La Tía Norica
La marioneta considerada por estudiosos y artesanos del ramo, el títere más difícil de manipular y es una de las técnicas más antiguas del mundo, prácticamente comienza en los inicios del mundo, ya que en algunas pinturas rupestres hay rastros de ellas.
Los títeres de la Tía Norica llevan sobre sus hilos y cruceta una tradición que se remonta a dos siglos. Pero no sólo eso, también una extensa historia la precede. Las marionetas aparecen en forma efectiva en Egipto como un antecedente del uso manipulador de los sacerdotes para controlar a la población centrando su miedo en los dioses. Luego pasa a Grecia y de allí al resto de los estados dominados, de los que luego Roma se apropia.
En Latinoamérica de igual forma los títeres precolombinos fueron utilizados con fines religiosos. Luego aprovechados por los evangelizadores en el mismo sentido. Con ellos se ofrecían autos sacramentales.
En un momento de la historia y de los tiempos esas marionetas fueron personificadas por hombres y surgieron las Atelenas (siglo IV aC), sainetes o comedias satíricas cuyos personajes grotescos se burlaban de los poderosos.
Ya en el siglo XVI aparece el teatro profano: la Commedia dell´Arte en Italia (heredera de las Atelanas), desapareciendo en el siglo XIX. Este fue un tipo de teatro popular nacido como género de una mezcla de elementos del teatro literario del Renacimiento, con tradiciones carnavalescas, (máscaras y vestuario que eran fijos, a diferencia de las Atelanas que eran variables), recursos mímicos y acrobacia.
Sus textos eran improvisados y se fabricaba un esquema que luego generaba un canavá en el cual se construían las historias. Los argumentos eran sencillos y solían contar las atribulaciones de los personajes más emblemáticos, los enamorados ante la oposición de Pantaleone o Il Dottore.
El teatro de títeres de la Tía Norica, en Cádiz (España), forma parte de esa herencia y del patrimonio cultural de su ciudad. Diversas compañías han mantenido esta tradición a lo largo del tiempo, a veces simultáneamente, generando un patrimonio material que hoy se conserva parcialmente en el Museo de Cádiz. También sigue siendo un patrimonio vivo, ya que desde 1984 existe una compañía que, con copias de los títeres del Museo, y ha seguido representando el repertorio tradicional hasta nuestros días. La conservación de este patrimonio, material e inmaterial, es de importancia vital para mantener viva las tradiciones de los pueblos. Así como en toda España la tradición de Semana Santa con procesiones y sus saetas, organizadas por cofradías.
Los gaditanos, de la mano de Pepe Bable, mantienen activa La Tía Norica, que compite en tradición con las marionetas italianas creadas (mucho más jóvenes ya que tienen más de un siglo) por Vittorio Podreca en 1914, la que se llamó dei Picolli de Podreca, que según inventor eran: “Teatro de los Actorcitos de Madera. De esas pequeñas criaturas demasiado parecidas a los humanos de carne y hueso y, a la vez, capaces de ejecutar hazañas vedadas a los mortales, de criticarlos, burlándose de sus debilidades, y de transportarlos a una esfera donde verdaderamente los sueños más atrevidos de los artistas y de los poetas se hacen realidad”.
La Tía Norica también rescata a esos actorcitos de madera, trapos y varillas, cuya cruceta multiplica de modo extraordinario las posibilidades de movimiento y cambio expresivo, en unos sainetes costumbristas muy divertidos, que mezclaban todo tipo de bromas y chascarrillos, tanto en prosa como en verso. Porque el humor y la fantasía son pilares del espectáculo.
La Tía Norica posee la compleja sencillez de las verdaderas obras de arte, es un espectáculo que reúne al mismo tiempo lo antiguo y lo moderno. Esos muñecos inalterables, clones de los originales, que recorren los escenarios desde el 1800, interpretan textos adatados a la realidad actual.
La Tía Norica reinterpreta un paradigma dramático que eleva lo infantil a un plano superior de goce estético, que permite una maravillosa caracterización del movimiento, a través de las combinaciones de luz y color, que permite crear la ilusión de plasticidad en los muñecos. A tal punto se provocaba la ilusión de realidad, que la vista se adaptaba perfectamente a la escala de los menudos personajes, asimilando imaginariamente sus dimensiones a las de un ser humano normal, a la vez que en las escenas sobresalen por su gracia emotiva. Gracias a un juego especial de luces, en particular disposición en el escenario, la deshumanización del muñeco-actor abre un infinito abanico de posibilidades para la expresión de lo satírico, lo grotesco o lo fársico, que permite a todo tipo de espectador adaptarse a mensajes que se dirigen a diferentes direcciones: tanto para niños como para adultos. Al utilizar en sus juegos escénicos la tan famosa técnica del “morcillero”.
La Tía Norica de Pepe Bable teje una tupida tela de sueños, ilusiones y realidades. En la pequeñez de sus muñecos está lo grandioso de su espectáculo, lleno de ingenio en el que los Pulgarcitos del retablo, salen siempre triunfantes, a pesar de los tropiezos y escaramuzas.
Como expresa Piaget el lenguaje simbólico del niño ayuda a creer lo increíble y todo puede transformase, desde un palo de escoba en un caballo hasta un títere en un actor, y desde esa mirada Pepe Bable ha trabajado con sus muñecos y creado un mundo para ellos que los pequeños entienden a la perfección, y el adulto se apropia de las humoradas que se desgajan de ese juego.
En síntesis La tía Norica es un espectáculo ingenioso y divertido, animado, muy vistoso, y curioso para toda clase de espectadores en donde el microcosmo y el macrocosmo son correlativos y la belleza un bien común a ambos.