La tumba de los aplausos
¿Qué significa la destrucción de un teatro? En la película Cinema Paradiso de Giussepe Tornatore se narra el final de un viejo cine, y los sentimientos que provoca este abandono. Pero un teatro es un espacio vivo, rincón de emociones compartidas, ensueños de una noche de estreno que flotan en el ambiente, aplausos con los que finaliza la reunión de realidades, ceremonia profana que llega a su fin.
El teatro es vida simultánea entre los creadores y su público. Su demolición, aunque esté justificada, es un acto contra la memoria colectiva. Los grandes teatros de la antigüedad, griega y romana, son verdaderos monumentos activos; pienso en el fenomenal teatro de Epidauro en Grecia o en el de Siracusa en Sicilia. Por cierto que a este último teatro asistieron los tres trágicos, Esquilo, Sófocles y Eurípides para presenciar sus obras. Verdad o mito, los teatros antiguos son un tesoro de la humanidad.
Porque cuando se derrumba un teatro se vienen abajo las fantasías e ilusiones de una sociedad. ¿Quién no ha sentido la fuerza que habita la escena de un teatro en funciones? Por ejemplo, cuando se realiza una visita turística a la Ópera de París, el momento culminante es pasar por el foro, centro de fuerza inaudita en el que se concentra la atención del monstruo de mil ojos, público ausente pero cuya presencia sigue activa, fuera del tiempo. Un teatro tiene la misma fuerza que un lugar de culto porque su energía va del oficiante–actor al público-devoto. No todo lo que ocurre en escena es excelente, para nada, sin embargo todo espectáculo con público tiene poder.
En la ciudad de México se destruyen teatros con singular despreocupación desde hace varias décadas. Los espacios privados por las especulaciones inmobiliarias, los espacios públicos – gubernamentales, por desidia o falta de interés o de recursos. El teatro Julio Jiménez Rueda está siendo destruido porque el ISSSTE (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de Trabajadores de Estado) que es su propietario, va a vender el predio de teatro para ¡poder comprar medicinas! Así están las cosas con el gobierno actual en México, se venden espacios culturales para abastecerse de medicamentos. Al menos esa fue la explicación dada a los medios.
La comunidad teatral mexicana ha salido a defender el espacio que ha sido clave en el desarrollo del teatro contemporáneo de la ciudad de México desde la segunda parte del siglo XX y en lo que va de este siglo. Encabezado por el director Luis de Tavira, el docente Jorge Prado Zavala y la actriz Luisa Huertas, entre otros, el gremio ha denunciado la destrucción de este espacio de abolengo para el desarrollo del teatro contemporáneo en la ciudad de México. En ese escenario ubicado en el centro de la ciudad se ha presentado festivales, temporadas de teatro infantil, y los principales directores mexicanos han trabajado. Su pérdida es considerada como un retroceso en la frágil vida teatral de la capital mexicana. Y digo frágil si tomamos en cuenta los cerca de nueve millones de habitantes de la ciudad, y los más de doce millones de sus suburbios y cercanías, el número de teatros es insuficiente. Y pocos teatro quiere decir que hay poco público y pocos programas de fomento para el espectáculo teatral. Sin público no hay teatro.
A última hora la Secretaría de Cultura prometió que en el mismo terreno se va a construir un nuevo teatro con mayores facilidades técnicas, pero las promesas valen lo que unas palabras dadas en conferencia de prensa, porque la situación económica puede agravarse y la construcción de un nuevo teatro convertirse en un lujo para un gobierno que ha hecho de los recortes presupuestales su principal política económica.
El teatro Jiménez Rueda tiende a convertirse en un cementerio de aplausos en una ciudad que queda huérfana de teatros.
París 2020