiva, sino que tenía una cierta dimensión artística y una gracia especial. En la comunicación y mediación se trasladaba también algo de lo que caracterizaba la manera de hacer y de estar en el mundo de esas entidades.
Todo esto, hoy en día, fue pasando a gabinetes de comunicación, generalmente formados por periodistas, y la mediación y comunicación se estandarizó derivando cara hacia la información competitiva.
Desde que estoy en la dirección de la erregueté | Revista Galega de Teatro recibo muchas notas de prensa y muchas comunicaciones de compañías, festivales y algunos teatros y todas parecen la misma cosa. ¡Un aburrimiento! Las campañas de publicidad que me llegan de grandes marcas e de grandes almacenes y otras empresas no se diferencian mucho de las que recibo de esas compañías, de esos festivales y de esos teatros. Tengo la impresión de que no se están dando cuenta de esa unificación, de esa homogeneidad que, en el fondo, tan mal refleja la diversidad, la originalidad y la gracia que se les supone a las artes escénicas.
Ya no se trata de dramaturgismo y de sus capacidades para crear una mediación y una comunicación especiales, acordes con la identidad de un teatro, de un festival o de una compañía. No se trata de generar una mediación y una comunicación en íntima relación y simbiosis con una pieza de artes escénicas. Trátase, básicamente, de política de marketing.
En mi opinión, no hay mucha diferencia en cómo se orquestan las campañas de imagen de los políticos, en perpetua campaña electoral, en busca de aumentar el número de votantes y, por tanto, de poder, respecto a la de otros productos industriales, cuando dentro de esta categoría, la de los productos industriales, incluimos una “producción teatral”, la oferta de grados y postgrados de una universidad o las virtudes de un cosmético. Se trata, tanto en unos casos como en los otros, de política, o mejor dicho, de política de empresa, política de marketing, que viene siendo la política de la política. Mandan los criterios cuantitativos y, al fin y al cabo, se trata de vender algo.


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