La Venadita
Bajo un frondoso árbol de guabo del jardín de una casita vieja en el barrio La Magdalena, el grupo de Teatro “La Guaba”, acondicionó el escenario para que Susana Pautasso presente el monólogo: La Venadita. Acerca de temas indígenas, la historia nos mostró a los pueblos indios como culturas primitivas, la literatura de los 30 cambió el eje de apreciación y mostró al indio en su vida de sufrimiento, humillación y explotación. La antropología, y sobre todo la participación del indio en la sociedad, permiten entenderlo desde lo que son y no desde lo que no poseen. Este es el caso del presente relato.
Venadita es el nombre con el que conocían a una muchacha campesina, indígena, que un día, por error de un ángel, que se presentó ante ella y la condujo a la presencia del creador y dueño del universo, el Taita, como ella lo llamaba. Este para rectificar el error, la devolvió a la tierra, porque aún a ella no le tocaba morir, pero este error produjo en la Venadita la graciade ponerse en contacto permanente con los espíritus que pueblan el cosmos. Venadita, con este poder, aunque trabaja igual que los demás, y utiliza los mismos objetos que el resto de su comunidad (como la piedra de moler, el agua de la cascada, los senderos de los montes, el aire del campo) su contacto no se queda enredado en las formas, sino que descubre en ellas a sus espíritus, que le hablan, que le responden, que le ayudan: el abuelo fuego que le ofrece calor, la madre tierra que le da alimentos, el hermano maíz que le proporciona la fuerza para seguir viviendo. Cada uno de ellos es una parte del todo, que cumple una misión en el conjunto, igual Venadita, una parte que une a los espíritus invisibles de las plantas con los que están enfermos y con ello les sana.
Anciana ya, es el momento que le toca partir, o volver al principio, al Taita, pero antes quiere dejar a su nieta el secreto de su estadía y misión en la tierra y pide, más que pide, exige al ángel que espere la llegada de su nieta para que luego la lleve.
Venadita en su choza, narra en lenguaje sencillo su historia a los presentes. Aunque decir narra, no es el término más apropiado, porque fundamentalmente se contacta con los invisibles mientras habla. Toca físicamente la tierra, el maíz, la hierba, la piedra, pero además, su mirada va más adentro, ¿al espíritu de los seres? Y aunque estos son intangibles, como el viento, están ahí, conversando con ella.
¿Qué es la Venadita? ¿el otro o nosotros? Seguramente la parte más cercana, la parte a la que todos los días le vemos y sin embargo no le distinguimos, que creemos conocerle pero le olvidamos u ocultamos.
Asistir a la Venadita es aceptar la invitación a confrontar nuestra habitualidad urbana saturada de una cosmovisión pragmática y rígidamente lógica, en la que, la naturaleza es un bien, destinado a la apropiación, tenencia y administración, bajo la creencia de que su posesión nos da poder. Frente a esta visión está la actitud sencilla, humilde e integradora, de saberse parte de un todo que fluye permanentemente y que se expresa en diferentes formas, conformando la gran unidad y la gran diversidad del universo. Constatar esta realidad (o forma de ver la realidad) exige un esfuerzo: la sencillez personal, de no dudar cuando algo se percibe y de reconocerse en la ubicación que el ser humano se encuentra en la inmensidad delcosmos. Esta es la gran sabiduría de la Venadita, que es el personaje que representa esa visión, una sabiduría, además, que se fundamenta no en las creencias sino en la fe, considerada como la constatación de los acontecimientos internos. Por eso, la muerte de la Venadita no ese un acto trágico ni doloroso, es un momento gozoso, que lo aceptamos con ternura, a pesar de nuestros condicionamientos urbanos.
El montaje sencillo, como lo exigiría la Venadita: un círculo, delimitado por el altar y donde conserva la cajita de secretos que entregará a la nieta, le sigue en arco el aparador de paja donde tiene las hierbas luisa, tilo, manzanilla, ruda, a continuación la pequeña entrada, al lado de esta la mesita con sus provisiones y la hemana agua, cierra el círculo al frente, el fogón donde se encuentra el abuelo fuego. La luz cenital, en tonos rosado y lila, destaca el traje de la Venadita, en los mismos tonos y proclama una atmósfera de familiaridad y devoción que pulula entre el cielo y la tierra. Pero su casa es más amplia, nos abarca a todos los espectadores, que por el contacto que establece Venadita con nosotros, participamos en el acto, voluntariamente, como si hubiésemos asistido a una ceremonia, dentro de su vivienda, con todo lo que hay en ella incluido el olor de las tortillas que en el fogón prepara. Es como si se dijera, que no hemos ido a presenciar un espectáculo de teatro, sino que fuimos a conocer a la anciana de quien tanto se habla y que ya es una leyenda.
Afuera de la choza, al fondo del escenario, está el campo, el camino, la montaña la cascada, el cielo estrellado, la hermana luna, los sentimos aunque no los vemos y cerca de la puerta, su perro compañero, viejo también. Cuando Venadita sale, un cenital azul a la derecha representa la luna y al otro lado, una luz cenital blanca, la del Taita, atiza su cuerpo y hace que se inflame con el resplandor de la fe y el impacto con lo sagrado. Como imagen escénica, la casa de Venadita y ella misma son el punto donde se cruzan las energías del cielo y de la tierra.
El sonido, unas veces como contrapunto, dialoga con la Venadita, le responde, le afirma algo, representa los personajes con los que se comunica, otras, cumple la función de acompañamiento o de referencia musical de la cultura de su pueblo.
Me han llamado la atención algunos aspectos de la actuación de Susana Pautasso: 1. La convicción de lo que hace; cada una de sus reacciones, ante los estímulos sonoros, ante los objetos que topa, ante el perro que no existe, ante la luz, provocan en su cuerpo respuestas diferentes según las circunstancias en las que se presenten. Se nota que sus sentidos están despiertos para vivir en el personaje, lo que exige, además, de la actriz su conocimiento profundo. Es evidente la forma de mirar o dicho de otro modo, la importancia del contacto visual con las circunstancias que le rodean al personaje.
2. El estado de su cuerpo está en un tono relajado, pero además, conforma la figura de la anciana en un dominio de los pesos y contrapesos que por la edad son consecuentes; he distinguido el manejo de las manos y he comparado la gran similitud con lo que hacen los ancianos; aunque en esta parte, habría que advertir que en la conversación indígena, estos gesticulan las manos más para las acciones de la vida práctica, las labores, que como medios expresivos de apoyo al diálogo, lo que no ocurre en las culturas negras. 3. La actriz tiene una gran capacidad para comunicarse no solo con el entorno escénico sino que lo hace también con los espectadores, dentro de las intenciones y el carácter del personaje, lo que le permite una facilidad improvisativa, que a veces incide en alguna pequeña alteración del texto, con poco acierto, con la buena intención de actualizar el momento de la obra con el momento social, pero pienso que es mejor hacerlo desde el trabajo de mesa.
La Venedita es un espectáculo que nos asombra. Y ¿qué mejor cosa puede hacer el teatro si no es asombrarnos, cuando la capacidad de asombro comúnmente se está perdiendo con las interferencias de la urbe? La ternura expresada, la alegría de vivir, la valoración acerca de las cosas sencillas, que la Venadita ofrece, consigue, en una reacción inmediata del público, un enorme cariño por el personaje, lo que significa una aceptación dentro de sí. Hay que reconocer que el grupo Rojoscuro, con esta obra, nos ha hecho percibir por todos los sentidos un mundo importante, cercano y observado por afuera.